Espa?a ya es mayor de edad
La Roja derrota por primera vez a Francia en un partido oficial que no fue versallesco pero que premi¨® el gusto por el f¨²tbol
No se necesita ense?ar el carnet de identidad cuando se es campe¨®n del mundo, de Europa y se est¨¢ incrustado en las semifinales de otra Eurocopa. Directamente, el portero del torneo te deja entrar sin mostrar documento alguno. Pero, por si hubiera dudas, el equipo de Vicente Del Bosque acumul¨® ante Francia 18 partidos consecutivos en torneos oficiales sin perder, una marca que puede parecer secundaria cuando lo que se busca es la gloria m¨¢xima (el t¨ªtulo), pero que significa algo muy valorable en cualquier equipo o selecci¨®n: la regularidad. Ganar casi siempre y no perder nunca no solo da placer sino que fomenta la autoestima del grupo si se administra en buenas dosis. Conseguirlo ante Francia, una selecci¨®n de post¨ªn, por m¨¢s que ahora se encuentre en fase de reconstrucci¨®n, tras vivir en el cielo y luego en su propio infierno.
La Roja adem¨¢s gusta de animar el debate. Espa?a estaba paralizada por el s¨ªndrome franc¨¦s, un rival que se antojaba hist¨®ricamente inaccesible, y adem¨¢s vecino, con lo que eso anima la rivalidad. Una rivalidad educada, por la actitud que mostraron los jugadores de una y otra selecci¨®n y sobre todo de los respectivos seleccionadores, Del Bosque y Blanc, dos se?ores del f¨²tbol que han repartido democr¨¢ticamente sus halagos y su humildad en los d¨ªas previos a la cita decisiva. No fue un debate versallesco, porque ning¨²n partido lo es, pero se premiaba el gusto por el f¨²tbol: depurado en Espa?a, a¨²n sin pulir en Francia, que desde la alineaci¨®n renunci¨® a ese cambio de estilo que abandera Blanc . Y para animar el debate et¨¦reo sobre el falso nueve o el nueve puro, el gol lo consigui¨® el medio centro defensivo, Xabi Alonso, llegando desde la tercera l¨ªnea para sorpresa de los asustadizos defensas de Francia.
La selecci¨®n, rica en f¨²tbol con pasado pobre, acumula la experiencia que le quita la soberbia
Espa?a, el pa¨ªs, estaba al rojo vivo. A medida que el torneo avanza, crecen por igual la ilusi¨®n y el miedo, es decir, la caldera que vac¨ªa las calles y destroza los l¨ªmites de audiencias televisivas en busca de un momento de esperanza.
La mayor¨ªa de edad no solo te abre los locales del f¨²tbol. La Espa?a futbol¨ªsticamente rica con un pasado tan pobre, va acumulando la experiencia que le quita la soberbia sin restarle la exigencia. Socialmente tambi¨¦n. Exigido por los t¨ªtulos tan recientes, el pa¨ªs se va acostumbrando a su nuevo estatus que conlleva la responsabilidad del ¨¦xito junto a la asunci¨®n del sufrimiento.
Francia era una buena piedra de toque. Los bleus est¨¢n muy lejos de la generaci¨®n de oro de Platini, Giresse, Tigana, Bellones. Y de aquellos magn¨ªficos como Cantona. Pero fueron ricos mucho antes que Espa?a, acostumbrada no hace tanto a perder todos sus ahorros, una vez tras otra, en la bolsa de los cuartos de final.
Contra los galos, tambi¨¦n se quit¨® otro fantasma de encima. Francia ya no es un ogro invencible, un verso suelto que no rimaba con la nueva historia de La Roja, labrada con culto y mimo e incardinada en el entramado social de un pa¨ªs que empieza a asimilar el ¨¦xito.
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