M¨¢s Armstrong que nunca
Una confesi¨®n de dopaje televisiva que apareci¨® calculada y ensayada deja fr¨ªos y frustrados a aficionados y autoridades, que esperaban m¨¢s revelaciones sobre sus razones y motivos
Ser¨¢ por la mirada, esos ojos de acero helado que taladran, la misma mirada que responde fijamente a Oprah Winfrey, l¨ªquida, mientras, yo, pecador, se confiesa, es la mirada que aterroriza a sus hijos cuando pap¨¢ no est¨¢ contento, la que hiela la sangre en las venas de los periodistas que le preguntan preguntas indebidas, la que hace tartamudear confusos a sus gregarios pillados in fraganti hablando con ciclistas de equipos rivales durante una etapa tonta del Tour, la que dirigi¨® al auditorio desde el podio de su ¨²ltimo Tour victorioso, cuando su segunda retirada, en 2005, y con tono admonitorio, casi papal, anunciaba su l¨¢stima por los que no cre¨ªan en ¨¦l, en su historia milagrosa, incre¨ªble, ni en el ciclismo, el deporte entonces m¨¢s oscuro.
La mirada de ni?o al que su padre pegaba, del que sufr¨ªa por su madre, que no puede desde entonces borrarse de su cara. ¡°Toda mi vida he sido un mat¨®n de patio de colegio¡±, le dijo a Winfrey, m¨¢s Lance Armstrong que nunca, el Armstrong desafiante de toda la vida tambi¨¦n en su momento m¨¢s bajo, en el de la humillaci¨®n p¨²blica. ¡°Ha sido mi forma de enfrentarme a los problemas, por eso las mentiras. Una gran mentira que he repetido muchas veces. La verdad no es lo que cont¨¦¡±.
La Mirada.
La mirada de quien no entiende nada. De quien no entiende que si el mundo entero conten¨ªa el aliento esperando sus palabras no era por o¨ªrle decir lo que ya se sab¨ªa ¡ªlo que dijo en monosil¨¢bicos, mec¨¢nicos, yes en respuesta a la cascada inicial, r¨¢faga de metralleta de la entrevistadora: ?Se ha dopado? ?EPO? ?Transfusiones? ?Hormona de crecimiento? ?Anabolizantes?; el no rotundo a ?pudo haber ganado siete Tours sin doping?¡ª, sino esperando la revelaci¨®n de lo que hay debajo de su mirada: sus motivaciones para doparse, sus motivaciones para confesarse, las razones de unos movimientos que para los esc¨¦pticos ¡ªun conjunto que no ha dejado de crecer en los ¨²ltimos a?os hasta convertirse en inevitablemente mayoritario¡ª son fruto del mismo c¨¢lculo que ha guiado desapasionado su carrera.
Por eso la frustraci¨®n. Porque, parafraseando el t¨ªtulo de uno de sus libros biogr¨¢ficos ¡ªIt's not about the Bike, No va de ciclismo¡ª, a los millones de personas que perdieron el sue?o o la hora de la cena por atender su entrevista, no era el ciclismo lo que les desvelaba, ni siquiera del dopaje, que para muchos es casi sin¨®nimo, sino Lance Armstrong en persona, la vida y el misterio de uno de los grandes mitos que el deporte ha erigido en el cambio de siglo.
Y tambi¨¦n, un poco menos, pero tambi¨¦n, la corrupci¨®n de las instituciones, de las federaciones, de los poderosos que dominan econ¨®micamente el deporte, los creadores de un sistema que convierte a los deportistas en siervos de entretenimiento.
Ha sido mi forma de enfrentarme a los problemas. Una gran mentira repetida muchas veces¡±
De eso no habl¨® Armstrong, ¡ªa no ser que en la hora grabada que en la madrugada de hoy sigui¨® emiti¨¦ndose, tocara los temas¡ª, quien incluso, en un tono que alguno de alguna familia habr¨ªa encontrado te?ido de chantaje, afirm¨® que en ning¨²n momento la Uni¨®n Ciclista Internacional (UCI), a la que contribuy¨® con generosas donaciones, nunca hab¨ªa tapado ning¨²n control positivo suyo a?os ha. Ni tampoco de las ambiciones de poder de sus dirigentes, ni de los financieros de Estados Unidos que pusieron en marcha el US Postal, el equipo nacido para conquistarlo todo ¡ªsu mayor s¨ªmbolo: la bandera de Texas ondeando solitaria su estrella solitaria en el tejado del hotel Crillon, en la plaza de la Concordia de Par¨ªs los ¨²ltimos domingos de los Tours de Armstrong; los millonarios con habanos en los labios abarrotando sus terrazas¡ª y que todo lo conquist¨®.
Ni tampoco, oh, pobres amantes del morbo, c¨®mo lo, lamentaron, dio nombres, qui¨¦n le ayudaba, qui¨¦n le guiaba, ni describi¨® procedimientos de dopaje, ni c¨®mo se efectuaba el tr¨¢fico, c¨®mo se congelaba la sangre, c¨®mo se burlaba los controles. Ni sus motivaciones ni sus objetivos eran los mismos que los de los m¨¢s famosos conversos del ¨²ltimo ciclismo, los que se abrieron despu¨¦s de que la polic¨ªa o los controles acabaran con su impostura: David Millar, que buscaba expurgar sus demonios, ni los de Tyler Hamilton, de los de Floyd Landis, que se veng¨® del maltrato que cre¨ªa le infligi¨® Armstrong poniendo en marcha la denuncia que finalmente acab¨® con el mito.
En esa generaci¨®n no se pod¨ªa competir sin dopaje. Solo, me puse al nivel de los dem¨¢s¡±
Hijo de su ¨¦poca, como todos los de su ¨¦poca, Armstrong se justific¨®: ¡°Yo nunca pens¨¦ que hiciera trampas. Busqu¨¦ en el diccionario lo que significaba hacer trampas y no ve¨ªa que lo que yo hiciera fuera eso: yo simplemente me pon¨ªa al nivel de los dem¨¢s. En esa generaci¨®n no se pod¨ªa competir sin dopaje. Yo no invent¨¦ la cultura del dopaje, pero tampoco trat¨¦ de frenarla. Es dif¨ªcil hablar de la cultura. No quiero acusar a nadie. Estoy aqu¨ª solo para reconocer mis errores. Pasar¨¦ el resto de mi vida intentando recuperar la confianza perdida y disculp¨¢ndome ante la gente¡±.
Antes que eso, incluso, deber¨¢ Armstrong, as¨ª opina la mayor¨ªa de los medios de comunicaci¨®n, dar alg¨²n paso m¨¢s, bajarse de su mirada, dejar de ser Armstrong. No se dieron por satisfechas ni Emma O'Reilly, la masajista a la que llam¨® ¡°puta¡± por desvelar sus secretos; ni Betsy Andreu, la mujer del ciclista que testific¨® que en el hospital del que se curaba del c¨¢ncer le hab¨ªa o¨ªdo decir que se hab¨ªa dopado antes de sufrir la enfermedad, y a la que llam¨® ¡°bruja¡± por ello.
Tampoco lo hizo Travis Tygart ¡ª¡°el tipo de la pistola y la chapa¡±, que, dijo Armstrong, finalmente, acab¨® con ¨¦l, el lenguaje que Armstrong emplea, el lenguaje que entiende, el del sheriff del Oeste¡ª, el director de la USADA, la agencia que tiene las llaves para que su sanci¨®n a perpetuidad se reduzca a ocho a?os, y que le pide, adem¨¢s de constricci¨®n, ¡°un peque?o paso, pero un paso¡±, explicaciones y una contribuci¨®n importante a la lucha antidopaje.
Armstrong, su mirada, acorralado, desesperado, seg¨²n sus amigos, que sienten compasi¨®n por ¨¦l, pues nunca le vieron tan bajo, tan ¨¢rbol ca¨ªdo, confes¨®, una confesi¨®n limitada de efectos limitados. Si la redenci¨®n p¨²blica que tanto busca parece lejana, tambi¨¦n lejana est¨¢ la soluci¨®n de sus problemas legales-econ¨®micos, el otro agobio que puede perturbar su sue?o. Si la amenaza de c¨¢rcel por perjurio ¡ªdeclar¨® ante juramento no haberse dopado nunca¡ª no es, seg¨²n los expertos, real, s¨ª que lo son las demandas econ¨®micas de la compa?¨ªa de seguros que le dio 12 millones de d¨®lares por sus victorias o la demanda civil emprendida por Landis por fraude contra su US Postal.
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