A un paso de la cima a toda velocidad
Dieciocho a?os despu¨¦s, el Madrid vuelve a una final de la m¨¢xima competici¨®n europea. Su largu¨ªsima sequ¨ªa termin¨® despu¨¦s de un partido vibrante, alterno en su dominio y que al final se llevaron los madridistas gracias a su mayor pujanza f¨ªsica y fondo de armario, que terminaron por doblegar la resistencia azulgrana. Al Barcelona, en la situaci¨®n en la que se encuentra, se le hizo demasiado largo el partido, y en el ¨²ltimo cuarto y con las fuerzas e ideas muy justas, no le qued¨® m¨¢s remedio que claudicar en el territorio de definici¨®n, h¨¢bitat donde ha marcado la diferencia en los ¨²ltimos tiempos. Pero lleg¨® a ¨¦l con Navarro y Tomic maniatados y Lorbek otra vez desnortado, demasiadas malas noticias como para contrarrestar un Madrid al que esta vez no le tembl¨® el pulso. Todo lo contrario.
Hubo un momento crucial, cuando el Barcelona se coloca nueve arriba ya metidos en el ¨²ltimo cuarto. El Madrid cambia de t¨¢ctica y donde antes hab¨ªa lanzamientos de distancia, comienza a intentar penetraciones a canasta que terminan en asistencia al p¨ªvot cuando se produce la ayuda. La defensa azulgrana, hasta ese momento muy s¨®lida, empieza a hacer aguas y el Madrid supera una situaci¨®n cr¨ªtica. El estado an¨ªmico blanco crece a la misma velocidad que el Bar?a comienza a dar signos de flaqueza. La defensa blanca se torna asfixiante sobre todo para Navarro, perseguido por todo el campo y Tomic, al que Slaughter no le deja vivir. El ataque azulgrana se atasca y surge imparable la figura de Felipe Reyes. Lo de Felipe, no por repetido deja de sorprender. No solo por los n¨²meros (17 puntos, 5 rebotes, 6 faltas provocadas, 23 de valoraci¨®n), que ya son llamativos, sino por su impacto emocional. Cuando el Madrid necesitaba agarrarse a algo, Felipe apareci¨® para ofrecer esperanza a trav¨¦s de su eterna lucha, el temple que da la veteran¨ªa y su habilidad para estar siempre en el sitio justo en el momento adecuado. No es algo cient¨ªfico ni ninguna universidad de esas americanas que hacen investigaciones muy extra?as se ha dedicado a estudiarlo, pero estoy casi convencido que Felipe Reyes esconde en alg¨²n lugar de su organismo, seguramente en sus manos, un im¨¢n de gran potencia. Solo de esta forma resulta explicable su capacidad para que al final, una y otra vez, el bal¨®n termine dirigi¨¦ndose hacia donde ¨¦l est¨¢ ubicado.
Existen dos versiones del conjunto blanco, uno con dificultades para dinamizar el juego; otro que vuela
Con Felipe debe compartir galones el artista Sergio Rodr¨ªguez. No hay ni la m¨¢s m¨ªnima duda de que existen dos Madrid, uno sin y otro con. Uno con ciertas dificultades para dinamizar el juego; el otro que vuela. Uno algo pesadote, m¨¢s id¨®neo para labores de desgaste, y el otro extremadamente ligero para terminar faenas. Dominaba el Bar?a gracias a un buen primer cuarto donde se jug¨® al ritmo de Marcelinho, desactiv¨® al Madrid hasta dejarle en n¨²meros impropios (11 puntos) y se aprovech¨® del buen inicio de Navarro y Tomic. Como suele ser habitual, el segundo cuarto se inici¨® ya con la presencia de Sergio Rodr¨ªguez, y Laso tuvo la feliz idea de mantener a su lado a su tocayo Llull. Liberado de tener que pensar y dirigir al equipo y aprovech¨¢ndose de que el partido cogi¨® otra velocidad, Llull pudo dedicarse a buscarse las habichuelas en ataque, y con tres triples casi consecutivos hizo desaparecer la diferencia. Y en el cuarto volvi¨® a la acci¨®n Sergio Rodr¨ªguez y bien que lo volvi¨® a notar su equipo.
Trabajada victoria del Madrid que confirm¨®, al menos en esta ocasi¨®n, su mayor lozan¨ªa y recursos. Ma?ana le espera el Olympiacos, que le dio un mandoble de los buenos al CSKA. Un ¨²ltimo paso para volver a colocar al Madrid en la cima europea casi un mill¨®n de a?os despu¨¦s.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.