El Rojo de Maracan¨¢

Espa?a no jugaba en Maracan¨¢ desde el 13 de julio de 1950, en partido valedero para la Copa del Mundo. Fue contra Brasil, ante 152.752 espectadores, con Eizaguirre de entrenador, Gainza de capit¨¢n y Ramallets de portero. Brasil le meti¨® seis. Ayer, La Roja volvi¨® con motivo de la Confederaciones, con Del Bosque en el banco y Reina de portero, y 71.200 aficionados se citaron en las gradas para ver c¨®mo Espa?a le endosaba 10 a Tahit¨ª. Cuentan las cr¨®nicas que hace 63 a?os el estadio fue un clamor animando a la Canarinha; ayer el estadio grit¨® a favor de Tahit¨ª, de las leg¨ªtimas reclamaciones del pueblo y del orgullo de ser brasile?o.

Entonces, no exist¨ªa la mercadotecnia en el f¨²tbol, as¨ª que las fotos evocan una grada bien distinta, llena de camisas y vestidos largos; ayer, todo eran camisetas de equipos, la mayor¨ªa locales, casi todas del Flamengo, pero muchas de la selecci¨®n brasile?a, muchas de Espa?a y no pocas de equipos espa?oles. Por ejemplo, un aficionado llamado Vaso se paseaba con una zamarra del Espanyol: ¡°Fui a Barcelona, un amigo perico me explic¨® su filosof¨ªa de equipo pobre al lado del rico y me gust¨®¡±, explica. ?l es del Flamengo. Ha comprado todas las entradas para los partidos que se disputan en Maracan¨¢. ¡°Yo estoy a favor de la Copa¡±, avisa. A su lado, su amigo Gustavo viste una camiseta del Barcelona, retro, con su nombre a la espalda. "Me la trajo mi hermana, que vive all¨ª", dice. Es del Flu. Y Jetter camina vestido con una del Atl¨¦tico. ¡°Por ir en contra del Bar?a y del Madrid¡±, aclara. Un grupo de argentinos pasa a su lado. Vienen de Buenos Aires, est¨¢n de vacaciones. Mariano es de River, va vestido con la albiceleste, Juli¨¢n de azulgrana, con el nombre de Messi ¡ª¡°soy del Bar?a por Leo, y de Racing¡±, avisa¡ª.

Son muchos los brasile?os que visten la casaca de La Roja, algo impensable hace a?os, y que genera controversia. ¡°La llevo porque me gusta el f¨²tbol y porque son muy buenos¡±, dice Rodrigo. ?l se apunta al n¨²mero 6 de Iniesta, ovacionado al entrar a la cancha ayer como ning¨²n otro jugador de Espa?a. Tambi¨¦n hay espa?oles en la grada, pero menos de los que pudiera parecer viendo tanta camiseta roja. Santi Caicedo, de Santander, vive en la Ilha do Governador, es economista y lleva cinco a?os en Brasil. ¡°Animan a Tahit¨ª porque saben que Espa?a va a ganar la Copa¡±, aclara. Alrededor, se multiplican las colas en los bares, mientras Espa?a, La Roja, se da una fiesta de goles que a Mar¨ªa, una ni?a de 12 a?os, con la camiseta de Villa, que pasea de la mano de su madre, Marisa, le da algo de ¡°penita¡±. Son de Sevilla y viven en Lebl¨®n desde hace dos a?os, porque ¡°pap¨¢ trabaja aqu¨ª en una oficina¡±, cuenta, con un extra?o acento entre andaluz y brasile?o. A esas alturas, Maracan¨¢ es un clamor: ?Tahit¨ª, Tahit¨ª!.

Los jugadores espa?oles fueron agasajados casi como h¨¦roes por sus rivales sobre el c¨¦sped de Maracan¨¢. Al principio, antes del encuentro, recibieron collares como regalos, y despu¨¦s de la goleada los tahitianos intentaron quedarse con algunas camisetas de los espa?oles como recuerdo de este d¨ªa tan especial. Pese a la paliza en el marcador, jugar en el m¨ªtico Maracan¨¢ y contra la selecci¨®n campeona y mundial fue un recuerdo inolvidable.