La leyenda alemana derrumba a la Real
El Leverkusen marca sus dos goles en los minutos 45 y 91 para arruinar el tanto de Vela
El reloj le mir¨® de reojo a la Real Sociedad y le dijo: ¡®No tienes nada que hacer. En el l¨ªmite del tiempo reglamentario te la voy a jugar y te voy a amargar la noche¡¯. Minuto 45: gol del Bayer. Minuto 91: gol del Bayer. Entre medio, una Real con dos caras, conservadora y fr¨ªa la primera; aguerrida e inteligente la segunda. Pero el marcador miraba al tiempo l¨ªmite, al m¨¢ximo riesgo, algo que los equipos alemanes han convertido en leyenda. Si tiene que pasar algo sorprendente, inesperado, caer¨¢ de su lado. Y cay¨® como un rayo. Bueno, como dos, en el mismo sitio, en la misma red.
La Real, con sus dudas y con su fe, fue cumpliendo satisfactoriamente los fetiches que acompa?an al Bayer Leverkusen en su andadura futbol¨ªstica. Resisti¨® con agobios su salida impetuosa, super¨® despu¨¦s el tramo fat¨ªdico que va del minuto 15 al 30, donde la hueste de Hyypya saca la daga y corta el f¨²tbol con traza de carnicero. En ese rango, incluso se permiti¨® el lujo de adormecer al le¨®n con dardos t¨¢cticos, lanzados a la yugular del equipo alem¨¢n (es decir, al cuello futbol¨ªstico de Simon Rolfes, el gen¨¦rico de la m¨¢gica aspirina). Pero all¨ª, cuando el embrujo de la estad¨ªstica estaba a punto de fenecer para convertirse en puras adormideras, en el estrech¨ªsimo l¨ªmite que separa el terreno de juego de la caseta, apareci¨® Rolfes, el rubio que posee el don de la ubicuidad, el que parece que no corre y est¨¢ en todas partes, para cabecear primero una falta sacada por Sam y empujar el rechazo ¨¢gil de Bravo. Era el minuto 45, cuando se iba a parar el reloj, cuando las brujas se iban al sal¨®n.
B. LEVERKUSEN, 2 - R. SOCIEDAD, 1
Bayer Leverkusen: Leno; Hilbert, Wollsheid, Toprak, Boenisch (Can, m. 69); Reinartz, Bender, Rolfes, Sam (Hegeler, m. 84); Kiessling y Son (Kruse, m. 68). No utilizados: Palop; Donati, Spahic y Derdiyok.
Real Sociedad: Bravo; Carlos Mart¨ªnez, Mikel Gonz¨¢lez, I?igo Mart¨ªnez, De La Bella; Markel, Elustondo, Zurutuza (Ros, m. 89); Carlos Vela, Seferovic (Aguirretxe, m. 68) y Griezmann (Chory Castro, m. 83). No utilizados: Zubikarai; Ansotegi, Cadamuro y Rub¨¦n Pardo.
Goles: 1-0. M. 45. Rolfes. 1-1. M. 51. Carlos Vela, tras recoger el rechace de un penalti que le hab¨ªa parado Leno. 2-1. M. 91. Hegeler.
?rbitro: Sergei Karasev (Rusia). Amonest¨® a Mikel Gonz¨¢lez, Carlos Vela y Leno.
30.000 espectadores en el Bay Arena.
La Real hab¨ªa encarado el partido con las precauciones necesarias, poblando el centro del campo y vigilando a Rolfes con el ojo, con el rabillo y con el o¨ªdo. Por su cueva nace el peligro y la Real le puso algunas piedras en el camino. No las suficientes como para evitar el mal mayor, pero s¨ª las suficientes para frenar el previsible avasallamiento. El problema de la Real es que la manta no llegaba hasta el ¨¢rea contraria, sus ataques eran inofensivos, m¨¢s obligados que deseados.
Pero la adormidera funcionaba. El Bayer solo despertaba con los caracoleos de Sam, un activista inagotable y los centros del coreano Son. Entre Sam y Son, mediaba Kiessling, m¨¢s imponente que importante. La Real respiraba hasta que el gol de Rolfes le hel¨® el alma. Pero el vestuario se la rescat¨®. Por la raz¨®n que fuera (el impacto del gol, los reajustes, la conjura, el v¨¦rtigo), la Real fue otra cuando cambi¨® de lugar en el campo. Como si de pronto jugara cuesta abajo, como si la vertical de la porter¨ªa fuera un carril bici sin obst¨¢culos. De pronto surgi¨® la mejor versi¨®n de Zurutuza, la mejor cara de Carlos Vela, la m¨¢s incisiva de Griezmann. Y a falta de una jugada genial, lleg¨® una diagonal que concluy¨® en penalti claro de Hilbert a Vela que el propio mexicano se encarg¨® de lanzar apurando el suspense y el intr¨ªngulis porque Leno lo despej¨® hacia afuera pero Vela lleg¨® el primero y lo envi¨® a la red.
La Real ya ten¨ªa la p¨¢tina de Lyon, la del equipo ¨¢gil, el¨¢stico, que planea sobre el campo m¨¢s que corriendo, oteando el horizonte, bien sujetado por el trabajo sordo de Elustondo que acab¨® por arrinconar a Rolfes a las zonas bald¨ªas del campo y, por lo tanto, al ostracismo de Kiessling, un an¨®nimo del ¨¢rea ocultando su prestigio bajo el aliento de I?igo Mart¨ªnez y Mikel Gonz¨¢lez.
Lo extra?o fue que Carlos Vela, 10 minutos despu¨¦s de abrochar el penalti al segundo toque, con Leno de por medio disparase al cuerpo del portero, solo, abandonado por los defensas, olvidado del mundanal ruido tras un pase magn¨ªfico del omnipresente Zurutuza. A Vela se le apag¨® la llama de la m¨ªnima imaginaci¨®n y, como un juvenil, se ofusc¨® con el verde fosforito del portero y le tir¨® a dar. Y le dio. De lleno. Algo inusual en un futbolista listo por naturaleza.
Fue el momento de la Real, el del pu?etazo en la mesa, el del grito al viento y a la vida de la Champions. Pero tropez¨® con el corpach¨®n de Leno, quieto como una farola, pero en el sitio justo para recibir el topetazo. Estaba muerto el Bayer, con sus alfiles arrinconados y la Real rebuscando oportunidades en el Bay Arena, moviendo la sopa desde atr¨¢s desde lo profundo del centro el campo y desde el burbujeo de sus pompas en el ¨¢rea.
Pero el f¨²tbol es un arte caprichoso y el Leverkusen encontr¨® su salvaci¨®n en la extremaunci¨®n. Marc¨® en el minuto 45 y en el 91, cuando Hegeler convirti¨® un libre directo en un bal¨®n a la escuadra del sorprendido Bravo. Fue como un asalto en un callej¨®n oscuro, una suerte del destino, un homenaje a la vieja historia futbol¨ªstica alemana que te obliga a ser precavido incluso cuando te vas al vestuario, no fuera que el silbato final no lo diera el ¨¢rbitro sino un espectador juguet¨®n.
Todo un castigo para una Real a la que le sobraron dos minutos, uno en cada tiempo. Le hubiera bastado con que el ¨¢rbitro mirase mal el reloj para haber sobrevivido y hecho justicia para un partido que se parti¨® en dos mitades. Una fue para el Bayer, otra para la Real, pero el equipo alem¨¢n se despidi¨® en ambas con un premio inesperado como un homenaje a la leyenda alemana, una leyenda que no entiende de justicia sino de costumbres.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.