El pase de Messi
La asistencia que La Pulga dio a Neymar en la jugada del penalti y la expulsi¨®n de Ramos en el cl¨¢sico me record¨® al pase de Maradona a Burruchaga en la final del Mundial del '86
Es muy dif¨ªcil definir al Madrid. El equipo es lo que son sus jugadores. La velocidad de Di Mar¨ªa, Bale, Cristiano, y los aportes de Benzema arriba, determinan su forma de estar en los partidos. De acuerdo con su plan, el Madrid jug¨® muy bien el cl¨¢sico. Se desplegaba con estos aventureros pero quedaba expuesto a las posesiones del Barcelona. El Barcelona no maneja los tiempos como anta?o; ya no emplea el juego de posesi¨®n para organizarse. Eso lo expuso defensivamente porque se aboc¨® a un partido de ida y vuelta, y sus futbolistas no est¨¢n acostumbrados a jugar con esa violencia. El partido se desarroll¨® de modo favorable al Madrid desde el plano t¨¢ctico. El ¨²nico problema del Madrid fue que qued¨® deshilachado entre l¨ªneas y dej¨® recibir libre a Messi. Por esa v¨ªa el Barcelona hizo mucho juego interior. Si el Barcelona no se meti¨® en un problema irresoluble fue porque se compens¨® con las genialidades de Iniesta y Messi.
Sorprende la faceta de Messi como pasador porque domina los diferentes escenarios: amontonando gente para pasar en corto entre las piernas de los rivales, conduciendo, a la derecha, a la izquierda¡ La acci¨®n que precipita el 0-1 es inexplicable sin la presencia de un don. Dar el pase con esa velocidad, con el pie abierto, registrando a los compa?eros a su alrededor mientras clava la mirada en el suelo, por donde conduce la pelota, es un hecho inusual en el f¨²tbol. Messi va conduciendo, superando obst¨¢culos. En determinado momento piensa en patear al arco pero ve r¨¢pido la jugada. Ve que Carvajal cierra para tapar a Xavi, que llega m¨¢s corto, y alarga el pase a Iniesta. Lo asombroso es su habilidad para detectar el movimiento de sus compa?eros porque los gambeteadores no tienen registradas las cosas que pasan m¨¢s all¨¢ de su ¨¢mbito inmediato. Messi tiene la mente puesta en la pelota y sin necesidad de levantar la cabeza puede dar un pase de 10 o 15 metros. Visualiza la escena.
El pase a Neymar antes del penalti del 3-3 lo ejecuta con panorama, como el jugador que organiza, con la cancha abierta. Es un pase filoso, de frente, sin oposici¨®n, con la visi¨®n despejada, como estuvo durante gran parte del partido. Porque Messi recibi¨® bastante libre, sea porque se las ingeni¨® para recibir entre l¨ªneas, o porque al Madrid le cost¨® acomodarse a sus movimientos. Levant¨® la cabeza y dio un pase m¨¢s cerebral, con la visi¨®n propia del hombre que cumple otro papel. Me record¨® al pase de Maradona a Burruchaga en la final del Mundial 86. Conjuga amplitud de mirada con exactitud de organizador.
Respecto a la mec¨¢nica de ejecuci¨®n del pase, Messi es ¨²nico por la velocidad a la que coordina movimientos. Conduce y abre el pie para golpear con el interior sin detenerse. Pasa y sigue. Normalmente, por la inercia del movimiento, este gesto efectuado en carrera no tiene exactitud. El cuerpo, el pie, tiende a ser m¨¢s impreciso en espacios reducidos. Pero el pase de Messi siempre se sincroniza con la carrera y casi siempre da ventaja. A pesar de la inercia del movimiento pone a Iniesta en el siguiente paso en disposici¨®n de ganar tiempo. Con naturalidad. La asistencia del 0-1 parece un pase de los que se dan en el medio campo, un pase cualquiera, pero ¨¦l lo hace al borde del ¨¢rea y es un pase de gol. Aleja a Iniesta de sus marcadores porque entrega con precisi¨®n y porque aglutina gente que le cierra el paso al arco y en el momento que suelta la pelota habilita a su receptor.
Messi une su tremendo poder desequilibrante para pasar la pelota aprovechando que el rival concentra gente para frenarlo. Los compa?eros corren sin detenerse; no lo dejan de acompa?ar porque saben que la descarga siempre es probable. Cuando ¨¦l va hacia el coraz¨®n del ¨¢rea necesita extremos que le den opciones de pase. Porque los laterales ¡ªcomo Carvajal¡ª instintivamente acompa?an a los centrales dejando en los costados un espacio en el que los extremos se divierten.
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