El gol que todo lo tapa
M¡¯Bia, anulado por Keita y el planteamiento de Emery, aparece en el momento decisivo
Mestalla no era Mestalla. Era mucho m¨¢s. Un aut¨¦ntico infierno que estall¨® en v¨ªtores con la llegada del Valencia y desemboc¨® en una monumental bronca en el turno del Sevilla. Sobraron algunos lanzamientos de botellas entre las aficiones, demasiado cerca una de otra, sin vallas de protecci¨®n y con trabajo extra para la polic¨ªa. Atronaba la megafon¨ªa del estadio mientras el Sevilla calentaba y la grada la tomaba con el portero rival Beto. Alcacer no fue perdonado por la UEFA y el meta portugu¨¦s fue la diana de los aficionados valencianistas tras la tarjeta provocada en la ida por el sevillista. Monchi, director deportivo y portero en su etapa de futbolista, dej¨® la banda y se acerc¨® al ¨¢rea. Su abrazo a Beto simbolizaba su apoyo al luso. Sin duda, un intento de restar la enorme presi¨®n que ca¨ªa en ese momento sobre el guardameta.
¡°?S¨ª se puede!¡±, gritaba Mestalla, un estadio que se llen¨® hasta la bandera seis a?os despu¨¦s. Una marea roja, sin embargo, resist¨ªa en una esquina del campo, con sevillistas, no obstante, desparramados por todo el campo. El caldo de cultivo ideal para la remontada estaba creado.
De traspi¨¦ en traspi¨¦, el medio incluso perdi¨® la marca de Mathieu en el tercer tanto rival
Conmocionado por este tremendo ambiente en contra, el Sevilla confundi¨® el repliegue para buscar el contragolpe con el miedo, adquiriendo el disfraz de equipo menor, pr¨¢cticamente metido en su ¨¢rea.
Con M¡¯Bia y Carri?o pegados a los centrales, sin salida por las bandas, el Valencia se activ¨® contagiado por su grada, encontrando salida a su f¨²tbol por las bandas. Creaba Parejo y el f¨²tbol de seda del centrocampista empujaba a Feghouli y Bernat en ambas bandas. El plan no puso salirle peor a Emery, que cambi¨® de ubicaci¨®n a Reyes y Vitolo para alterarle los ritmos al Valencia. Se encontr¨® con un aut¨¦ntico cortocircuito. Feghouli se invent¨® un golazo y los de Pizzi aumentaron la presi¨®n hasta igualar la eliminatoria en un jugad¨®n de Bernat. El lateral demostr¨® su calidad y su velocidad para destrozar la pizarra de Emery, un entrenador que parec¨ªa haberse despojado de su condici¨®n de perdedor de las grandes eliminatorias.
Una historia ya vivida en Valencia, que iba alterando los pulsos de un Sevilla sin aliento, falto de personalidad, donde Rakitic no cog¨ªa un bal¨®n, con lo que su equipo se mostr¨® incapaz de dar tres pases seguidos. Una pesadilla que atorment¨® a los andaluces mientras Bernat volaba, una y otra vez, por su banda. En este Sevilla donde todo gira alrededor del croata, el grupo echaba mucho de menos a su l¨ªder, perdido en ese extra?o paso adelante que le hizo jugar casi de delantero. Fue el partido donde se expuso de una manera notoria la teor¨ªa de los espacios mal ocupados. En el Valencia emergi¨® la imponente figura de Keita, un futbolista conocedor como pocos del juego. Su talento mental contribuy¨® al despliegue de Parejo y la seguridad con el Valencia domin¨® los tiempos del partido. Keita ordenaba y mandaba, mientras que M¡¯Bia, el esperado escudero de Emery, naufragaba. El camerun¨¦s no supo casi nunca d¨®nde colocarse, superado por sus rivales, entregado a la defensa por acumulaci¨®n al pegarse a Pareja y Fazio. Por su cabeza jam¨¢s pas¨® el partido, sin tiempo de analizar los movimientos del Valencia, lento a la hora de taponar la salida del rival.
En este Sevilla donde todo gira alrededor del croata, el grupo echaba mucho de menos a su l¨ªder, perdido en ese extra?o paso adelante que le hizo jugar casi de delantero
Keita, adem¨¢s, actu¨® como la prolongaci¨®n de Pizzi en el campo, dando instrucciones a sus compa?eros, ordenando la presi¨®n en el instante adecuado.
De traspi¨¦ en traspi¨¦, la noche de M¡¯Bia era para olvidar. Incluso perdi¨® la marca de Mathieu en el tercer gol del Valencia, en ese saque de esquina que pareci¨® definitivo.
La remontada estaba servida tras el discurso de Keita, que habilit¨® el partidazo de Parejo y minimiz¨® a un M¡¯Bia sin concepto y a un Emery que volvi¨® a ser un entrenador de perfil conservador. Hasta que todo dio un giro con el tiempo ya cumplido. El mismo jugador del que no hab¨ªa habido noticias durante todo el partido apareci¨® en el ¨²ltimo suspiro. Un remate de cabeza de M¡¯Bia terminaba en la red de Diego Alves. Un tanto que tapaba un partido para olvidar. Un gol que vale una final.
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