Su¨¢rez fulmina a Inglaterra
Dos goles del delantero del Liverpool, que jug¨® medio cojo, completan la gesta de Uruguay
La mejor reuni¨®n de futbolistas ingleses en d¨¦cadas fue sacrificada en el Itaquer?o. Los entreg¨® a la ruina un entrenador obtuso. No los libr¨® ni la clase individual, ni el coraje, ni un infinito esp¨ªritu de entrega. Quedaron al l¨ªmite de la eliminaci¨®n de la Copa ante Uruguay, un equipo marcado por las limitaciones que se manej¨® con inteligencia y valent¨ªa en busca de una ocasi¨®n. Cuando la tuvo apareci¨® el hombre providencial, Luis Su¨¢rez, que jug¨® medio cojo y meti¨® dos goles. La heroicidad explica lo que sucede cuando se cruzan una voluntad de hierro con un desastre de organizaci¨®n.
Fue un duelo equilibrado a partir de las desigualdades. La superioridad manifiesta de la plantilla inglesa se compens¨® con la ineptitud de su entrenador, incapaz de interpretar las necesidades del partido. Roy Hodgson no comprendi¨® que contra Italia su equipo se parti¨® por la mitad y contra Uruguay repiti¨® los mismos errores. Si por algo se caracteriza la nueva generaci¨®n de futbolistas ingleses es por su ductilidad. Wilshere, Shaw, Lallana o Barkley son capaces de interpretar el juego en el medio campo, exactamente all¨ª donde se cocina el f¨²tbol moderno. Pero Hodgson no los utiliz¨® de entrada. Los dej¨® en el banquillo porque el entrenador es un hombre anclado en el pasado al que le cuesta salir del registro de la apertura a banda y el centro a la olla. Siguiendo este plan, Inglaterra se despleg¨® con dos mediocentros innecesariamente duplicados, Gerrard y Henderson, y por delante descolg¨® a Welbeck, Rooney, Sturridge y Sterling, los tres primeros con vocaci¨®n de punta, el ¨²ltimo un extremo. El resultado fue un desierto en el centro del campo. Una espacio interminable y extra?o por donde se perdieron Rooney, Gerrard y Henderson.
Tab¨¢rez, a quien no por nada llaman ¡®Maestro¡¯, advirti¨® el punto d¨¦bil y ah¨ª dirigi¨® su armamento. El entrenador uruguayo organiz¨® algo parecido a un 4-1-4-1. Liber¨® a Su¨¢rez, le pidi¨® a Cavani que se retrasara para tapar la salida de Gerrard, dispuso una l¨ªnea de tres volantes con Rodr¨ªguez, Lodeiro y Gonz¨¢lez, y mand¨® a Ar¨¦valo, el mediocentro, a vigilar a Rooney. En un solo movimiento Inglaterra se encontr¨® superada num¨¦ricamente y Rooney, su mejor futbolista, se vio aislado.
Uruguay fingi¨® que se dejaba dominar en las zonas fr¨ªas del campo, se parapet¨® sobre su ¨¢rea, y cuando tuvo la pelota la movi¨® con naturalidad porque los delanteros ingleses no bajaban. La mejor ocasi¨®n de Inglaterra fue un cabezazo de Rooney al palo tras un c¨®rner. En el ¨¢rea opuesta, Cavani y Su¨¢rez tuvieron dos mano a mano con Hart. Finalmente, antes del descanso, el partido se rompi¨®. Lodeiro forceje¨® con Henderson y Gerrard, entreg¨® a Cavani, cuyo centro al medio del ¨¢rea encontr¨® solo a Su¨¢rez. R¨ªgido como lleg¨® al partido despu¨¦s de su operaci¨®n de menisco, el delantero del Liverpool le gan¨® la espalda a Jagielka y cabece¨® al ¨¢ngulo de la cruceta. El gol desat¨® el delirio en los millares de uruguayos que hab¨ªan atravesado 2.000 kil¨®metros de continente hasta Itaquer?o. La tribuna temblaba en el descanso: ¡°?El que no salta es un ingl¨¦s!¡±.
Hodgson tard¨® una hora en reaccionar. Lo hizo lentamente. Primero cambi¨® a Welbeck por Barkley, luego a Sterling por Lallana. Los hombres estuvieron bien elegidos pero el desorden dentro del campo no se corrigi¨®. Rooney se volc¨® a la izquierda y Lallana se puso en el medio, al rev¨¦s de lo que indican las cualidades de los futbolistas. Entre las vacilaciones y la desesperaci¨®n, los jugadores ingleses asaltaron el ¨¢rea rival a fuerza de empuje y centros. Una verdadera lluvia descarg¨® sobre Muslera.
Uuruguay comenz¨® a sufrir el asedio. Pero la defensa se quebr¨® en una jugada casi fortuita. Johnson tir¨® una pared con Sturridge en la banda derecha y se filtr¨® a trompicones entre tres defensas antes de centrar raso. En el segundo palo, burlando a C¨¢ceres, irrumpi¨® Rooney. El 1-1 puso a Uruguay en una situaci¨®n l¨ªmite. Obligada a responder sin apenas recursos en la caseta, con jugadores fatigados, y con la estrella, Su¨¢rez, al borde del calambre. La generosidad de Inglaterra, sin embargo, no tuvo l¨ªmites. Un saque de porter¨ªa de Muslera, prolongado por Gerrard, acab¨® en los pies del cojo. La defensa se clav¨® a media salida y el delantero se puso mano a mano con Hart antes de rematar con el alma. Fue el gol del partido. Lo ¨²ltimo que har¨ªa Su¨¢rez, aclamado como un h¨¦roe cuando qued¨® tendido en el campo pidiendo el cambio. Estaba inv¨¢lido. La camilla lo retir¨® en medio de la aclamaci¨®n de su gente mientras los ingleses se consum¨ªan en un torbellino de nervios ante la inminencia de la cat¨¢strofe.
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