No era para tanto
El Mundial discurre mejor de lo esperado. Es cierto. En parte, porque lo esperado era muy malo, una suerte de apocalipsis brasile?o en el que poco o nada iba a funcionar como debiera
Ya abundan los art¨ªculos en la prensa de todo el mundo donde se asegura que el Mundial discurre mejor de lo esperado. Es cierto. En parte, porque lo esperado era muy malo, una suerte de apocalipsis brasile?o en el que poco o nada iba a funcionar como debiera. Y hab¨ªa quien pintaba una imagen negra de esta Copa del Mundo que se pod¨ªa resumir as¨ª: estadios sin acabar a los que se llegaba por carreteras inconclusas y desmontes inhumanos rodeados de manifestantes anti-f¨²tbol, y polic¨ªas anti-manifestantes en medio de bandas de delincuentes asaltando al atribulado hincha, que se maldec¨ªa por no haberse conformado con ver los partidos en la televisi¨®n de su casa y que no pod¨ªa escapar de ah¨ª porque el metro no funcionaba debido a una huelga salvaje que sum¨ªa a la ciudad en un atasco insalvable, oscuro y final.
Es cierto que los estadios se acabaron a ¨²ltima hora o que no se acabaron como estaba previsto. En el de Itaquer?o, al este de la ciudad, el que sirvi¨® para abrir el campeonato, los obreros pintaban la salida del metro un d¨ªa antes de la ceremonia y varias de las pasarelas de acceso eran provisionales. Pero los partidos se han desarrollado aceptablemente y los seguidores de todos los equipos que han utilizado ese estadio, sin ir m¨¢s lejos, han llegado a ¨¦l sin problemas y han disfrutado del juego.
Los brasile?os, en su gran mayor¨ªa, se alinearon junto a su selecci¨®n declar¨¢ndose a s¨ª mismos una tregua hasta que termine el campeonato o Brasil sea eliminada
La inauguraci¨®n vino precedida por una huelga de metro que amenaz¨® con poner S?o Paulo patas arriba. De hecho, la puso, aunque dos d¨ªas antes. Los trabajadores volvieron a sus puestos y desde entonces el metro funciona como un reloj suizo, mucho mejor que antes de la Copa del Mundo. Hasta el punto de que muchos habitantes de S?o Paulo van medio mosqueados, intuyendo que empeorar¨¢ en cuanto los periodistas internacionales se hayan ido.
Los aeropuertos iban a ser un caos de maletas perdidas, colas en las paradas de taxis, pasillos convertidos en laberintos o ratoneras por falta de indicaciones y vuelos cancelados. No ha sido as¨ª. O no m¨¢s que en otros sitios. De hecho, la cancelaci¨®n de vuelos ha sido menor que en d¨ªas de vacaciones.
Las protestas de hace un a?o y las im¨¢genes de contenedores de basura en calles de S?o Paulo ardiendo y de cargas de polic¨ªas con uniformes de Robocop el mismo d¨ªa del partido inaugural hac¨ªan temer un Campeonato del Mundo inmerso en una revuelta social.
No ha sido para tanto. El bal¨®n ech¨® a rodar y los brasile?os, en su gran mayor¨ªa, se alinearon junto a su selecci¨®n declar¨¢ndose a s¨ª mismos una tregua hasta que termine el campeonato o Brasil sea eliminada. Mientras tanto, hay protestas y manifestaciones puntuales y no muy numerosas, marcadas casi siempre en las fechas en que juega la selecci¨®n brasile?a, que a veces derivan en actos violentos debido a grupos incontrolados.
Pero, por lo general, los partidos se desarrollan puntualmente, de una manera brillante, las calles se llenan de hinchas felices envueltos en un ambiente cada vez m¨¢s festivo. Y por eso cada vez arraiga con m¨¢s fuerza la certeza, incluso para los brasile?os desconfiados, de que no era para tanto.
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