¡°Brasil es un pa¨ªs muy racista¡±
El ex¨¢rbitro Marcio Chagas relata la experiencia que lo llev¨® a dejar el silbato
El pasado 5 de marzo, en la localidad de Bento Gon?alves, nada m¨¢s entrar al campo para dirigir el partido entre Esportivo y Veran¨®polis del Campeonato Ga¨²cho del estado de Rio Grande do Sul, el ¨¢rbitro Marcio Chagas (Porto Alegre, 1976) escuch¨® como un grupo de 20 aficionados le gritaba ¡°negro¡±, ¡°macaco¡±, ¡°vu¨¦lvete a la selva, a ?frica¡±, ¡°escoria¡±, ¡°basura"... ¡°Fue un partido sin el menor problema¡±, recuerda Chagas en una conversaci¨®n con este peri¨®dico; ¡°no hubo penaltis, ni expulsiones. Absolutamente nada. Gan¨® Esportivo 3-2¡±. Cuando se dirig¨ªa al vestuario, el mismo grupo comenz¨® a insultarle de nuevo: ¡°Mono, hijo de puta¡±. El colegiado se par¨® y se acerc¨® a la grada. ¡°En el grupete hab¨ªa un ni?o de 7 u 8 a?os. Les pregunt¨¦: ¡®?Haces esto delante de tus hijos?¡¯ Me respondieron: ¡®Basura, vu¨¦lvete a ?frica¡¯. Logr¨¦ calmarme, les dese¨¦ una buena semana. Despu¨¦s de ducharme, en el aparcamiento (que era de acceso exclusivo para empleados), vi que las puertas de mi coche estaban abolladas. Hab¨ªa dos pl¨¢tanos encima del veh¨ªculo. Trat¨¦ de arrancar el coche, pero no pod¨ªa. Descubr¨ª que hab¨ªa otros dos pl¨¢tanos en el tubo de escape¡±. Chagas le pidi¨® entonces a un juez de l¨ªnea que hiciese algunas fotos, porque ¡°sab¨ªa que cuestionar¨ªan la veracidad de los hechos¡±. Avis¨® tambi¨¦n a unos periodistas de la radio. ¡°Los jugadores sal¨ªan del estadio, empezamos a hablar. Uno de ellos (negro tambi¨¦n) me apart¨® a un lado y me dijo: ¡®Marcio, aqu¨ª esto es normal. A veces preferimos jugar como visitantes, para que la afici¨®n no nos moleste¡¯. Yo estaba abatido, pero pens¨¦: ¡®Hoy va a cambiar algo, esto no queda as¨ª¡¯ ¡±.
Su primera decisi¨®n, todav¨ªa en el coche, fue abandonar el arbitraje. Chagas se fue a una comisar¨ªa, pero estaba cerrada por carnaval. Despu¨¦s trat¨® de hacer la denuncia online, pero el sistema no funcionaba. ¡°Me acordaba constantemente del polic¨ªa que vio todo en el estadio y en ning¨²n momento les llam¨® la atenci¨®n o quiso detener a los aficionados¡±. Aquel incidente no fue el primero de su vida, pero ¡°fue la gota de agua definitiva. Me hab¨ªa pasado otras veces, fuera y dentro del f¨²tbol, pero no de aquella forma tan cobarde. En mi carrera me hab¨ªa visto obligado a expulsar a un entrenador y a un jugador por llamarme mono. Pero aqu¨ª no pod¨ªa defenderme. ?Fueron al aparcamiento mientras hac¨ªa mi trabajo! Ten¨ªa muchas ganas de destrozar algo¡ Cuando vi que no pod¨ªa hacer la denuncia, decid¨ª acudir a la prensa. Mand¨¦ un texto relatando lo lamentable que es que suceda algo as¨ª en el a?o 2014. Me acost¨¦ a las cinco, pensando en mi hijo de un a?o. Mi padre nos advirti¨® a todos los hermanos de que vivir¨ªamos cosas as¨ª y de que deb¨ªamos tener la inteligencia para reaccionar de forma correcta¡±.
La noticia se extendi¨® r¨¢pidamente por Brasil. Chagas pensaba que recibir¨ªa el apoyo de la federaci¨®n, ¡°pero no fue as¨ª. La Confederaci¨®n Brasile?a de F¨²tbol se solidariz¨®, pero s¨®lo de palabra: no hicieron nada. El presidente del club declar¨® que yo me hab¨ªa inventado todo. ?Despu¨¦s de haber pasado por todo, ahora pasaba por mentiroso!¡± El Tribunal Superior del Estado de Rio Grande do Sul, tras un recurso del fiscal, acab¨® castigando al equipo local con el descenso de categor¨ªa, 30.000 reales y cinco partidos a puerta cerrada. Durante la vista, el abogado del club Esportivo sostuvo que los da?os al autom¨®vil merec¨ªan una reparaci¨®n, pero que llamar "macaco" a alguien no era una agresi¨®n. Chagas mantuvo su compromiso de pitar las tres ¨²ltimas jornadas del campeonato, fue elegido por cuarta vez mejor ¨¢rbitro del Campeonato Ga¨²cho y abandon¨® para siempre el silbato. ¡°Cerr¨¦ 15 a?os de carrera. Fue una cuesti¨®n de honra¡±. Dos semanas despu¨¦s recibi¨® una llamada de la cadena de televisi¨®n RBS para comentar partidos de f¨²tbol, actividad que compagina con su oficio de profesor de educaci¨®n f¨ªsica.
?C¨®mo explicar la pervivencia del racismo en un pa¨ªs de herencia africana que encontr¨® adem¨¢s en jugadores de color a algunos de sus m¨¢ximos h¨¦roes futbol¨ªsticos, como Amarildo u ¡®O Rei¡¯ Pel¨¦? ¡°Por desgracia, Brasil no conoce las ra¨ªces de su construcci¨®n¡±, explica Chagas. ¡°No quieren aceptar la participaci¨®n negra en la cultura de Brasil, y s¨ª la de otros extranjeros (italianos, alemanes, holandeses, etc.). La discriminaci¨®n es algo recurrente en Brasil. Es un pa¨ªs muy racista¡ No existe la democratizaci¨®n racial que se quiere vender¡±. ¡°Y el f¨²tbol¡±, prosigue Chagas, ¡°es reflejo de la sociedad. Mucha gente guarda sus prejuicios y racismo d¨ªa a d¨ªa, pero cuando van al estadio externalizan todo lo que no logran hablar por miedo a ser identificado. Son gatitos d¨ªa a d¨ªa y leones en las gradas¡±.
Poco despu¨¦s de su jubilaci¨®n anticipada Chagas fue invitado a Brasilia por la presidenta, Dilma Rousseff, en compa?¨ªa de Tinga y Auroca, dos futbolistas que hab¨ªan sufrido experiencias similares en un intervalo muy corto de tiempo. En esa reuni¨®n se alumbr¨® la l¨ªnea de tel¨¦fono gratuita (Disque Igualdade Racial) recientemente habilitada por el Gobierno para denunciar estos actos. Los diversos casos sucedidos a pocos meses de ¡®la Copa de las Copas¡¯ produjeron un debate sobre las medidas m¨¢s adecuadas. La postura m¨¢s extendida abogaba por el castigo a los culpables y al club propietario del estadio. Otra, defendida por el seleccionador Luiz Felipe Scolari, optaba por ¡°ignorar y no hacer publicidad a esos idiotas¡±. Chagas tiene muy clara su posici¨®n: ¡°Respeto la opini¨®n de Felipao, pero ¨¦l nunca va a entender la necesidad de hacerlo p¨²blico porque no es negro. Nunca va a ser insultado u ofendido de esa manera. Hoy es tan poderoso como la presidenta Dilma. No sabe lo que es sufrir el rechazo, el desprecio al entrar en un restaurante¡ Como si un negro fuese basura¡±.
¡°Mire a su alrededor¡±, concluye Chagas: ¡°?Qu¨¦ personas tienen poder hoy? La pobreza tiene color¡ Mi madre a¨²n no lo sabe, pero yo a los 16 a?os no pod¨ªa entrar en la casa de mi primera novia. Como si fuese un bandido. Tenemos que ser valientes y afrontar la realidad para que a mi hijo no le suceda lo mismo¡±.
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