Tres espa?olas en Australia
La experiencia en Royal Melbourne, uno de los campos m¨¢s dif¨ªciles del mundo, de Mireia Prat, Bel¨¦n Mozo y Beatriz Recari
La vida de un golfista profesional no es todo sonrisas y gloria, ni millones de d¨®lares o apariciones televisivas. Un ejemplo: Mireia Prat, ha estado viviendo el ¨²ltimo mes en Australia la vida de lo que podr¨ªamos llamar una mochilera del golf. Con su peque?a maleta y la bolsa de palos de golf a cuestas, Mireia ha encontrado alojamiento en las casas de amantes del golf de todo el pa¨ªs en su aventura para jugar en algunas de las m¨¢s grandes competiciones golf¨ªsticas de las ant¨ªpodas.
Hace tres semanas, unos d¨ªas despu¨¦s de que el pelot¨®n ciclista se deshiciera en abanicos a lo largo de la carretera que serpentea entre las dunas de Barwon Heads, donde vive Cadel Evans, donde el viento de la costa victoriana no deja de soplar, Mireia participaba en el Open de Victoria en el links del 13? Playa. Este torneo es ¨²nico en el mundo, pues en los 36 hoyos del campo se juegan simult¨¢neamente, los mismos cuatro d¨ªas, el Open masculino y el femenino. Hace dos a?os, Mireia termin¨® quinta y, de paso, bati¨® el r¨¦cord del campo. Anidado en las dunas que se extienden m¨¢s all¨¢ de la playa, el recorrido es una amalgama de subidas y bajadas en las que todos los ¨¢rboles parecen estar inclinados como en oraci¨®n buscando protecci¨®n del persistente viento que sopla sin obst¨¢culos desde la g¨¦lida Ant¨¢rtida a trav¨¦s del oc¨¦ano del sur. Incluso en verano, el viento es helador. Mireia comenz¨® bien este a?o, pero su primera vuelta se vino abajo cuando su bola acab¨® al borde de un b¨²nker bajo uno de esos ¨¢rboles gibosos. Su ¨²nica salida, fue sacar la bola hacia un lado, hacia un rough salvaje y arenoso. No pas¨® el corte por un solo golpe, pero se tom¨® la desgracia con filosof¨ªa. Al d¨ªa siguiente, la golfista catalana volvi¨® al campo de pr¨¢cticas antes de hacer la maleta de nuevo para marchar hacia el norte, a Queensland, donde se disputa el Masters Australiano femenino.
Royal Melbourne es para muchos uno de los mejores campos del mundo, si no el mejor
Prat no logr¨® clasificarse para el gran torneo del ciclo, el Open de Australia, y se perdi¨® as¨ª la oportunidad de jugar en el hermoso y brutal como el infierno recorrido conocido como Royal Melbourne, quiz¨¢s el mejor campo surgido de la cabeza y los dedos de Alister McKenzie, considerado el mejor dise?ador de la historia. Excavado en la tierra gris y entre los arbustos de t¨¦ del llamado cintur¨®n de arena de la ciudad australiana, Royal Melbourne es para muchos, como Geoff Ogilvy, ganador del Open de EE UU en 2006, y su compa?ero en una empresa de dise?o, Michael Clayton, uno de los mejores campos del mundo, si no el mejor. Es un dise?o cl¨¢sico del escoc¨¦s, que primaba el riesgo-beneficio a la hora de pensar los hoyos. Y cuando el viento sopla es un campo incontrolable con los greens m¨¢s r¨¢pidos y duros que puedan encontrarse en ning¨²n sitio. Tal es la reputaci¨®n del campo que cuando Lee Trevi?o termin¨® tercero en 1974 all¨ª con una tarjeta de m¨¢s nueve dijo: ¡°Hacedme una foto saliendo por la puerta, porque nunca me volver¨¦is a ver entrando¡±.
En el Open participaron Bel¨¦n Mozo y Beatriz Recari, quienes mostraron su admiraci¨®n por el dise?o de Royal Melbourne, y por su belleza. Hubo quejas de juego lento al principio, pero Clayton record¨® a todos que Royal Melbourne es un campo de natural lento: las calles en cuesta, el viento, las ci¨¦nagas y los greens, relampagueantes monta?as rusas¡ Y Recari estaba de acuerdo con Clayton. ¡°Es un campo duro. Te pones a mirar las ca¨ªdas con un putt de cuatro metros y ves que la bola puede ir por cuatro direcciones diferentes. Este campo obliga a pensar y planear cada golpe, pero me encanta. Jugar aqu¨ª es un gran test¡±, dice la jugadora navarra. Y su compa?era Mozo asiente y confirma que es un campo muy diferente a los que est¨¢n habituadas a jugar en el circuito de LPGA en Estados Unidos. ¡°Es un links que obliga a dar buenos golpes¡ Y yo no lo hice¡±, dice Mozo, quien no pas¨® el corte pero pensaba resarcirse en su pr¨®ximo torneo, esta semana en Tailandia.
En el campo, Mozo es abierta y charlatana. En el tee¡¯ ella y su hermano Jes¨²s, su caddie, hablan, y hablan mucho, tanto como solo los espa?oles pueden hablar. ¡°Un medio hierro 7 o un 8 completo¡±, le aconseja Jes¨²s para el corto pero traicionero quinto hoyo, un par 3. ¡°Ni loca un ocho¡±, responde ella, y as¨ª siguen, mientras su compa?era de partido, la canadiense Lorri Kane, sonr¨ªe y se pregunta de qu¨¦ narices estar¨¢n hablando. Mozo da el golpe con el hierro 7 finalmente, y la bola sale disparada, rebota sobre el green, duro como el cemento, y se queda al fondo. ¡°?No, all¨ª no!¡±, grita ella. Pero aunque su torneo no vaya muy all¨¢, Mozo pasa r¨¢pidamente de llevarse las manos a la cabeza a compartir unos tragos con tres mujeres que han ido a verle jugar. ¡°Estoy de vacaciones aqu¨ª¡±, dice una de ellas, de C¨¢diz. ¡°Soy una buena amiga de su madre". Y vi¨¦ndolas all¨ª, sufriendo los 30 grados de calor que en Melbourne siempre parecen muchos m¨¢s, Bel¨¦n las besa y les pasa unas bebidas fr¨ªas de la nevera reservada para las jugadoras.
En el campo, Mozo es abierta y charlatana. En el tee¡¯ ella y su hermano Jes¨²s, su caddie, hablan, y hablan mucho, tanto como solo los espa?oles pueden hablar
Del estilo de Beatriz Recari podr¨ªa decirse que es todo lo contrario que el de Mozo. Todo lo contrario tambi¨¦n de la imagen que se tiene del golf espa?ol en el mundo, del golf volc¨¢nico, m¨¢gico y mercurial que hizo grande a Seve Ballesteros. El ¨²ltimo d¨ªa del torneo, un amigo me pregunt¨® a qu¨¦ golfista seguir¨ªa, y cuando le dije que a Recari, me contest¨®: ¡°No te vas a divertir mucho¡±. Y escuchando a los aficionados tampoco se alegra mucho el alma. ¡°Es una mujer dura¡±, dice uno, y otro: ¡°No la he visto re¨ªrse ni una vez en los cuatro d¨ªas¡±. Observar a Recari trabajando supone entrar en una especie de trance, en otra dimensi¨®n.
Recari exhibi¨® un golf s¨®lido, muy bueno, de hecho, durante todo el torneo. Solo 11 jugadoras pudieron bajar del par del campo, y la navarra, con +1, termin¨® 16?. La ¨²ltima jornada manej¨® los hierros con maestr¨ªa, fallando un solo green y eso por culpa de una s¨²bita racha de viento. ¡°No s¨¦ si soy tan intensa como dicen¡±, asegura despu¨¦s de la ¨²ltima ronda. ¡°Pero no me gusta mostrar mis emociones cuando juego. S¨ª, claro, soy espa?ola, pero me gusta controlar las emociones¡±. La fuerza de Recari es tanto f¨ªsica como mental. Se hace notar. Lo transmite. Sigue hasta la ¨²ltima coma los consejos del m¨ªstico y m¨ªtico gur¨² escoc¨¦s Shivas Irons. ¡°El golf est¨¢ hecho para caminar¡±, dijo Irons, y nada m¨¢s golpear con el driver desde el tee, Recari emprende una marcha decidida hacia su bola, por delante de sus compa?eras de partido, la mirada siempre fija en el horizonte, concentrada en el siguiente paso. Cada golpe de Recari est¨¢ precedido de ocho segundos exactos de visualizaci¨®n antes de ponerse ante la bola, seguidos por otros ocho segundos ya con el palo armado. Y de nuevo parece seguir las reglas de Shivas Irons: los m¨²sculos de sus piernas se unen en comuni¨®n con la tierra en busca de su verdadera gravedad, que es el t¨¦rmino que usa Irons para referirse a c¨®mo aprovechar la estructura m¨¢s profunda del universo. A esto le sigue el swing y la bola sale disparada con un falso draw que siempre parece alcanzar su objetivo. Esta semana solo el putt priv¨® a Recari de pelear por la victoria.
Del estilo de Beatriz Recari podr¨ªa decirse que es todo lo contrario del golf volc¨¢nico, m¨¢gico y mercurial que hizo grande a Seve Ballesteros
M¨¢s que navarra, como un observador afirm¨®, Recari parece coreana por su intensa concentraci¨®n en el campo. Y a ella le gust¨® esa comparaci¨®n. ¡°Lo tomo como un elogio¡±, dice. ¡°Hay muy buenas jugadoras en Corea, muchas ganadoras¡±. Sin embargo, a diferencia de las coreanas, Recari no sonr¨ªe; a pesar de su belleza no exhibe glamour; apenas saluda a los aficionados o a sus compa?eras de juego; sus conversaciones con su caddie son cortas, casi monosil¨¢bicas; no hay emoci¨®n, es como una m¨¢quina, silenciosa y muy efectiva.
Posee Recari el fr¨ªo instinto asesino de uno de sus paisanos navarros, un calculador silencioso y met¨®dico: y la noci¨®n de que Recari con los palos es como Miguel Indurain sobre la bici me golpe¨® fuerte en los ¨²ltimos nueve hoyos. Y ambos, Recari e Indurain, comparten algo en com¨²n con un legendario golfista de otros tiempos, uno muchas veces criticado por su aislamiento casi autista y frialdad, un yogui silencioso que estaba siempre en su propio mundo en el campo, alejado. En Recari hay mucho de la determinaci¨®n de Ben Hogan. Puede que Recari no sea ni glamour ni sonrisas, puede que no sea cercana o accesible, pero posee una tranquila fuerza interior. Es un poco coreana, pero es mucho m¨¢s Indurain y Hogan. ¡°Bien, gracias¡±, dice. ¡°Son dos grandes las personas con las que me comparas¡±, dice, y se marcha r¨¢pido hacia el aeropuerto, hacia otra semana de trabajo en Tailandia.
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