El Athletic desquicia al Madrid
Un gol de Aduriz y una defensa impecable borran al equipo blanco de San Mam¨¦s El cuadro de Ancelotti deja dudas y la sensaci¨®n de que sus figuras tienden a derretirse
Nunca se sabe qu¨¦ puede m¨¢s, si la obligaci¨®n de ganar (o sea, el Madrid) o el deseo de triunfar (o sea, el Athletic). Es una pugna hist¨®rica la de la realidad y el deseo. Y m¨¢s en un cl¨¢sico que admite todas las posibilidades de ¨¦xito o de fracaso, todos los manique¨ªsmos, estad¨ªsticas o previsiones. Y pudo m¨¢s la fe, la coraza de hierro, el empuje emocional que la escondida literatura futbol¨ªstica del Madrid, sucumbiendo a un guion muy previsible, una trama de ali?o y tentetieso que solo pudo tener un final inesperado cuando Bale dispar¨® desde casi medio campo al poste con Iraizoz adelantado. La derrota dej¨® al Madrid con las mismas dudas en todas sus l¨ªneas y con la sensaci¨®n de que sus figuras tienden a derretirse cuando el acorde¨®n se contrae pero no se estira.
Y el Madrid comet¨ªa el peor pecado del f¨²tbol, que no es el error sino la intrascendencia
Tiene Aduriz el secreto de la eterna juventud. No lo dice, pero lo tiene. No se sabe cu¨¢l es, pero lo cierto es que el delantero rojiblanco tiene una colonia que no solo le perfuma sino que le hace jugar mejor a medida que deshoja el calendario como si las hojas muertas le diesen la vida. Cuando caz¨® el centro de Mikel Rico, que no es precisamente un virtuoso de la precisi¨®n, explicit¨® el manual del delantero centro: salta antes, cabecea seg¨²n bajas e imp¨²lsate con el cuello como si fuera un tensor reci¨¦n comprado. Y ?zas!, el bal¨®n se va a la red como se encuentran el r¨ªo y el mar, obligatoriamente, de alguna manera. Digamos que Aduriz, para el Athletic es el farero y el patr¨®n al mismo tiempo. Lo mismo caza un gol que cae del cielo azul, que controla la pelota con el pecho, la amortigua con el muslo, la controla con el pie, se gira con un golpe de tobillo y se la da a Williams como si fuera un centrocampista de la mejor escuela francesa o italiana, un Donadoni o as¨ª, un Tigana o algo parecido.
Athletic, 1-Madrid, 0
Athletic: Iraizoz; De Marcos, Gurpegui, Etxeita, Balenziaga; Be?at, Mikel Rico (Toquero, m. 90+1); Iraola, Muniain (Susaeta, m. 65), Williams (Guillermo, m. 75); y Aduriz. No utilizados: Remiro, Aurtenetxe, Ibai G¨®mez y Unai L¨®pez.
Real Madrid: Casillas; Carvajal, Pepe, Varane, Marcelo; Kross (Lucas Silva, m. 76), Illarramendi (Jes¨¦, m. 71), Isco; Bale, Benzema (Chicharito, m. 80) y Cristiano. No utilizados: Keylor Navas, Coentrao, Khedira y Nacho.
Gol: 1-0. M. 26. Aduriz.
?rbitro: Undiano Mallenco. Amonest¨® a Kross, Aduriz, Etxeita, Illarramendi, Isco, Gurpegui y Marcelo
Unos 53.000 espectadores en San Mam¨¦s.
Y mientras Aduriz levitaba, el Madrid comet¨ªa el peor pecado del f¨²tbol, que no es el error ni el desorden, sino la intrascendencia. La insoportable levedad de ser intrascendente, personaje secundario de una obra que supuestamente firmas t¨². Ser Watson y no Sherlock Holmes. Y Watson era Cristiano, pensando solo en Marcelo; y lo era Bale escondiendo su gen brit¨¢nico en los modos hispanos de preferir protestar que luchar. Demasiados actores secundarios, poco secundados por un centro del campo en el que Ancelotti apost¨® por Illarramendi por aquello de que... jugaba en Bilbao. Con la red rota en el centro del campo, era dif¨ªcil pescar en San Mam¨¦s donde los peces no mord¨ªan el anzuelo sino al pescador.
Hay efectos intangibles en los equipos. Un partido los cambia. Un resultado los proyecta, una sensaci¨®n los ilumina. Todo eso concurri¨® con la clasificaci¨®n del Athletic para la final de Copa en el Power estadio ante el Espanyol. Hay clases practicas que sustituyen a diez te¨®ricas. Fue una revelaci¨®n con visos de perdurabilidad.
Contra el Barcelona, el Athletic lo busc¨® en su ¨¢rea para evitar la avalancha y sali¨® escaldado. Al Madrid le esper¨® en su campo, m¨¢s a¨²n tras el gol de Aduriz, antes de la media hora. M¨¢s a¨²n en la segunda mitad cuando el Madrid sinti¨® el v¨¦rtigo de la derrota, el miedo al fracaso, el terror a la intrascendencia. Convertir la primera mitad en un vac¨ªo ofensivo es ofensivo para un equipo como el Madrid. Su ¨²nica oportunidad, que repeli¨® Iraizoz, aunque la jugada estaba anulada por fuera de juego de Bale, ocurri¨® en el minuto 28. El resto fue un agujero negro.
Cuando Valverde supli¨® a William, San Mam¨¦s fue un orfe¨®n gritando su nombre
El Athletic tampoco ech¨® muchos cohetes, pero el gol le ilumin¨® el cielo y le indic¨® el camino. La estrella polar le dec¨ªa que guarecerse en el ¨¢rea, como si fuera un puerto seguro, no era una mala salida. Pod¨ªa parecer uh equipo peque?o, pero pod¨ªa conseguir un resultado grande. la decisi¨®n era sencilla, porque el Madrid maniobraba con mucha previsibilidad, la suficiente para que los dos centrales rojiblancos, Etxeita y Gurpegui calculasen con escuadra y cartab¨®n lo que ten¨ªan que hacer y c¨®mo lo tebn¨ªan que defender. Benzema era el pagano de un f¨²tbol tan previsible, mientras el Athletic encontraba en Williams al futbolista que le alargaba el campo, que le ganaba los minutos, que encend¨ªa al p¨²blico y desorientaba al Madrid. Cuando Valverde lo sustituy¨® ya agotado, San Mam¨¦s fue un orfe¨®n gritando su nombre: "I?aki, I?aki, I?aki". No lo olvidar¨¢ jam¨¢s.
Ni el Athletic la sensaci¨®n de haber defendido al Madrid casi 60 minutos en su campo, a veces en su ¨¢rea, sin pasar m¨¢s apuros que un repartidor de pizzas en un atasco. La prisa, solo la prisa por acabar el pedido. Pero San Mam¨¦s se congel¨® cuando Bale, desesperado, algo aburrido, dispar¨® desde medio campo, al ver a Iraizoz adelantado, y el bal¨®n lo escupi¨® el poste, con un nudo en la garganta de la Catedral. Tragado el sapo, volvi¨® a rugir. A fin de cuentas, los mejores vinos dejan siempre un poso en la copa.
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