Kristoff se hace grand¨ªsimo
El noruego se impone a Terpstra tras un ataque lejano y logra su segundo monumento
Hace dos semanas, Alexander Kristoff, un gigante noruego sin gota de sangre rusa (y sin ning¨²n parentesco con Manuel Valls, pese a que se parezca al primer ministro franc¨¦s como una gota de agua se parece a otra), perdi¨® la Mil¨¢n-San Remo por atacar demasiado pronto. El l¨ªder del Katusha, rapid¨ªsimo y muy potente, lanz¨® su sprint en V¨ªa Roma a 300 metros de la meta, 50 metros antes de lo que sus piernas y coraz¨®n pod¨ªan resistir. Esta tarde de resurrecci¨®n, bajo un sol muy poco belga, el mismo Kristoff, ciclista de Stavanger, en la costa del mismo mar del Norte que hab¨ªa rozado con su bicicleta tras partir el Tour de Flandes de Brujas, atac¨® a 36 kil¨®metros y gan¨®, lo que demuestra que Einstein ten¨ªa raz¨®n y que en el ciclismo, como en tantos otros asuntos, todo, incluida la distancia, es relativo.
Es el segundo monumento (los monumentos en el ciclismo son cinco cl¨¢sicas hist¨®ricas, con m¨¢s de un siglo de historia: San Remo, Flandes, Roubaix, Lieja y Lombard¨ªa) que gana el ciclista noruego, de 27 a?os, despu¨¦s de la San Remo de 2014. La victoria, la forma de conseguirla,? a?ade una nueva dimensi¨®n a su figura, hasta hace nada limitada a la consideraci¨®n de sprinter. Lo ocurrido esta semana pasada ya permit¨ªa intuir la transformaci¨®n, no tanto por las tres victorias al sprint que le permitieron terminar ganar los Tres D¨ªas de la Panne, sino por el tercer puesto conseguido en la contrarreloj final ganada por Brad Wiggins.Pese a que lo habitual en ciclistas de su nivel de ingresos es emigrar a M¨®naco, como su compatriota Thor Hushovd, Kristoff dice siempre que ¨¦l no se mueve de Stavanger, peque?a ciudad conocida por su equipo de f¨²tbol, el Viking, que lleg¨® a jugar en Champions contra el Bar?a, y azotada por el viento y afeada por el puerto, el incesante sobrevuelo de helic¨®pteros, y los gigantescos buques de suministro a las plataformas petrol¨ªferas que lo saturan. All¨ª, dice el corredor, tengo lo que necesito: fr¨ªo, viento y carreteras.
La ausencia por fracturas varias de Tom Boonen y Fabian Cancellara, habituales dominadores de la semana del adoqu¨ªn, permiti¨® descubrir a otro campe¨®n y propici¨® una carrera m¨¢s abierta. Kristoff atac¨® tras ascender el Taaienberg, el 16? de los 19 montes, muros de adoqu¨ªn y baches, que dan sentido a la cl¨¢sica flamenca. Quedaban muchos kil¨®metros, tres muros m¨¢s y mucho viento, pero Kristoff no estaba solo: con ¨¦l iba el compa?ero ideal, el bruto trabajador Niki Terpstra, un holand¨¦s voluntarioso con tanta fuerza como poco instinto de ganador, pese a que el a?o pasado lograra el premio gordo de la Par¨ªs-Roubaix. En la ¨²ltima recta, en Oudenaarde, Kristoff no necesit¨® ni medir su sprint: simplemente esper¨® a que lanzara su ¨²ltimo aliento Terpstra, quien apenas hab¨ªa tenido fuerza para relevarle en los ¨²ltimos kil¨®metros. Su ataque a d¨²o acab¨® con la resistencia de Geraint Thomas, que hab¨ªa perdido a su precioso escudero Wiggins en el terrible Koppenberg, y desnud¨® las carencias t¨¢cticas de Greg van Avermaet y Peter Sagan, habituales atacantes a destiempo.
El Tour de Flandes de 15 se recordar¨¢ tambi¨¦n por la incre¨ªble torpeza de los conductores de los coches Shimano de asistencia neutra, que no solo repararon pocas bicicletas sino que se cargaron un par de ellas y a los ciclistas que las montaban en sendos accidentes de torpeza y distracci¨®n.
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