La ca¨ªda cotidiana se lleva al l¨ªder, Tony Martin
El alem¨¢n se rompi¨® la clav¨ªcula en un accidente en el ¨²ltimo kil¨®metro en la que arrastr¨® consigo a Nibali, Quintana y Barguil, por lo que se perder¨¢ lo que resta de Tour
En el ciclismo, hay d¨ªas en los que eres martillo y d¨ªas en los que eres clavo, dice a la tele inglesa Alex Dowsett, quien podr¨ªa precisar un poco m¨¢s: en el Tour hay d¨ªas en los que todos los ciclistas son clavo.
No solo temen esos d¨ªas los escaladores fr¨¢giles, tambi¨¦n los grandes rodadores, quienes a plena potencia parecen indestructibles hasta que se descubre, como lo descubri¨® Tony Martin, tan imponente, tan grande, de amarillo, que tambi¨¦n son de carne y, sobre todo, de hueso f¨¢cilmente fracturable. A menos de un kil¨®metro de la meta, el alem¨¢n, tras lanzar en la cuesta final del Havre el sprint a su equipo, se apart¨® y, sin darse cuenta ¡ª¡°ni me enter¨¦ de lo que pas¨®¡±, dijo¡ª, a tal velocidad iba, cambi¨® bruscamente de trayectoria a la derecha tras rozar su rueda delantera con la trasera de Coquard, y cay¨® sobre Barguil, ficha de domin¨® que cay¨® sobre Nibali, y sobre el mont¨®n ya formado cay¨® Nairo Quintana. Martin se rompi¨® la clav¨ªcula y se despide de la carrera, los dem¨¢s sufrieron heridas superficiales, m¨¢s profundas en el brazo derecho de Quintana, quien se clav¨® dos dientes de un plato sin necesitar luego puntos de sutura. Aunque el l¨ªder, que atraves¨® la l¨ªnea de meta empujado por varios compa?eros en magn¨ªfica composici¨®n pict¨®rica de lo que significa ser gregario, subi¨® al podio a recoger su maillot amarillo en compa?¨ªa de su compa?ero de equipo Zdenek Stybar, un checo que se aprovech¨® del caos para ganar, no saldr¨¢ el viernes. Tras Cancellara es el segundo l¨ªder, y gran contrarrelojista, que abandona roto un Tour que no para y que seguir¨¢ atravesando Normand¨ªa el viernes con Froome como l¨ªder virtual, aun sin maillot amarillo. Como la ca¨ªda se produjo en los ¨²ltimos tres kil¨®metros, a todos los afectados por la ca¨ªda se les aplic¨® el mismo tiempo.
Cuando en el autob¨²s se acercan a la salida del Tour y ven en la distancia los gigantescos molinos e¨®licos girando felices sus tres aspas met¨¢licas, los ciclistas, que no se sienten quijotes, palidecen y dejan de hablar. Otro d¨ªa de viento. Otro d¨ªa de tortura y tensi¨®n que terminar¨¢, tras una explosi¨®n final de adrenalina y rabia en el ¨²ltimo kil¨®metro, con todos deshinchados y sin fuerzas de repente, de nuevo tirados en el mismo autob¨²s con las piernas en alto, la mirada perdida y el silencio envolvi¨¦ndolo todo, su fatiga. ¡°No me gustan nada los molinos¡±, dice Jos¨¦ Herrada, que es manchego y que sabe que no son gigantes, sino monstruos. Y tampoco le alegra el d¨ªa al escalador del Movistar saber que camino del Havre, el puerto en el que deber¨¢n recogerse al final del d¨ªa, pasar¨¢n por hermosos y tur¨ªsticos acantilados de 100 metros de altura en el canal de La Mancha, donde, como todo el mundo sabe sopla siempre el viento para que las gaviotas planeen. Y para que ellos solo piensen en la supervivencia propia y la de su l¨ªder, en estar bien colocados y en repasar la lista de temores: que no se caiga nadie, que no pinche nadie, que no se corte nadie.
Los mec¨¢nicos sentados en el asiento de detr¨¢s de los coches tambi¨¦n juran entre dientes. Son d¨ªas en que ni tiempo tienen para comerse el bocadillo, en los que nerviosos repasan mentalmente todas las tareas que han cumplido y las que tienen que cumplir mientras cruzan los dedos para que cuando anuncie pinchazos o ca¨ªdas Radio Tour no cite a ning¨²n n¨²mero de su lista. Con el man¨®metro-bomba port¨¢til mide una y otra vez la presi¨®n de las ruedas que le rodean, nueve atm¨®sferas, ok, y si ve una gota de lluvia, las deshincha un poco, y en la cabeza lleva el mapa mental de la baca: las bicicletas de repuesto del l¨ªder del equipo, en la parte posterior derecha, la m¨¢s cercana a su puerta. All¨ª van las de Froome, Nibali, Contador y Nairo, enteras, con sus dos ruedas. Las de sus segundos, Thomas, Fuglsang, Rogers y Valverde, van justo delante. Y en el lado contrario, las de los gregarios m¨¢s preciados para cada d¨ªa. En el centro, sin rueda delantera, que no cabe, las de los dem¨¢s, que no tienen tanta prisa. Esp¨ªas de otros equipos revisan por la ma?ana las bacas de los rivales, y descubren curiosidades que les permiten afinar su t¨¢ctica, como que en la baca del Katusha, la bici que ocupa el lugar preeminente es la del sprinter Kristoff, y no la del escalador Purito. ¡°En las etapas llanas es as¨ª, ya cambiaremos en las de monta?a¡±, dice su director, Jos¨¦ Azevedo. ¡°Adem¨¢s, tampoco se tarda mucho m¨¢s en coger la bici delantera¡¡±
Sopl¨® el viento de tres cuartos favorable, el m¨¢s peligroso, pero los suficientemente fuerte como para provocar abanicos. Y las ca¨ªdas fueron culpa, como dijo Martin, de la mala suerte, de que tocaba ser clavo (y tambi¨¦n podr¨ªa decirlo Valverde, quien se cay¨® al patinar su rueda al reemprender la marcha despu¨¦s de pararse en la cuneta para responder a una llamada de la naturaleza), lo que no evit¨® explosiones de furia final. Nibali, creyendo que le hab¨ªa derribado Froome, insult¨® al brit¨¢nico y hasta le arroj¨® el bid¨®n. Froome, m¨¢s flem¨¢tico, subi¨® luego a su autob¨²s a explicarle que se equivocaba. Se dieron un beso y Nibali declar¨®: ¡°Hemos hecho las paces y no habr¨¢ rencores: somos ciclistas, no futbolistas¡±.
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