Cuando se trata de competir
Enfrascados en analizar una trayectoria que no terminaba de cuadrar ni invitar a un excesivo optimismo, quiz¨¢s nos hab¨ªamos olvidado de algo esencial. Por encima de quien est¨¦ o quien falte, si jugamos bien, regular o mal, o si el talento que atesora el colectivo en un momento puntual resulta suficiente para aspirar a grandes logros, la selecci¨®n espa?ola de baloncesto es, por encima de todo, un equipo competitivo. Lo lleva siendo desde tiempo inmemorial, lo que tiene un m¨¦rito descomunal, pues los a?os y los grandes ¨¦xitos conseguidos tienden a disminuir el apetito necesario.
La competitividad no consiste en jugar mejor o peor, sino suficiente como para doblegar al contrario. Llegado el d¨ªa D y la hora H, donde no se trata de deslumbrar sino de ganar, Espa?a suele dar siempre el callo. Es m¨¢s, ha llegado un momento donde precisamente es eso lo que necesitan algunos de nuestros jugadores m¨¢s importantes para activarse convenientemente. No es casual que desde hace varias temporadas, las fases de clasificaci¨®n suelen ser mediocres y las de eliminaci¨®n brillantes, justo lo contrario de lo que sol¨ªamos hacer antes: deslumbrar en los grupos, patinar en los cuartos. Lejos quedan aquellas preparaciones donde vapule¨¢bamos a equipos de renombre o primeras fases contundentes. Con toda la experiencia acumulada y el conocimiento de que lo que coloca a cada uno en su sitio no es la primera semana, sino la segunda, cumplimos los tr¨¢mites no dir¨¦ que con desgana, pero s¨ª con un punto de rutina s¨®lo alterada si las cosas se ponen realmente feas. Y entonces llegan los cruces, harina de otro costal. Los partidos a todo o nada son como el algod¨®n, no enga?an. Ah¨ª es donde se retratan los grandes competidores. En un territorio tan exigente como estresante, donde tan importante es tener las piernas frescas y la punter¨ªa afinada como que tu sistema nervioso act¨²e a favor, y no en contra, Espa?a se crece como pocas.
As¨ª, siendo un poco mejor (no mucho, sino suficiente) que Alemania, Polonia y Grecia, gestionando correctamente las angustias, nuestra selecci¨®n ha vuelto a plantarse en semifinales. Poniendo lo justo y necesario, que cada d¨ªa ha sido un poquito m¨¢s, pues l¨®gicamente los adversarios son de mayor enjundia. Hemos pasado de defender eficazmente un cuarto, a hacerlo durante tres, de meter triples de pascuas a ramos a rozar un 40%, de que se nos cayese el equipo cada vez que Pau se sentaba a llegar a incrementar ventajas con ¨¦l en el banquillo, de pasarlas canutas en los rebotes a encontrar en Claver una ayuda inestimable, de que los cuatros nos friesen a que Pau y Mirotic les devuelvan las monedas una a una, de preguntarnos donde andaban los dos Sergios a que se merienden a Spanoulis y compa?¨ªa. A cada paso, a cada rival, a cada reto, la respuesta no ha sido espectacular en lo formal, pero suficiente en lo sustancial. De eso trata la competitividad.
Queda un ¨²ltimo pelda?o, Francia, y Espa?a tiene un triple objetivo: clasificarse para los Juegos, poder optar por un tercer oro europeo y de paso devolverles a los franceses el tremendo varapalo que sufri¨® el a?o pasado. Para ello deber¨¢ mejorar a¨²n m¨¢s su rendimiento, pero trat¨¢ndose, como de nuevo ha quedado bien demostrado, de experimentados saltadores de altura, a ver qui¨¦n asegura que subido otra vez el list¨®n, no son capaces de superarlo. Yo, desde luego, no me atrever¨ªa.
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