60 a?os de aquel milagro en Belgrado
¡ªNada m¨¢s empezar, atacaron. Marquitos le sali¨® al cruce a Herceg y se peg¨® una culada que fue patinando casi hasta el c¨®rner. El tirazo de Herceg peg¨® en el larguero y me cayeron como cuatro kilos de nieve en los hombros. Ese d¨ªa me dieron doce balones en los postes. No s¨¦ c¨®mo pudimos tener tanta suerte.
Eso me contaba, 25 a?os despu¨¦s de los hechos que luego refiero, Juanito Alonso, portero del Madrid ese d¨ªa, uno de los h¨¦roes de aquellas Copas de Europa del blanco y negro. Hablamos en la cafeter¨ªa de la calle Conde Pe?alver, Albany, que mont¨® con sus ahorros. Me pareci¨® que todav¨ªa sent¨ªa el fr¨ªo y el miedo de aquella noche.
Era la segunda eliminatoria de la primera Copa. El Madrid hab¨ªa eliminado antes al Servette. Ahora el rival era el Partiz¨¢n, del mundo comunista. El partido de ida se jug¨® el d¨ªa de Navidad de 1955, a las tres de la tarde. No estaba extendida la iluminaci¨®n el¨¦ctrica en los campos y para la Copa de Europa se buscaban festivos entre semana. No hab¨ªa jornadas fijas, como ahora, sino un plazo para completar la eliminatoria. Los clubes pactaban las fechas. Aquello de comunistas en Navidad a las tres de la tarde fue un acontecimiento. Gan¨® el Madrid 4-0, en tarde explosiva de un extremo llamado Casta?o, que luego har¨ªa carrera en el Betis. Buen resultado. Pero el Partiz¨¢n gust¨®. Con 0-0 le anularon dos goles, uno injustamente, en apreciaci¨®n del propio Alonso.
La vuelta se fij¨® para el domingo 29 de enero de 1956. El Madrid tuvo que aplazar su partido de Liga contra el Espa?ol. Era el primer viaje de una legaci¨®n espa?ola de cualquier tipo al otro lado del Tel¨®n de Acero. El Madrid viaj¨® el jueves, en un ch¨¢rter que se complet¨® con algunos aficionados selectos y adinerados. Prohibidas las c¨¢maras fotogr¨¢ficas. Los jugadores tardaron dos horas en pasar la aduana; los acompa?antes, m¨¢s, por si entre ellos hab¨ªa esp¨ªas. En Belgrado encontraron sol y fr¨ªo, con restos de una peque?a nevada. El viernes se entrenaron en Estadio de la Armada, escenario del partido. Lo encontraron resbaladizo e irregular, pero sin restos de nieve. Luego fueron de compras y a un paseo. Al regreso vieron que sus maletas hab¨ªan sido registradas de nuevo en el hotel, pero nadie ech¨® en falta nada.
Los jugadores del Madrid descubren tras el descanso que los del Partiz¨¢n meten los pies en latas de gas¨®leo
A las tres de la madrugada del s¨¢bado empez¨® a nevar, y as¨ª sigui¨® durante doce horas. Una nevada intens¨ªsima, que bloque¨® la ciudad, depositando cuarenta cent¨ªmetros. Por la noche, una delegaci¨®n del Partiz¨¢n se present¨® en el hotel del Madrid. Ofrecieron dos propuestas: limpiar toda la nieve, advirtiendo de que el campo quedar¨ªa helado, lo que pod¨ªa ser peor, o dejar una cuarta de nieve, con lo que jugar¨ªan sobre nieve, no sobre hielo, lo que ser¨ªa m¨¢s practicable. Bernab¨¦u les dijo que lo que quisieran. Ellos anunciaron que dejar¨ªan la nieve.
Al llegar al campo, a los jugadores se les cay¨® el alma al suelo. Todo blanco, las rayas marcadas en rojo. Lo pisaron y era nieve por los lados, pero hielo en el centro. La temperatura era de seis bajo cero y bajar¨ªa seg¨²n cayera la tarde. Di St¨¦fano discuti¨® con Bernab¨¦u. No quer¨ªa jugar, pero Bernab¨¦u fue inflexible. Era uno de los grandes valedores de la Copa de Europa y quer¨ªa que la eliminatoria concluyera en su plazo. En paralelo, la Copa de Ferias estaba fracasando: tard¨® tres a?os en completar la primera edici¨®n. Bernab¨¦u no quer¨ªa perder esa fecha ni ese viaje. As¨ª que a jugar.
Los once valientes fueron: Alonso; Becerril, Marquitos, Lesmes; Mu?oz, Z¨¢rraga; Casta?o, Olsen, Di St¨¦fano, Rial y Gento.
Ya comenta arriba Juanito Alonso c¨®mo empez¨® el partido, con el ca?onazo al larguero. El primer cuarto de hora fue un c¨²mulo de remates desde todas partes, con Alonso en h¨¦roe. Sin guantes ni pantal¨®n de ch¨¢ndal (entonces eran de materiales tan malos que si se mojaban pesaban mucho y hasta provocaban m¨¢s fr¨ªo), empapado, aterido, crujido a balonazos, atormentado por los sobresaltos. Su preocupaci¨®n era asentar los pies, no patinar en la arrancada del vuelo. Ante ¨¦l, sus diez compa?eros andaban culada tras culada. Los yugoslavos se apa?aban mucho mejor, luego veremos por qu¨¦.
El primer gol se retras¨® hasta el minuto 25, obra de Milos Milutinovic (hermano del c¨¦lebre entrenador Bora Milutinovic, que tantas selecciones ha dirigido), la estrella del equipo. Felizmente, el Partiz¨¢n para un poco a partir de ese momento, en busca de un segundo aire. El Madrid ha encontrado c¨®mo jugar, por las bandas, con cautela, evitando el centro, donde patina sobre el hielo. Llega un par de veces, hasta da un palo. En el 42, Gento mete un centro que corta Lazarevic con la mano. El suizo Josef Guide da penalti. Rial, a saber por qu¨¦, le insiste a Di St¨¦fano en tirarlo. Di St¨¦fano, a saber por qu¨¦, se lo otorga. Rial va al bal¨®n, le resbala el pie de apoyo y su derechazo sale cinco metros por encima del larguero. Van al descanso 1-0.
Al regresar al campo descubren que los yugoslavos meten los pies en una lata de gas¨®leo antes de salir. Eso explica que no se les pegara la nieve entre los tacos, como a los madridistas, que se la ten¨ªan que quitar continuamente con dedos doloridos, porque ese c¨²mulo de nieve entre los tacos era lo que m¨¢s les hac¨ªa patinar.
A los dos minutos de la reanudaci¨®n, es Mu?oz quien hace penalti, por mano. Lo marca Mihajlovic que, claro, no resbala. ?El gas¨®leo! Ah¨ª caen todos en la treta.
Quedaban 43 minutos para defender dos goles. La temperatura ya era de diez bajo cero. C¨®mo lo consiguieron, ninguno se lo explica. Se echaron atr¨¢s. Di St¨¦fano se clav¨® delante de la defensa. Casta?o y Gento se replegaron. Todos all¨ª, patinando, llev¨¢ndose balonazos, Alonso por los suelos una y otra vez, un infierno helado. Pierden tiempo, la echan fuera, retrasan los saques. No s¨¦ si los tiros al palo ser¨ªan tantos como Alonso cre¨ªa recordar (Di St¨¦fano me dijo que no doce, pero s¨ª m¨¢s de seis) pero en el 86 la cosa segu¨ªa 2-0. Solo entonces lleg¨® el 3-0, de nuevo Milutinovic. Los ¨²ltimos tres minutos les parecieron tres horas, pero acabaron as¨ª. Se retiraron entre bolazos de nieve de los aficionados, frustrados. En el interior de algunas bolas hab¨ªa piedras. El entrenador, Villalonga, se llev¨® el impacto de una de esas bolas pre?adas.
El Partiz¨¢n se port¨® bien: les hab¨ªan provisto de barre?os de agua caliente, uno para cada uno, para que recuperaran la temperatura en pies y manos, antes o despu¨¦s de ducharse. Los acogieron con j¨²bilo. Pero cuando Becerril meti¨® los pies empez¨® a gritar de dolor. Ten¨ªa el derecho roto, y con el fr¨ªo congelador no lo hab¨ªa advertido. Al volver a la temperatura normal le lleg¨® el dolor. Fue escayolado all¨ª mismo, por los servicios m¨¦dicos del Partiz¨¢n. El equipo aterriz¨® en Madrid el lunes y la imagen de Becerril escayolado contribuy¨® a darle m¨¢s ¨¦pica al suceso.
Pero el gran impacto se produjo cuando, una semana m¨¢s tarde, el No-Do ofreci¨® un resumen del partido, unas im¨¢genes borrosas, el campo blanqu¨ªsimo, los jugadores patinando, Alonso haciendo lo que pod¨ªa, los goles, la voz met¨¢lica del locutor de siempre glosando la proeza. Aquellas im¨¢genes provocaron un enorme respeto por el Madrid. Luego, semifinales contra el Milan y final ante el Stade de Reims, en Par¨ªs ganada por 3-4, remontando un 2-0 y un 3-2. Y luego, las cuatro siguientes, de una tacada. La leyenda.
Esa leyenda, que hizo del Madrid el mejor club del siglo XX, arranc¨® sobre la nieve y el hielo de Belgrado, hace estos d¨ªas sesenta a?os, esa tarde que Juanito Alonso crey¨® haber recibido doce balones en los postes. El mismo d¨ªa me dijo, con seguridad: ¡°A partir de ese d¨ªa supimos que podr¨ªamos salir adelante en cualquier mal trance¡±.
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