Johan Cruyff y la teor¨ªa de los nombres propios
El Barcelona tiene una oportunidad de oro para bautizar su nuevo estadio con el nombre del jugador holand¨¦s
Jorge Valdano dec¨ªa ayer aqu¨ª que la mesa hist¨®rica de los grandes del f¨²tbol est¨¢ ocupada, por orden de aparici¨®n en el firmamento, por estos astros: Alfredo Di St¨¦fano, Pel¨¦, Johan Cruyff y Maradona. Es curioso: todos tienen un sitial en ese frontispicio de la gloria, y nadie le va a disputar en el futuro a ninguno el m¨¦rito que contrajeron a lo largo de sus respectivas biograf¨ªas. Pero ninguno de ellos le ha dado nombre a un gran estadio; todos tienen sus jugadas marcadas a fuego en la memoria de los aficionados, porque inventaron una manera de hacer o una forma de ser; no hay quien le dispute a Di St¨¦fano su velocidad para ser todos a la vez en un campo; es dif¨ªcil decir de Pel¨¦ algo que no sea admirativo; Maradona compiti¨® consigo mismo para ser peor, pero ni as¨ª logr¨® rebajar su genio; y a Cruyff ya le hemos puesto muchos laureles antes y despu¨¦s de su lamentable, y tan temprano, fallecimiento.
Di St¨¦fano solo tiene su nombre en el campo donde juega el Castilla, en Valdebebas, igual que Maradona tiene el de Argentinos Juniors; y por no ir demasiado lejos, a Cruyff le dieron un rinc¨®n del Camp Nou mientras vivi¨®, y luego no se lo quitaron porque dios es grande; tampoco a Kubala le hicieron demasiado agasajo en Can Bar?a cuando se fue, a pesar de que sobre sus hombros poderosos se subi¨® el equipo cuando m¨¢s lo necesitaba, y a ¨¦l se debe, sin duda, aquella resurrecci¨®n que dur¨®, languideciendo, hasta que Cruyff se reinvent¨® el juego azulgrana y lo ofreci¨® como espejo a todo el mundo. Ya se sabe c¨®mo continu¨® la pel¨ªcula de Cruyff, con Guardiola, Tito y Luis Enrique, que ahora administra una herencia maravillosa.
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— EL PA?S Deportes (@elpais_deportes) March 25, 2016
Ahora es un buen momento para darle a ese cuarteto de f¨²tbol que parece un cuarteto de jazz, o de m¨²sica sinf¨®nica, nombres que sean imperecederos; porque el f¨²tbol es cuesti¨®n de memoria o no es nada, y los muchachos de hoy tienen que saber ma?ana de d¨®nde viene el f¨²tbol cuando fue mejor en el siglo XX; si no hay ra¨ªz en el f¨²tbol no hay sino negocio, no hay ni pasi¨®n ni ¨ªdolos, dicho esto en el sentido civil de la idolatr¨ªa: se fija uno en los futbolistas en lo que tienen de ejemplar, en lo que cabe en sus nombres no solo como seres humanos sino en lo que tienen de h¨¦roes, y siempre tuvieron de h¨¦roes, para la juventud que quiere seguir ese rumbo en el f¨²tbol.
As¨ª que el Bar?a, por ejemplo, que tan cicatero fue con Johan Cruyff en los ¨²ltimos a?os hasta el punto de regatearle la gloria ef¨ªmera de ser presidente de honor, tiene una oportunidad de oro para hacerlo imperecedero en el nombre del nuevo estadio que le est¨¢n preparando unos arquitectos japoneses. Cuando dejaron Les Corts y se fueron al Camp Nou se olvidaron de ponerle el nombre de Kubala, gracias a quien el Bar?a fue distinto; el Bar?a de ahora es distinto, un amuleto del f¨²tbol, porque lo reinvent¨® este holand¨¦s de espa?ol atrabiliario que consigui¨® la gesta de poner de acuerdo a todo el mundo en su despedida: fue un genio, y reparti¨® esa genialidad de tal manera que ahora lo siguen los ni?os que juegan en la calle aunque no sepan deletrear su nombre. Un d¨ªa los nietos de esos ni?os podr¨¢n preguntar qui¨¦n fue ese que le da nombre al estadio azulgrana y entonces ser¨¢n part¨ªcipes de lo que es leyenda reciente.
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