Los noventa
La Italia horrible de los noventa, la que acogi¨® su Mundial y jug¨® el de Estados Unidos y Francia, era mi selecci¨®n favorita. No hab¨ªa juego m¨¢s mezquino, ni talento m¨¢s desaprovechado, ni juego m¨¢s aburrido. Siempre estaba salv¨¢ndose por los pelos en alg¨²n descuento, haciendo del milagro una especie de rito con el que al final se acababa simpatizando. Ni con una cara llena de sangre pod¨ªa el ¨¢rbitro echar a Italia del Mundial, como ocurri¨® en Estados Unidos. Esa Copa, por cierto, se malogr¨® con Baggio; la estrella tir¨® un penalti por las nubes en la tanda contra Brasil. Pasado el tiempo ofreci¨® una explicaci¨®n misteriosa. Sab¨ªa c¨®mo paraba Taffarel, dijo, as¨ª que tir¨® su penalti al medio, a media altura. ¡°Era una elecci¨®n inteligente¡±, confirm¨® Baggio. ¡°Sin embargo, el bal¨®n, no s¨¦ c¨®mo, se elev¨® tres metros¡±.
Cesare Maldini llenaba de defensas el c¨¦sped, de jugadores sin imaginaci¨®n el centro del campo y pon¨ªa la inspiraci¨®n arriba
Ese Mundial lo tiene escrito Jos¨¦ Luis Garci en un libro de cr¨®nicas publicadas en Abc (Foot-Ball Days, Notorius, 2014) lleno de cine, whisky, garitos, jazz y amigos como Manuel Alc¨¢ntara, que llama a los martinis ¡°cuchillos disueltos¡±. Tambi¨¦n habla de f¨²tbol. Cuatro a?os despu¨¦s, en Francia, Garci cuenta que no le gusta uno de mis ¨ªdolos contraculturales, Cesare Maldini, por la misma raz¨®n por la que me gustaba a m¨ª: el catenaccio. Y en una de sus cr¨®nicas, en las que se encuentran maravillas como ¨¦sta (¡°El ¨¢rbitro nigeriano, que ten¨ªa un aire a Yul Briner cuando interpretaba al rey de Siam¡±), le reprocha a Maldini haber desdibujado los rasgos de una Italia a?orada, m¨¢s t¨¦cnica, m¨¢s estupenda. La de estrellas arrinconadas como Baggio, que tiene ojos de ¡°lama fiorentino¡±.
La verdad es que Maldini, que se muri¨® ayer, nunca hizo carrera de ¨¦xito como entrenador, si bien ya hab¨ªa asegurado la gloria al fundar una especie. Su hijo Paolo era tan guapo que su mejor r¨¦cord fue terminar su carrera sin que ning¨²n extremo, en lugar de regatearlo, intentase acostarse con ¨¦l. Que se sepa, al menos.
Cesare llenaba de defensas el c¨¦sped, de jugadores sin imaginaci¨®n el centro del campo y pon¨ªa la inspiraci¨®n y el talento a respirar arriba. Del Piero fue su baza en Francia para acompa?ar a Vieri. Me encantaba esa manera de depositar el destino en el azar. Hasta la selecci¨®n anifitriona, que gan¨® la Copa, tuvo que tumbarla en los penaltis en cuartos. Fue el partido del m¨¢s bello no gol, como se bautiz¨® en Italia un remate acrob¨¢tico de Baggio, al que le llegaron a hacer un documental. Me turba un poco en Italia esas conmemoraciones rom¨¢nticas de cosas que no dieron resultado, la verdad.
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