Mikel Landa, el primer gallo que canta

Cuenta la leyenda, o quiz¨¢s la historia, que en tiempos lejanos, los vecinos de Zuia y Baranbio, municipios alaveses, decidieron poner fin a sus discusiones dial¨¦cticas (?o no?) sobre los lindes de los montes entre dos partidas de mozos, uno de cada pueblo. Quien antes llegara m¨¢s tiempo ten¨ªa para amojonar su territorio. La salida a cada partida se dar¨ªa cuando cantase el gallo de cada cual, vigilados ambos por los representantes diplom¨¢ticos del pueblo contrario. Los de Zuia lo alimentaron con comida sana y ligera, y lo pusieron dormir donde antes aparec¨ªa la luz de sol (o lo que fuera). Los de Baranbio, cuentan, que apelaron a la euforia y lo atiborraron de pan empapado en vino, a sabiendas del efecto musical que provoca la euforia et¨ªlica. Ocurri¨® que cuando el gallo de Zuia cant¨®, antes de lo previsto, el de Baranbio a¨²n dorm¨ªa la mona porque nadie calcul¨® el efecto adormidera en el declive et¨ªlico. Cuando el gallo despert¨®, los mozos de Zuia estaban poniendo los mojones a la vera de Baranbio y los montes hab¨ªan pasado todos a su patrimonio municipal. Dir¨¢n en Zuia que es verdad y en Baranbio que es mentira y nadie lo sabr¨¢. Da igual.

Mikel Landa es de Murgia, o sea de Zuia. Aunque no estuviera en aquellas pendencias estaba en esta. Y el gallo le cant¨® en el momento justo, cuando se fue con Kelderman en busca de la jeta de Garrastatxu donde las pendientes exig¨ªan mand¨ªbula y piernas, que es lo que exige la bicicleta cuando los montes andan de por medio. El resto del cuerpo va a su comp¨¢s. Y si el comp¨¢s pierde el tornillo, la circunferencia se convierte en un cuadrado o una l¨ªnea recta. Landa traz¨® la bisectriz entre lo que llevaban y lo que quedaba y se fue con Kelderman, el ¨²ltimo dorsal de la Vuelta, el 178, que intentaba verificar que el ¨²ltimo es el primero. Landa lo caz¨®, activo en los kil¨®metros finales como un ¨¢guila sin desayuno, como hab¨ªa cazado a quienes lo intentaron cuando el Alto de Garrastatxu, con pendientes del 19%, del 16%, del 13%, en apenas dos kil¨®metros y pico, le invitaban a buscar presas cansadas. Y gan¨® sin soltar un grito, por desfallecimiento de rival y por impulso propio. Porque cuanto antes cante el gallo antes empieza la pelea.

Cierto es que el gallo tard¨® en cantar, porque antes hab¨ªan desfallecido los escapados del d¨ªa, Madrazo y Denifl, intr¨¦pidos, acostumbrados a insistir en el placer de lo imposible. A compartir su monoton¨ªa. El pelot¨®n les controlaba los pasos, permiti¨¦ndoles disfrutar de una libertad vigilada hasta que llegara la cuesta del olvido. Y lleg¨®. Y como eran dos kil¨®metros no hab¨ªa mucho tiempo para especular. Menos a¨²n si lo m¨¢s duro era el al principio y lo el resto, resistencia. Y se asom¨® Alberto Contador ense?ando m¨¢s su maillot que su bicicleta, como si anunciara una tormenta. Y no se le ve¨ªa a Nairo Quintana. Y apareci¨® Mikel Landa, que dec¨ªa que a¨²n su forma estaba informe para estas exigencias. Y se fue con Kelderman, un holand¨¦s atrevido. Y se lo merend¨® en tres asaltos para ganar, para ser l¨ªder, incluso para ser candidato al ¨¦xito definitivo.

Por atr¨¢s se agarr¨® al manillar Contador, que cedi¨® 11 segundos al l¨ªder, y apret¨® la mand¨ªbula Quintana, que cedi¨® 15, como Purito, y Aru, con 22 campanadas seguidas, y 43 Daniel Martin. Y suma y sigue. Sabido es que en las carreras cortas, los segundos son minutos y los minutos horas. O sea, lo que le paso al gallo de Baranbio, al que los taninos le acunaron el sue?o. A Mikel Landa, no. ?Porque es de Zuia? No es probable. Solo porque corri¨® m¨¢s r¨¢pido que los dem¨¢s.