Robar y robar
?Por qu¨¦ una actitud tan agria del madridismo frente a los robos perpetrados por el Barcelona?, me pregunto. ?Acaso se creen los ¨²nicos con derecho a disfrutar del dulce sabor de lo ajeno?
No fueron pocos los aficionados del Bar?a que el pasado martes abandonaron el Camp Nou haci¨¦ndose los distra¨ªdos, con las manos en los bolsillos y mirando al cielo mientras silbaban alguna melod¨ªa pegadiza para disimular mejor. Sin duda eran conscientes de haber presenciado un peque?o hurto, podr¨ªa incluso afirmarse que un robo en toda regla si lo que se pretende es un cierto sensacionalismo en el titular, as¨ª que mientras enfilaban las bocanas de salida del estadio comenzaron algunos a subirse las solapas de las gabardinas, otros se ajustaron la bufanda por encima de la nariz, y los m¨¢s pudorosos solicitaron un taxi a trav¨¦s de sus tel¨¦fonos para regresar a casa sin necesidad de sentir las miradas acusadoras de los dem¨¢s viandantes en sus cogotes.
La expulsi¨®n de Fernando Torres fue una de esas acciones que no permiten discusi¨®n alguna con el reglamento en la mano pero dif¨ªciles de justificar si se compara con otros lances del mismo partido. Para un aficionado del Atl¨¦tico de Madrid debe resultar frustrante ver c¨®mo su delantero y goleador abandona el terreno de juego mientras los jugadores rivales reciben una reprimenda verbal del colegiado por acciones pr¨¢cticamente calcadas, una frustraci¨®n que se convierte en indignaci¨®n lacerante y graves juramentos contra las m¨¢s altas esferas si el agraviado por tales errores resulta ser un aficionado del Real Madrid. ¡°?Siempre igual, siempre igual!¡±, se repet¨ªan el martes pasado unos a otros en los bares y en las redes sociales, con cara de no haber roto nunca un plato y emoticonos del mono que se tapa los ojos. ¡°?Todo robar, todo robar!¡±.
?Por qu¨¦ una actitud tan agria del madridismo frente a los robos perpetrados por el m¨¢ximo rival?, me pregunto. ?Acaso se creen los ¨²nicos con derecho a disfrutar del dulce sabor de lo ajeno, de las victorias con la boca peque?a? Me recuerda a la primera vez que fui a un centro comercial con mis amigos -evitar¨¦ dar el nombre por si el delito todav¨ªa no ha prescrito- y uno de ellos se revolvi¨® indignado a la salida cuando le mostr¨¦ una cinta de Duncan Dhu que me hab¨ªa metido en el bolsillo. Trat¨¦ de defenderme alegando que ¨¦l hab¨ªa robado una bolsa de Mon Ch¨¦ri, que no era nadie para dar lecciones de moralidad. ¡°Lo m¨ªo es hambre pero lo tuyo es puro vicio¡±, me dijo mientras escup¨ªa al suelo una de las guindas que esconden en su interior dicha clase de bombones.
Podr¨ªa aprovechar estas ¨²ltimas l¨ªneas para pedir disculpas a la afici¨®n colchonera y exponer unos cuantos ejemplos recientes de la pericia blanca en tan noble arte pero, si me lo permiten, prefiero agotar el texto anunciando el comienzo de una nueva era con las mismas palabras que pronunci¨® Bender, el famoso robot de cierta serie de animaci¨®n, cuando fue nombrado Fara¨®n: ¡°Ciudadanos m¨ªos: la crueldad ejercida por el anterior Fara¨®n ya es cosa del pasado. Una nueva ola de moderna crueldad inundar¨¢ esta perezosa tierra.¡±
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