El peque?o Iniesta fue un gigante en Madrid
El centrocampista expres¨® la voluntad de Luis Enrique, que pasa por mezclar el talento con el sacrificio
No hay competici¨®n m¨¢s dram¨¢tica que la Copa. La de Alemania, la de Inglaterra, la de Italia, la de Portugal y tambi¨¦n la de Espa?a precisaron de una pr¨®rroga, se?al de la igualdad y emotividad del torneo, muy dado a situaciones sorprendentes y a pasajes inolvidables como los vividos en el Calder¨®n. La Copa es capaz de sacar incluso la versi¨®n m¨¢s ¨¦pica del Bar?a, al que desde hace un tiempo no se le supon¨ªa relato ni emoci¨®n, y de convertir en gigante a un jugador de talla peque?a como el capit¨¢n Iniesta.
El Barcelona fue un equipo reprobable en igualdad de condiciones, aborrecible futbol¨ªsticamente cuando se le exig¨ªa que ejerciera de favorito, y se gan¨® la estima de los aficionados desde la inferioridad, v¨ªctima de un rosario de malas decisiones y de calamidades, a merced del Sevilla. A los andaluces les falt¨® entonces grandeza para rematar una final bien madurada y por el contrario el Bar?a se bati¨® estupendamente como un equipo peque?o en Madrid.
El Sevilla jug¨® m¨¢s como equipo que el Bar?a 11 contra 11. Fuerte f¨ªsicamente y mejor organizado, le quit¨® la velocidad al Barcelona, no concedi¨® ocasiones y sac¨® ventaja de los detalles t¨¢cticos que deciden los partidos complicados, como el de utilizar la envergadura de Iborra desde la posici¨®n de media punta para habilitar la carrera de Gameiro. As¨ª se dio la expulsi¨®n de Mascherano. Iborra le gan¨® la pelota en el salto a Piqu¨¦ y Gameiro corri¨® m¨¢s que Mascherano. La expulsi¨®n certific¨® al descanso el dominio esc¨¦nico del Sevilla y la incomodidad del Bar?a.
El final del Bar?a fue arrebatador por el toque de Messi, el remate de Neymar y el gobierno de Iniesta
El Barcelona ha sido siempre un conjunto previsible en la convocatoria y en la alineaci¨®n, tambi¨¦n en los cambios, incluso cuando se sale de plano con Busquets de falso volante, sin m¨¢s sorpresa que la capacidad de desequilibrio de Iniesta y de Messi. El tridente no se toca, ni si quiera cuando los barcelonistas se quedan con 10. Luis Enrique siempre opta por el cambio f¨¢cil, por quitar al m¨¢s d¨¦bil: Rakitic cedi¨® el puesto a Mathieu. La sustituci¨®n exig¨ªa un sobre esfuerzo de Messi, una mala soluci¨®n tal como est¨¢ el 10, solo compensada a partir de la lesi¨®n de Luis Su¨¢rez y la entrada de un volante como Rafinha.
Los azulgrana supieron corregirse sobre la marcha, en funci¨®n de las circunstancias, indesmayables en la adversidad, convertidos en diez luis enriques, confiados en el poder¨ªo de Piqu¨¦ y Mathieu y en el gobierno de Iniesta. El equipo se agrup¨® y convirti¨® el encuentro en una cuesti¨®n de resistencia y de honor m¨¢s que de jerarqu¨ªa, indescifrable para el Sevilla, abatido desde que Banega vio la roja por tirar a Neymar. El guion demandaba el gol de un meritorio, a juego con el sudor de la contienda, pocos como el correcaminos Alba.
El final del Bar?a fue arrebatador por el toque de Messi, el remate de Neymar y el gobierno majestuoso de Iniesta, un violinista con tambor, s¨ªmbolo del equipo que quiere Luis Enrique: el jugador talentoso por excelencia es tambi¨¦n el que mayor despliegue tiene ante el rival m¨¢s exigente como es el Sevilla. Muy pocas veces un doblete dej¨® mejor sabor en el Bar?a: gan¨® la Liga al ataque con el tridente y con la defensa conquist¨® la Copa.
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