Nibali gana el Giro del milagro

Llegando a Tur¨ªn junto al profundo Po la aguja de la Mole Antonelliana es un alto m¨¢stil que se pierde en la bruma oscura y la lluvia que rebota fuerte contra el asfalto, y su punta, a casi 170 metros est¨¢ oculta entre las nubes baj¨ªsimas, y no es entonces un s¨ªmbolo de nada, ni de grandeza, el ¨¢nimo con el que fue construida, ni de esperanza, el esp¨ªritu con el que se quiere mirar ahora que no es m¨¢s que el palo mayor de un barco perdido, varado en la bruma, lo que era tambi¨¦n, quiz¨¢s, Vincenzo Nibali, su alma herida, el martes pasado en ?ndalo, despu¨¦s de su ¨²ltima derrota en la monta?a. Cuando Nibali de rosa feliz sube a lo m¨¢s alto del podio del 99? Giro, un escenario que parece una guarder¨ªa, con un se?or mayor a su izquierda, un tal Alejandro Valverde, padre de familia numerosa de 36 a?os y sus cuatro hijos y Emma, la hijita del siciliano y Esteban Chaves, que tambi¨¦n parece un ni?o, tan sonriente y peque?ito en el segundo escal¨®n levantando alto su brazo derecho, la se?al de su fe, y solo le falta soltarse a bailar el himno de Mameli, en la plaza inmensa de la Grande Madre de Dios abarrotada brilla el sol y se refleja en la Mole ya n¨ªtida y la afici¨®n maravillada exulta.

Al pie del podio, un periodista italiano respetado dice en voz baja lo que no escribir¨¢: ¡°No ha ganado el Giro el ciclista m¨¢s fuerte. Ha ganado Nibali porque los rivales han dimitido¡±. Recuerda a Mikel Landa, enfermo y retirado, y para hablar de Steven Kruijswijk, que era el m¨¢s fuerte hasta que quedaban dos etapas de monta?a, se acuerda de Gastone Nencini, el italiano que gan¨® el Tour de 1960 descendiendo como un loco suicida las monta?as con seguridad de esquiador alpino y obligando a arriesgarse m¨¢s all¨¢ de su habilidad a aquellos que no quer¨ªan perder, como el pobre Roger Rivi¨¨re, que all¨ª se qued¨®. Nibali sinti¨® que renac¨ªa de sus miserias subiendo el Agnello. Estaba entonces a 4m 43s del pelirrojo holand¨¦s ancho como las alas de un avi¨®n. Empez¨® a ganar su segundo Giro el siciliano descendiendo desde los m¨¢s de 2.700 metros de la cima m¨¢s alta entre paredes de hielo forzando al holand¨¦s a una bajada para la que no estaba preparado, y se cay¨®. Termin¨® la jornada aventajando en 21s al destrozado Kruijswijk. Tambi¨¦n dimiti¨® Chaves, que hered¨® la maglia rosa (el s¨¦ptimo ciclista que la vest¨ªa desde la salida de Holanda: Nibali, al d¨ªa siguiente, fue el octavo) el d¨ªa justamente en que su cuerpo empezaba a decir basta, derrotado por una carrera que Nibali bautiz¨® como ¡°extenuante¡±. Valverde, y su miedo a las alturas, ya hab¨ªa dejado de creer el d¨ªa en que gan¨® su etapa.

Antes de ganar el Tour del 16, Nibali, de 31 a?os, uno de los talentos de su generaci¨®n, ya hab¨ªa ganado una Vuelta, otro Giro y un Tour.

De la ¨²ltima grande que corri¨®, la Vuelta, Nibali sali¨® el segundo d¨ªa, expulsado por agarrarse al coche de su equipo que se lo llev¨® a gran velocidad. Nadie quiere recordar la verg¨¹enza en Tur¨ªn ilusionado.

El entusiasmo no tiene memoria. El entusiasmo cree en los milagros, en la historia que tienen delante de sus ojos, un ciclista hundido un d¨ªa, que tiene fe, que cree, que resucita y triunfa. ¡°As¨ª ha sido mi victoria¡±, dice Nibali del Giro del milagro. El entusiasmo busca esperanza en cualquier signo, en cualquiera. En la rabia de Nibali, el ¨ªdolo, tambi¨¦n. ¡°Es un ni?o mi Vincenzo¡±, dice su madre. ¡°Cuando se enfada es cuando mejor es¡±.

Los ciclistas tampoco tienen memoria. Dice Chaves que ¨¦l pasa p¨¢gina y que el d¨ªa que se visti¨® de rosa en Risoul no quiso ni pensar que a aquel puerto franc¨¦s en el que Nairo Quintana gan¨® el Tour del Porvenir den 2010 ¨¦l no pudo llegar entonces porque se hab¨ªa ca¨ªdo, y tambi¨¦n lo dice Valverde, con tanto pasado ya, ¡°yo paso p¨¢gina¡± cuando se le pregunta si no hay un poco de amargura por no ser segundo o primero. No se conforman con pasar p¨¢gina, sin embargo: arrancan las p¨¢ginas de su vida como arrancan todos los d¨ªas las hojas del libro de ruta, que acaba el 21? d¨ªa convertido en algo tan triste como un hueso de jam¨®n seco, sus tapas de pasta dura y nada.

La memoria la tienen los periodistas, que viven de recordar y machacan con sus datos a Giacomo Nizzolo, el sprinter que ha quedado nueve veces segundo en sus cuatro Giros y nunca ha ganado. Levant¨® los brazos en el ca¨®tico circuito final de Tur¨ªn en lo que deber¨ªa ser su primer triunfo en un Giro, y el primero de un velocista italiano en 2016, pero minutos despu¨¦s fue descalificado por cerrar a Sacha Modolo y el triunfo se lo llev¨® Niklas Arndt, alem¨¢n como los ganadores de los cinco sprints masivos anteriores.