Muere el ciclista Rudi Altig
El ciclista teut¨®n que gan¨® la Vuelta de 1962 y el Mundial de 1966
Con Rudi Altig en Espa?a se puso de moda la palabra teut¨®n, sin¨®nimo desde su victoria en la Vuelta del 62 de fuerza bruta y car¨¢cter alem¨¢n. Y Altig, que falleci¨® el s¨¢bado a los 79 a?os, hac¨ªa honor al adjetivo y al significado que se le prestaba y le a?ad¨ªa incluso algo m¨¢s, un pel¨ªn de burricie y sentido de la gamberrada, que es lo que recuerda Julio Jim¨¦nez, coet¨¢neo y tambi¨¦n ciclista en los a?os 60. ¡°Lo primero que me viene a la cabeza cuando me dicen Rudi Altig es una noche en Breta?a, en un crit¨¦rium, cuando Anquetil nos llev¨® a los dos y tambi¨¦n a Aimar a la casa de una se?ora con una gran bodega y todas las botellas cubiertas de telara?as. Llegamos tarde en el coche, en el que tambi¨¦n ven¨ªa Willy, el hermano de Rudi, y no encontr¨¢bamos hueco para aparcar en el pueblo¡±, recuerda el Relojero de ?vila. ¡°Entonces se bajaron del coche los hermanos y ni cortos ni perezosos agarraron en vuelo un coche aparcado y lo dejaron en mita de la calle, y nosotros aprovechamos el hueco¡±.
Rodador potente de la escuela de la pista (fue dos veces campe¨®n del mundo de persecuci¨®n), Altig (Mannheim, 1937) corri¨® la Vuelta del 62, la que deb¨ªa ganar Jacques Anquetil, su jefe de filas en el Saint Rapha?l de Geminiani, porque su director cre¨ªa que a¨²n no estaba preparado para el Tour. El franc¨¦s, que estaba en la cima de su arte, pues hab¨ªa ganado ya dos veces el Tour y un Giro y quer¨ªa ser el primer ciclista de la historia que ganara las tres grandes rondas por etapas, mand¨® a sus gregarios que controlaran en todo momento la carrera antes de dar el golpe definitivo en la contrarreloj de 82 kil¨®metros entre Bayona y San Sebasti¨¢n. Anquetil, sin embargo, enferm¨®, y el d¨ªa D quien gan¨® la etapa fue Altig, por un solo segundo. El franc¨¦s abandon¨® la Vuelta y la victoria a su gregario. Dos meses despu¨¦s, Anquetil, el Mozart de la bicicleta, gan¨® su tercer Tour, en el que el debutante Altig se impuso en tres etapas y se llev¨® el maillot verde de la regularidad. Poco despu¨¦s, Anquetil, considerado el mejor contrarrelojista de la historia, sufri¨® una nueva humillaci¨®n a manos de Altig, con quien disput¨® el Baracchi, una carrera contrarreloj por parejas que terminaba en el vel¨®dromo de Vigorelli, en Mil¨¢n. Anquetil desfalleci¨® a mita de recorrido y Altig, poderoso e infatigable tir¨® de ¨¦l y le daba relevos y le empujaba haciendo ver que solo su fortaleza les hab¨ªa dado la victoria.
M¨¢s que hombre de pruebas por etapas, Altig fue un gran clasic¨®mano, el primer alem¨¢n que gan¨® la Mil¨¢n-San Remo y el Tour de Flandes, y tambi¨¦n campe¨®n del mundo en 1966, ante sus compatriotas en el circuito de Nurburgring batiendo al sprint a Anquetil (siempre el normando en su vida) y Poulidor. Aquella victoria le convirti¨® en el deportista m¨¢s famoso de la Alemania de la ?poca y fue fuente de desaz¨®n para Julio Jim¨¦nez, el escalador tan fino, quien a¨²n hoy lamenta no haber reconocido antes un circuito que era dur¨ªsimo y en el que podr¨ªa haber hecho una gran carrera. Aquella victoria le hizo tambi¨¦n olvidar a Altig la derrota del a?o anterior ante el brit¨¢nico Tom Simpson en el Mundial que se disput¨® en San Sebasti¨¢n. A?os despu¨¦s a¨²n se lamaentaba. ¡°A¨²n no s¨¦ c¨®mo me pudo ganar Simpson¡±, dec¨ªa recientemente Altig, quien fue 18 d¨ªas maillot amarillo en el Tour, el primer alem¨¢n que lo visti¨®. ¡°Vi la l¨ªnea de meta y le dej¨¦ tomar la cabeza. Luego no pude remontar. Perd¨ª 250.000 marcos pero no el amor por la bici. En mi vida siempre ha habido ruedas girando, han trazado una l¨ªnea roja que nunca he querido cortar. Mi vida siempre fue una continuaci¨®n de objetivos. Primero quise ser campe¨®n de Mannheim, luego de mi estado, luego nacional, y ya pens¨¦ que estaba ,uy bien. Pero luego fui campe¨®n del mundo, y estaba orgulloso de ello¡±.
M¨¢s que hombre de pruebas por etapas, Altig fue un gran clasic¨®mano
Si Altig comenz¨® su carrera incordiando al monstruo de su ¨¦poca, Anquetil, la termin¨® entregando a Eddy Merckx el testigo de la grandeza ciclista. Lo hizo en 1969. En Roubaix le gan¨® por 7s al Can¨ªbal el pr¨®logo de un Tour que al d¨ªa siguiente llegaba a B¨¦lgica, a su pueblo. Seis d¨ªas despu¨¦s, en el ballon de Alsacia, Merckx se visti¨® de amarillo y empez¨® a escribir su leyenda Tour, y una nueva era en el ciclismo.
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