El ¡®circo romano¡¯ de las tandas de penaltis
Los lanzamientos, como los eternos entre alemanes e italianos, provocan un mal de altura incluso entre las grandes estrellas
Cuenta Michael Robinson con su extraordinario gracejo que en la final de la Copa de Europa de 1984 entre su Liverpool y la Roma, una catarata de jugadores ingleses sufrieron una muerte transitoria cuando el entrenador, Joe Fagan, consult¨® qui¨¦n quer¨ªa lanzar penaltis. Cada vez que alguno improvisaba un repentino parte m¨¦dico, uno de los m¨¢s animosos de la plantilla se apuntaba como recluta. Todos se llevaban las manos a la cabeza, porque no era el pie m¨¢s lubricado del equipo, pero s¨ª el ¨²nico subversivo. Era tal el canguelo que le cedieron el puesto pese a la certidumbre de que la Orejona se quedar¨ªa en Roma. No fue as¨ª, y el Liverpool, aun con tanto rajado, levant¨® la Copa. La escena, que se reproduce muy a menudo, refleja la pel¨ªcula de terror que suponen las tandas de penaltis, para una amplia mayor¨ªa. Un circo romano.
Lo padecieron alemanes e italianos en los 18 duelos de esgrimistas que protagonizaron en su eliminatoria de cuartos de final, la rueda con m¨¢s penaltis en la historia de la Eurocopa. Una ratonera para hipotensos y osados, novicios y veteranos. Todo es pendular. Tal debe ser el mal de altura que hasta Messi se atrofia. Como en momentos puntuales les pas¨® a jugadorazos como Zico, Platini, Maradona, Baggio, Ra¨²l, Cristiano¡ Las piernas parecen de m¨¢rmol, se funden neuronas y la porter¨ªa pasa a ser un borroso espejismo. Ejecutor y portero se sienten desamparados, son uno solo.
¡°Nunca hab¨ªa vivido nada igual¡±, dijo Neuer, decisivo con sus paradas a Bonucci y Darmian. A este no se le ocurri¨® otra cosa que entrar al trapo de Neuer. Ingenuo ¨¦l, crey¨® que el portero ir¨ªa a la izquierda, no a la derecha como el propio alem¨¢n le se?alaba. Solo era un cebo. En este tipo de sentencias no impera la l¨®gica. Es frecuente que un modesto improvise la gloria y se convierta en el palad¨ªn. Ocurri¨® con el alem¨¢n, Hector, que anot¨® el tiro triunfal. Para colmo, fue su primer lanzamiento como profesional. No es extra?o, porque ya con 26 a?os, hace solo dos que se alistaba en la cuarta divisi¨®n alemana.
Tan incontrolables son estas resoluciones que en los diez primeros remates, los de los supuestos especialistas, se fallaron seis. En los ocho siguientes, cuando ya no quedaba otro remedio que designar a los m¨¢s ortop¨¦dicos, se marcaron siete de ocho.
La chuleta del mill¨®n de euros de Lehmann
Tras los penaltis en cuartos del Mundial 2006 entre Alemania y Argentina, con el meta local Lehmann como h¨¦roe, se supo que K?pke, su t¨¦cnico de porteros, le hab¨ªa pasado una chuleta. Lehmann se la guard¨® en las medias, pero se le borraron los datos con el sudor. Pero hizo como que no, y consult¨® los apuntes antes de cada lanzamiento para inquietar a los albicelestes. Detuvo los de Ayala y Cambiasso. Fue tal el eco de la artima?a, que se subast¨® la chuleta con fines ben¨¦ficos y la compr¨® por un mill¨®n de euros la compa?¨ªa el¨¦ctrica EnBW. El papelito fue donado a la casa de la historia alemana en Bonn.
Uno de los calamitosos fue M¨¹ller, presunto perito en la materia. Ya fall¨® en la semifinal de la Champions de este curso con el Atl¨¦tico. Oblak evit¨® que el Bayern remontara moment¨¢neamente la eliminatoria. ¡°No volver¨¦ a tirar un penalti en unas cuantas semanas¡±, afirm¨® despu¨¦s de ser el ¨²nico al que frustr¨® Buffon, m¨¢s intuitivo que efectivo. A sus 38 a?os, este mito a¨²n padeci¨® de lo lindo en Burdeos. De espaldas cada vez que pateaban los suyos, la televisi¨®n, los rayos x del f¨²tbol, retrat¨® el insoportable suspense. Como para Boateng, que con su acci¨®n de jard¨ªn de infancia hab¨ªa propiciado el gol italiano. Con la pena m¨¢xima, se redimi¨®. Y para Bonucci, que hab¨ªa acertado un penalti durante el partido. Y no un penalti cualquiera, sino el primero que lanzaba en el curso de un encuentro. Neuer le neg¨® a la segunda. Entre los aparentemente m¨¢s dotados tambi¨¦n se frustraron ?zil, Zaza y Schweinsteiger. Lo del italiano fue de traca. Conte le dio carrete por Chiellini en el minuto 120, solo para envidar en el tercer tiempo. Se estrell¨® en el larguero. Estuvo m¨¢s cerca que el capit¨¢n alem¨¢n, que revent¨® el primer anfiteatro.
Supersticiones
Schweinsteiger gan¨® los dos sorteos previos. Los hechos le dieron la raz¨®n. Eligi¨® que el primer marr¨®n se lo comieran los italianos y, con Buffon perplejo, opt¨® porque la intriga se resolviera en la grada de la hinchada azzurra. Seg¨²n el germano, se acord¨® de que en la final europea de 2012, en M¨²nich contra el Chelsea, el Bayern, entonces su club, eligi¨® el manto protector de su gente y el petardazo fue sonoro.
El asunto de los penaltis no es menor en Alemania, pese a haber ganado todas las series salvo la m¨¢s legendaria. Aquel d¨ªa de 1976, en la Eurocopa de Yugoslavia cuando a Panenka se le puso el pecho fr¨ªo y se durmi¨® una siesta al rematar a Maier. En las controversias germanas se han visto involucrados jugadores de primer nivel como Kroos, al que Rumenigge, su presidente en tiempos del Bayern, critic¨® por no haber lanzado en un cruce contra el Real Madrid. Y Matth?us, que lleg¨® a decir que no carg¨® con el penalti de la final del Mundial 90 porque ten¨ªa las suelas muy desgastadas. Nadie le crey¨®, claro. Se llama pavor. El matadero del f¨²tbol.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.