El emperador de Ibiza
Hasta el s¨¢bado yo era el autor del penalti m¨¢s rid¨ªculo de la historia. Es una historia ya sabida que cont¨¦ en Diario de Pontevedra, y desde entonces se han hecho art¨ªculos, reportajes y tesinas; en su momento una investigadora de Arkansas reclam¨® mi testimonio y una televisi¨®n uruguaya se plant¨® frente a mi casa para entrevistarme para pasmo de mi madre, que sal¨ªa corriendo del portal con unas gafas de sol enormes gritando ¡°?taxi, taxi!¡±, como si fuese B¨¢rbara Rey.
Lo que hab¨ªa sucedido es que me toc¨® tirar el ¨²ltimo penalti de una tanda de desempate en un amistoso entre pol¨ªticos y periodistas de la comarca del Saln¨¦s. El estadio del Portonovo estaba lleno y yo, superado por las circunstancias, me fui al centro del campo a tomar carrerilla. Era todo expectaci¨®n: hasta yo mismo estaba expectante. Buf¨¦ como un bisonte a zancada larga y cuando llegu¨¦ al bal¨®n le met¨ª un punteirolo que el bal¨®n acab¨® en la playa de Baltar; pas¨® 40 metros por encima del larguero, y el alcalde de Pontevedra, que era el portero, hizo ese rid¨ªculo salto con la mano casillesca en alto por si las moscas.
Esa absurda carrera pude ahorr¨¢rmela corriendo ante el bal¨®n sin avanzar un metro, como Zaza
Fue un tiro tan disparatado que el ¨¢rbitro, pensando que estaba de co?a, orden¨® repetirlo. El siguiente bal¨®n, a colocar y con el interior, no lleg¨® nunca a porter¨ªa: sali¨® el alcalde a recogerlo porque, me dijo despu¨¦s en el t¨²nel, ten¨ªa una boda en el Ayuntamiento. Lo peor de todo vino despu¨¦s, cuando las malas lenguas recordaron que se trataba de un partido ben¨¦fico de la asociaci¨®n contra la droga. De hecho estaba anunciado Garz¨®n, que era portero en los noventa, pero en su lugar vino Javier Zaragoza (cuatro a?os despu¨¦s el narco Vioque orden¨® matarlo desde la c¨¢rcel; qu¨¦ no har¨ªa conmigo si me viese la carrerilla).
Lo que yo jam¨¢s imagin¨¦ es que esa absurda carrera, que me rompi¨® los tendones, pude hab¨¦rmela ahorrado corriendo delante del bal¨®n sin avanzar un metro, como Zaza en la semifinal del Italia-Alemania. Que, como yo, sali¨® espec¨ªficamente a tirar el penalti porque deb¨ªa de ser el especialista. Tambi¨¦n lo tir¨® a las nubes, pero con una liturgia que me dej¨® paralizado delante de la tele: parec¨ªa mi t¨ªo Pepe pisando la uva en la vendimia. A su personaje de ficci¨®n Za Za lo bautiz¨® Ray Loriga como emperador de Ibiza: el jugador lo fue totalmente. Hasta que lleg¨® Pell¨¨ ri¨¦ndose de Neuer para anunciarle un panenka cuando lo que hizo al final fue un pell¨¨: un disparo tan desviado que pudo haberlo justificado con una trombosis.
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