El noble arte de mentir
Al admirado trolero de anta?o, aquel pillo ensalzado por nuestra literatura y que nos defin¨ªa como pa¨ªs, se le estigmatiza ahora como si sus embustes resultasen contraproducentes para la sociedad
Lo cierto es que no acabo de comprender esta obsesi¨®n insana que tenemos hoy en d¨ªa por la verdad, como tampoco entiendo otros empe?os modernos como el bronceado, el blanqueamiento anal, la cocina creativa o la caza de mascotas virtuales. El noble arte de mentir ha sido degradado hasta cotas insospechadas y al admirado trolero de anta?o, aquel pillo ensalzado por nuestra literatura y que nos defin¨ªa como pa¨ªs, se le estigmatiza ahora como si sus embustes resultasen contraproducentes para la sociedad, como si sus hermosas y bien trenzadas estafas careciesen de valor y fuese cierta la teor¨ªa de que la verdad nos har¨¢ libres. ?De ninguna manera!
Sin ir m¨¢s lejos, esta semana le ha tocado a Josep Mar¨ªa Bartomeu lidiar con esta turba de inquisidores renovados y puntillosos, estos b¨¢rbaros de la verdad por bandera que ya no respetan nada, ni siquiera el sagrado cargo de presidente del F¨²tbol Club Barcelona. Aseguran que el m¨¢ximo dirigente azulgrana minti¨® a los socios sobre el nuevo acuerdo con Qatar Airways, un patrocinio anunciado como hist¨®rico en pleno revuelo electoral y que esta semana se ha demostrado un tanto vulgar, incluso p¨ªrrico en comparaci¨®n a los firmados por otros clubes de envergadura semejante. Me pregunto en qu¨¦ momento decidimos los socios y aficionados convertirnos en fiscales de nuestros propios clubes, en qu¨¦ cabeza cabe semejante dislate. La verdad solo importa a tipos caprichosos y aburridos, necios grises que se niegan a aceptar la mentira institucional como un regalo divino y olvidan las sonrisas bonachonas con las que se presentaron a votar millares de socios en los ¨²ltimos comicios con el tridente en la mochila, la triple corona en las vitrinas y el hist¨®rico acuerdo con los qatar¨ªes en la cartera; eso no se paga con dinero.
Todo esto me ha hecho recordar aquella ocasi¨®n en que una se?ora se present¨® muy indignada en el bar de mi abuelo buscando a su marido, el cual se encontraba en una de las mesas del fondo bebiendo champ¨¢n con otra mujer que, evidentemente, no era su esposa. Sin perder la calma ni soltar la cintura de la negra, el hombre aclar¨® al respetable que no conoc¨ªa de nada a la alborotadora que lo amenazaba con un sangrante divorcio y solicit¨® a uno de los camareros que la desalojara del local. Al terminar la velada, un tanto molesto por la intrusi¨®n y mientras pagaba la cuenta, se lamentaba profundamente por la actitud de su mujer: ¡°?A qu¨¦ vienen estos esc¨¢ndalos? ?Es que no piensa en sus hijos, en lo que tendr¨¢n que soportar ma?ana en la escuela?¡±.
El aficionado cul¨¦ vive feliz instalado en el enredo oficial endulzado con goles, nuevos fichajes y maquetas futuristas. La felicidad se respira en la ?taca cul¨¦ mientras, un pu?ado de desgraciados, no m¨¢s, alzan la voz exigiendo la verdad como si la verdad jugase de falso nueve. No olvidemos nunca que, por encima de todo, el Bar?a es m¨¢s que un club: sin duda, la m¨¢s maravillosa de las mentiras.
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