Los fantasmas de Luis Enrique
No han sido pocos los actores del f¨²tbol que han recurrido al victimismo y la conspiraci¨®n externa como justificantes de sus patinazos. El ¨²ltimo en forrar el espejo con enemigos virtuales ha sido Luis Enrique, que esta semana ha tachado de oportunistas a los medios y ha apelado a su hoja de servicios. No se trata de corporativismo, puesto que la cr¨ªtica est¨¢ tan expuesta a la cr¨ªtica como cualquiera, faltar¨ªa m¨¢s, pero resulta contradictorio, y hasta hilarante, que tras el partido de Anoeta el t¨¦cnico asturiano lanzara reproches a quienes han sostenido lo mismo que ¨¦l: el Bar?a fue una calamidad.
¡°Hemos hecho el peor partido de mi etapa en el banquillo¡±, dijo el entrenador. Dos d¨ªas despu¨¦s se puso el escudo: ¡°Es arriesgado matarnos, ya exagerasteis el primer a?o y ganamos el triplete¡¡±. ?Es exagerado apuntar que este es el Bar?a con peores n¨²meros desde la llegada de Luis Enrique? Tan a la defensiva se sit¨²a el preparador cuando comparece ante los medios, que se aferra a cualquier incongruencia y despeja al ¡°patad¨®n¡±, pese a ser muy capaz de profundizar en el discurso futbolero. M¨¢s que ver periodistas al frente, buenos, malos y regulares, con camiseta y sin ella, Luis Enrique percibe a un imaginario pelot¨®n de fusilamiento. Son sus fantasmas. Por lo que se ve, le ayudan con sus desvelos y potencian su desfogue emocional. Pero quiz¨¢ interfieran en lo buen entrenador que ha apuntado ser.
Al Bar?a y al t¨¦cnico no les conviene el autoenga?o, por anest¨¦sico que les suponga. En San Sebasti¨¢n, pese a rescatar un punto milagroso, el equipo fue engullido de principio a fin por una estupenda Real. Tan elogiable que retrat¨® una por una todas las debilidades del cuadro azulgrana, reducido como nunca a cenizas por un adversario que le hizo a?orar sus mejores virtudes, las mostradas por el conjunto de Eusebio: presi¨®n, posesi¨®n y posici¨®n. El fundido del Bar?a no fue un hecho epis¨®dico, amplific¨® los malos s¨ªntomas de sus extrav¨ªos con el Alav¨¦s, el M¨¢laga, el Granada o el segundo acto con el City en Manchester y el primero en el S¨¢nchez Pizju¨¢n. En estos dos ¨²ltimos cap¨ªtulos, Luis Enrique prefiri¨® ver el vaso medio lleno. En Anoeta, ni gota.
Del paso por Donostia no solo sali¨® mal parada la plantilla, tambi¨¦n el entrenador. No intervino en ning¨²n momento, no corrigi¨® nada, ni el sistema ni los jugadores, salvo el insignificante retoque de Denis Su¨¢rez por Rakitic. De alguna manera, Luis Enrique rebaj¨® su papel como rector deportivo. ?Para qu¨¦ est¨¢ el entrenador cuando a su equipo le comen de principio a fin? ?Basta con limitarse a cruzar los dedos para que los suyos tengan un buen d¨ªa y los rivales no? Bloqueado hasta Messi, el preparador no dijo ni mu. Ni siquiera cuando Piqu¨¦ y Jordi Alba se lastimaron y fueron obligados a acabar el partido. Con su inmovilismo, Luis Enrique, que otras veces ha retocado con ¨¦xito la pizarra, tambi¨¦n subray¨® su desconfianza en el segundo pelot¨®n.
Ni al Barcelona ni al t¨¦cnico les conviene el autoenga?o, por anest¨¦sico que les suponga
A la sombra se quedaron dos j¨®venes como Marlon y Ale?¨¢ junto a Rafinha y Paco Alc¨¢cer, bandera, a su pesar, de unos fichajes que llevan un curso de puntillas, sin dictado. Se supone que en su alistamiento algo tendr¨ªa que ver Luis Enrique. ?O tampoco tiene mano en ese asunto y todo es cosa de Robert Fern¨¢ndez, el director deportivo? Para culminar el espanto de San Sebasti¨¢n, en la Copa, lo de los suplentes barcelonistas en Alicante ante un Segunda B fue de traca. Ninguno, salvo el juvenil Ale?¨¢ con su gol, se rebel¨®, todos actuaron con una indisimulada cara de reservas. Ni ante el H¨¦rcules hubo fichaje que fuera capaz de anotar su primer tanto de la temporada.
El caso es que el Bar?a parece haber involucionado. En las dos ¨²ltimas temporadas, pese a la buena cosecha de t¨ªtulos, no tuvo el punto seductor de otras etapas, pero s¨ª gran eficacia, estupendos solistas y mayor repertorio t¨¢ctico. Se dijo que era menos ret¨®rico y m¨¢s directo, punzante. Del peso de los volantes a la subordinaci¨®n casi exclusiva de los tres delantero. Hasta que en Anoeta ni ellos pudieron ser el remedio absoluto, limitados a un ¨²nico bolo entre Neymar y Messi para salvar un empate. Cabe suponer que estos jugadorazos despegar¨¢n de nuevo cualquier d¨ªa y el Bar?a coger¨¢ impulso. Tambi¨¦n ser¨¢ cuesti¨®n de Luis Enrique ayudarles en ello, procurar que el equipo contribuya siendo m¨¢s sinf¨®nico entre titulares y suplentes.
El cl¨¢sico ser¨ªa el mejor punto de partida para los cul¨¦s. El Madrid, como lo han sido la Real y el H¨¦rcules, es el enemigo, no la mediosfera que tanto altera a Luis Enrique, pese a que ni entrene, fiche o tire de tiza. En buena parte, adem¨¢s, es la misma que le entroniz¨® cuando hizo m¨¦ritos para ello, que los tuvo y fueron bastantes. Equivocarse al identificar al adversario deja a cualquiera en fuera de juego. Quiz¨¢ por ello Luis Enrique se paraliz¨® en Anoeta y se vino arriba ante la prensa. Con lo que sue?a ahora su clientela es con que se haya dejado algo para el cl¨¢sico. De ¨¦l tambi¨¦n depende... ?O solo de Messi?
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