A la mierda
Son nuestros clics los que convierten en viral una esperp¨¦ntica rueda de prensa de Abelardo o la ¨²ltima barrabasada de Santi Mina
Hace unos d¨ªas, nuestro Juan Cruz se refer¨ªa en twitter a la normalizaci¨®n del taco como parte esencial del discurso p¨²blico de los futbolistas, un mal h¨¢bito elevado ya a la categor¨ªa de moda que parece haber llegado para quedarse, como antes lo hicieron las botas de colores, el gel de efecto mojado o los mapas de calor. ¡°Parecen tertulianos¡±, apostillaba Cruz en un claro intento por desviar la atenci¨®n fuera de la casa y no meter el dedo en la llaga del columnismo cipotudo, esa ralea que parece campar a sus anchas en las p¨¢ginas de este peri¨®dico y en los m¨¢rgenes de la ley.
En el f¨²tbol, como en otros ¨¢mbitos de la vida, las conductas novedosas o alternativas suelen perpetuarse por un simple proceso de imitaci¨®n, el asunto no tiene mayor misterio. Cuando era ni?o, por ejemplo, recuerdo que algunos imitaban los regates de los ¨ªdolos, otros emulaban rutinas de golpeo, al sacar una falta, mientras que los menos dotados nos limit¨¢bamos a escupir y hacer gestos de capo italiano con las manos constantemente, como si nos pas¨¢semos la vida mascando tabaco y el partido pregunt¨¢ndonos ¡°ma che cosa fai?¡±.
El caso es que, alertado por el tuit de Cruz, este fin de semana he prestado especial atenci¨®n a las declaraciones de algunos futbolistas y, ciertamente, el peque?o resfriado parece haber roto en poderosa epidemia. ¡°Hay que sacar un poco de orgullo y cojones porque, si no, nos vamos a la mierda¡±, espet¨® Santi Mina a un compa?ero de televisi¨®n que a punto estuvo de preguntarle si admiraba m¨¢s a Romario o a Samuel L. Jackson. Curioso que, en una Liga cuyo presidente manifiesta su preocupaci¨®n por algunas conductas y el mal ejemplo que ofrecido a los ni?os, a nadie parezca importarle que semejantes referentes sociales se expresen como John Cobra o la difunta Veneno.
Como yo no soy de los que creen que los futbolistas sean ejemplos de nada, mi preocupaci¨®n navega por otros cauces. Mi principal temor, supongo que por puro inter¨¦s, reside en que este discurso simple y visceral termine con la mejor literatura del f¨²tbol, esos lances escondidos de la mirada del espectador que luego conocemos por boca de sus protagonistas. H¨¦ctor Veira, por ejemplo, es pura poes¨ªa narrando sus encuentros con Mansueto, el m¨ªtico 2 de Platense. Se criaron juntos en el mismo barrio as¨ª que cuando se encontraban en una cancha como rivales, el zaguero sol¨ªa llamar al Bambino desde la distancia. ¡°Nene, ven¨ª. Pap¨¢ y mam¨¢, ?bien?¡±, preguntaba Mansueto. ¡°Yo le dec¨ªa que s¨ª, que bien, que se quedase tranquilo¡ ?Y al minuto me mandaba de una patada a la cancha de Excursionistas!¡±.
Y es que el verdadero problema detr¨¢s del lenguaje blasfemo e inapropiado de tantos profesionales del f¨²tbol, querido Juan, no est¨¢ tanto en los protagonistas como en el p¨²blico que los observa y jalea. El verdadero drama reside en que son nuestros clics los que convierten en viral una esperp¨¦ntica rueda de prensa de Abelardo o la ¨²ltima barrabasada de Santi Mina, por poner dos ejemplos recientes. Para cerrar este art¨ªculo, por cierto, hab¨ªa pensado en una sentencia severa a la par que ingeniosa pero, qu¨¦ carallo, ahora mismo solo siento ganas de mandarlo todo a la mierda.
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