Dejen en paz al f¨²tbol
La tecnolog¨ªa no est¨¢ en la naturaleza de un juego con tantas reglas interpretativas
Benzema encara al portero del Am¨¦rica y tras su disparo triunfal se cumple el tiempo cuando la pelota est¨¢ a un metro de la red: el videojurado arbitral invalida el gol. Bien le pudo ocurrir frente a los mexicanos, puesto que el gol del franc¨¦s lleg¨® cuando pasaban cinco segundos de la hora se?alada para el descanso. Pero es f¨²tbol, no baloncesto, y el ¨¢rbitro est¨¢ autorizado a a?adir m¨¢s tiempo del ya publicitado si desde entonces ha percibido otras pausas. De haberse anulado el tanto de Benzema u otros similares no es posible imaginar la tormenta desatada. Es solo un ejemplo de esa melonada que los mandarines de la FIFA pretenden instaurar. Los primeros paganos, con Modric, Cristiano y Zidane al frente en los micr¨®fonos, ya han expresado su desagrado y estupor.
Por ahora, los bur¨®cratas, de espaldas a los actores principales del tinglado, solo han conseguido embarrar el f¨²tbol, sumido en una confusi¨®n esperp¨¦ntica en el ya de por s¨ª objetable entrem¨¦s del Mundial de Clubes. De momento, eso s¨ª, ese improvisado gran hermano arbitral es el ¨²nico motivo de atenci¨®n de un torneo tan dispar. Solo el v¨ªdeo tiene menos sentido que este mundialito en el que, salvo el Chelsea, los europeos no han encajado un gol en los ¨²ltimos 13 partidos. Una cita en la que la supuesta animosa hinchada japonesa no llena las gradas ni el d¨ªa que el Bal¨®n de Oro, fetiche del mercado asi¨¢tico y tantos otros, anota su 500? gol con un club.
Al f¨²tbol le ha ido y le va muy bien sin tantos ojos de por medio, humanos y rob¨®ticos. No es un juego que se adapte a las matem¨¢ticas, porque su reglamento es poco tajante en muchos aspectos. Es flexible como pocos, por lo que dos y dos pueden ser cero, cuatro, seis... ?Qu¨¦ ocurrir¨ªa si al revisar una jugada en el ¨¢rea se advierten agarrones y nudos de unos a otros exactamente al mismo tiempo? ?Y qu¨¦ hacer con los fueras de juego en los que no queda claro si un futbolista tienen intenci¨®n de intervenir o no? ?Y con esos posibles penaltis en los que hay que discernir la distancia entre la mano y el cuerpo? ?Y c¨®mo evaluar la voluntariedad o no si el v¨ªdeo no tiene alma ni hay psiquiatra con anteojos? En caso de que alg¨²n genio de Silicon Valley d¨¦ con la rob¨®tica necesaria, ?en qu¨¦ Ligas, categor¨ªas, ser¨ªa obligatoria tal inversi¨®n en c¨¢maras? ?Y c¨®mo se elegir¨ªan a los realizadores de turno, en el sorteo de campos? ?Pero si ni siquiera los ex¨¢rbitros se ponen de acuerdo en sus an¨¢lisis! A diferencia del show time de los estadounidenses, el f¨²tbol requiere continuidad, no un c¨®nclave interminable para cada interminable litigio. Ya hay bastantes broncas. Mejor que se prolonguen en el tercer tiempo de tertulias y ch¨¢charas.
Como met¨¢fora de la vida, en el f¨²tbol influyen las justicias y las injusticias, la fortuna y el infortunio. Es un juego abierto y con muchas aristas por lo que su juicio dif¨ªcilmente puede ser siempre uniforme. Abundan las circunstancias en las que no hay laboratorio visual que pueda resolver. Tan solo resultar¨ªa efectivo y deseable en las jugadas de gol, suerte suprema de este deporte, para verificar si el bal¨®n entr¨® o no. No se trata de que el f¨²tbol desde?e por capricho la tecnolog¨ªa, sino que esta encaja mal en su naturaleza. Se ha visto en Jap¨®n, que de forma inexplicable ha servido de banco de pruebas cuando el experimento podr¨ªa haberse analizado en citas de vuelo raso. Resulta que el v¨ªdeo ha ayudado al ¨¢rbitro y estos no tanto al v¨ªdeo. ?O ha sido al rev¨¦s? Mientras se aclaran, dejen en paz al f¨²tbol.
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