Cultura de surf

Hay deportes que, m¨¢s que una afici¨®n, son un estilo de vida. Determinan los anhelos, los pensamientos, las conversaciones, los compa?eros de viaje e incluso la forma de vestir. Conllevan unos ritos de iniciaci¨®n y de aceptaci¨®n, e implican formar parte de un club cuyos miembros se pueden entender con la mirada o con un gesto. Tienen normas universales con adaptaciones locales. Y parece incluso que es el propio deporte el que elige qui¨¦n lo puede practicar y qui¨¦n no. El surf es uno de ellos.

El periodista, corresponsal de guerra y escritor estadounidense William Finnegan fue escogido por el surf cuando ten¨ªa 10 a?os. Sucedi¨® en Ventura, California. Al leer la forma en la que describe aquel momento, al lector le quedan dos opciones: apuntarse a clases de surf: o aceptar que es una suerte de epifan¨ªa a la que solo acceden los elegidos, y que tendr¨¢ que conformarse con leer A?os salvajes (Libros del Asteroide), por otro lado, un plan estupendo. El libro, una autobiograf¨ªa de aventuras, obtuvo el premio Pulitzer en 2016.

Finnegan, cuya infancia transcurri¨® entre California y Haw¨¢i ¡ªten¨ªa por tanto m¨¢s puntos que la media para sentir la llamada de las tablas¡ª nos invita a un viaje por el mundo en busca de la ola perfecta. Y nos ofrece tambi¨¦n una po¨¦tica met¨¢fora sobre la vida y las sensaciones que acompa?an al deslizarse sobre las olas.