Un brindis por la ruta imposible de Jeff Lowe a la cima del Eiger
26 a?os despu¨¦s, una cordada logra repetir la v¨ªa abierta por el norteamericano en la monta?a m¨¢s legendaria y mort¨ªfera de los Alpes
Cuando Jeff Lowe cumpli¨® 40 a?os, en 1991, segu¨ªa siendo el alpinista norteamericano m¨¢s admirado: como muchos genios, era un adelantado a su ¨¦poca, un visionario capaz de llevar su actividad hasta cotas impensables. Claro que entonces, ser alpinista en Estados Unidos era algo parecido a no ser nada. Incluso siendo una leyenda, Lowe sab¨ªa que de cara a la sociedad a¨²n no hab¨ªa hecho algo que tuviese ¡®sentido¡¯.
Por eso, y recordando la presi¨®n de su padre, quiso ser empresario y se estrell¨®: quebr¨® su empresa de material de escalada, fracas¨® su intento de organizar competiciones de escalada en su pa¨ªs, entr¨® en bancarrota, perdi¨® a los amigos a los que deb¨ªa dinero, arruin¨® su matrimonio y tuvo que alejarse de su hija de dos a?os. As¨ª que cuando anunci¨® que deseaba abrir en solitario una v¨ªa por el centro de la cara norte del Eiger muchos entendieron que buscaba el suicidio. ¡°Nunca hubiera escogido una forma tan complicada de quitarme la vida¡±, se defender¨ªa a toro pasado.
La norte del Eiger evoca relatos truculentos: ocho de los diez primeros alpinistas que trataron de escalarla perecieron. Atrapados en el nevero conocido como ¡®la ara?a¡¯ fallecieron de agotamiento e hipotermia los aragoneses Alberto Rabad¨¢ y Ernesto Navarro en 1963, una cordada pionera, audaz y admirada que hab¨ªa firmado (entre otras muchas) la primera ascensi¨®n de la cara oeste del Picu Urriellu. En 1991, casi 60 excelentes alpinistas hab¨ªan perdido la vida atrapados por el fr¨ªo, las tormentas y los accidentes en una interminable vertiente de 1.800 metros de desnivel que culmina en una cima tan ansiada como esquiva, a 3.970 metros sobre el nivel del mar.
Lowe no buscaba un epitafio, sino recuperar la esperanza porque se sent¨ªa perdido y fracasado. Buscaba algo que le diese fuerza para vivir, salir de una depresi¨®n, recuperar la libertad que los negocios y su matrimonio, dec¨ªa, le hab¨ªan amputado. Lo logr¨®: escal¨® en solitario durante 9 d¨ªas la monta?a m¨¢s legendaria, mort¨ªfera e intimidante de los Alpes, en pleno invierno, por el centro de la pared, obviando que esa misma vertiente hab¨ªa segado las vidas de casi 60 excelentes alpinistas.
Han hecho falta 26 largos a?os para que alguien repita un itinerario que gozaba de un aura de misterio y leyenda intimidatoria. Nadie hab¨ªa tenido hasta la fecha la fuerza mental necesaria para seguir los pasos de un Jeff Lowe desesperado por vivir, de alguien descrito por sus conocidos como un ser ¡°patol¨®gicamente optimista¡±, es decir alguien capaz de mirar ladera arriba cuando todo parece indicar que la vida est¨¢ abajo. ?vido tambi¨¦n de recuperar su autoestima, Lowe se fabric¨® un reto a su altura, llevando hasta l¨ªmites impensables el arte de escalar.
Thomas Huber (Alemania), Roger Schaeli y Stephan Siegrist (Suiza), tres de los grandes alpinistas de la ¨²ltima d¨¦cada, firmaron el pasado 30 de diciembre, tras dos d¨ªas y medio de ascensi¨®n, la primera repetici¨®n de la v¨ªa de Lowe, quit¨¢ndose el sombrero ante la dificultad del itinerario y la audacia de su aperturista, que soport¨® tres tormentas en 1991 y tuvo que ser evacuado en helic¨®ptero in extremis de la cima del Eiger ante los peligros de aludes que presentaba el descenso por la cara oeste.
Lowe bautiz¨® su v¨ªa con el nombre de ¡®Metanoia¡¯, t¨¦rmino que en griego viene a significar ¡°en ¨¦poca pagana, un cambio de opini¨®n, de parecer de decisi¨®n, de forma de pensar o de sentir¡±, seg¨²n explica el alpinista, profesor de la UPV y ex Director de Universidades del Pa¨ªs Vasco, Javier Alonso Aldama. Lowe explicar¨ªa lo que deseaba expresar con ¡®Metanoia¡¯: ¡°Un cambio fundamental en mi forma de pensar y una aut¨¦ntica transformaci¨®n de mi coraz¨®n¡±. Lo que realmente encontr¨®, seg¨²n explicar¨ªa tiempo despu¨¦s, tras nueve d¨ªas de sufrimiento, incertidumbre y miedo, fue un mayor conocimiento de s¨ª mismo y de los mecanismos que rigen el d¨ªa a d¨ªa de nuestras vidas.
La c¨¢rcel del ELA
Eiger significa Ogro en alem¨¢n, y su cara norte es una amalgama caprichosa de pilares de roca descompuesta, hielo negro y nieve inestable. Jeff Lowe no parec¨ªa un ogro, sino m¨¢s bien un delgaducho profesor de filosof¨ªa tocado con unas gafas desmesuradamente grandes, un pelo rubio fino y en retirada, un bigote en U y un andar desgarbado que escond¨ªa una t¨¦cnica de escalada perfecta y una capacidad mental inveros¨ªmil. Su aspecto desment¨ªa su val¨ªa y su v¨ªa en el Eiger era un ogro dentro de un ogro.
En 1999, patinando en hielo junto a su hija, sufri¨® una ca¨ªda que ¨¦l mismo juzg¨® inexplicable. No era alguien dado a perder el equilibrio sin raz¨®n. Un a?o despu¨¦s, supo que el resbal¨®n fue el primer s¨ªntoma de una extra?a enfermedad relacionada con la esclerosis lateral amiotr¨®fica (ELA) que le ha postrado en una silla de ruedas, priv¨¢ndole incluso del habla, aunque puede comunicarse gracias a su inseparable iPad. Este tipo de enfermedad provoca par¨¢lisis muscular progresiva y la muerte, pero los que conocen a Lowe aseguran que, tambi¨¦n en este caso, sigue siendo patol¨®gicamente optimista.
La ¨²ltima vez que preguntaron a Lowe por qu¨¦ nadie hab¨ªa repetido su v¨ªa del Eiger, sonri¨® y la pantalla reflej¨® un ir¨®nico ¡°quiz¨¢ no sea una buena v¨ªa¡±. La sala de conferencias estall¨® en una carcajada. De momento, solo Huber, Siegrist y Schaeli pueden opinar con conocimiento de causa¡ y a¨²n se rascan la cabeza imaginando c¨®mo un hombre, entre tormenta y tormenta, pudo ser capaz de escalar con tanta violencia y determinaci¨®n.
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