Sergio Garc¨ªa ocupa su sitio
El golfista castellonense llena el hueco en la dinast¨ªa de Seve el a?o en que se estrenaba en Augusta Jon Rahm, el siguiente se?alado
La primera vez que Sergio Garc¨ªa se preparaba para patear en el 18 y ganar el Masters, los comentaristas recordaron enseguida aquella otra ocasi¨®n, de 2007, cuando en Carnoustie dispuso de un putt similar para llevarse el Open brit¨¢nico. Y lo fall¨®. En el desempate, el torneo se lo llev¨® Padraig Harrington. Tambi¨¦n recordaron otros casi pero no suyos: el US Open en 2002 y 2005; el PGA en 2006 y 2008; otra vez el Open en 2014. Hasta este domingo, en cuanto Garc¨ªa se colocaba a un paso de la gloria, la memoria colectiva rescataba una pel¨ªcula recopilatoria de su carrera, que m¨¢s parec¨ªa que acabara de morir, y que ese repaso que ve el moribundo en el ¨²ltimo instante se encontrara esta vez al alcance de todos.
Eso le suced¨ªa cuando se situaba muy cerca del triunfo. Si estaba m¨¢s lejos, lo inclu¨ªan en un relato bien distinto. El viernes, dos d¨ªas antes del putt del 18, varios periodistas brit¨¢nicos le preguntaron: ¡°?Sabes que tu victoria el domingo podr¨ªa coincidir con el 60 aniversario de Seve?¡±. Desde que irrumpi¨® en el circuito, se ha confiado en que Garc¨ªa ocupar¨ªa la siguiente posici¨®n de esa dinast¨ªa golf¨ªstica espa?ola que fund¨® Severiano Ballesteros y continu¨® Olazabal. Esa cadena de susurros de leyenda a leyenda en la que Seve dejaba en el vestuario de Augusta mensajes a Olazabal y, a?os despu¨¦s (el pasado mi¨¦rcoles), ¨¦ste enviaba otros a Garc¨ªa. Despu¨¦s de 73 grandes sin triunfo, a¨²n se confiaba en que se amarrara al hilo de esa madeja y que as¨ª la gloria no se saltara una generaci¨®n. Al menos hasta que Garc¨ªa se acerc¨® a poco m¨¢s de un metro del Masters, en el 18: entonces regres¨® el documental que parec¨ªa de moribundo y, en efecto, Sergio Garc¨ªa se muri¨®. Otra vez.
Para muchos, la consistencia que apreciaban en aquel recopilatorio de reci¨¦n fallecido lo explicaba todo: la maldici¨®n, tan manoseada. Mientras se repasaba aquello, sin embargo, Garc¨ªa deb¨ªa dar un golpe, y ese golpe tambi¨¦n conten¨ªa algunas razones. Como explic¨® luego, la bola no cay¨® hacia donde siempre hab¨ªa ca¨ªdo. Y no entr¨®. Sus palabras sonaban muy distintas de aquel c¨¦lebre lamento suyo de 2014: ¡°Quiz¨¢ no valgo para ganar un grande¡±. No es tan f¨¢cil.
En realidad, el Masters, cualquier grande, se pierde constantemente. A veces antes del primer tee: a Dustin Johnson, el n¨²mero uno del mundo, se le esfum¨® sin pegar un solo golpe, al caerse por las escaleras de la casa donde se alojaba. Se pierde tambi¨¦n en los dos bogeys que Garc¨ªa enlaz¨® en el 10 y el 11. Salvo que vaya uno esquivando todo eso. Por ejemplo, con un birdie en el 14 y un eagle en el 15 que eviten que los bogeys se a?adan a la recopilaci¨®n de la cat¨¢strofe. Se pierde tambi¨¦n en el ¨²ltimo putt que fall¨® en el 18. Como en Carnoustie. Salvo que se regrese al mismo hoyo 18, para el desempate. All¨ª se encontr¨® el espa?ol la segunda vez con dos oportunidades para ganar el Masters. Pod¨ªa incluso acercarse con el primer golpe y rematar con el siguiente. Acert¨® con el primero y se desenganch¨® de esa vieja cadena de desilusiones que arrastraba cual bola de presidiario. Abandon¨® aquel hilo para amarrarse al otro, que llevaba tiempo esperando por ¨¦l, y entonces, ya vestido de verde, pidi¨® que lo sentaran junto a Olazabal en el vestuario de los campeones.
Consigui¨® ocupar su hueco en la dinast¨ªa de Seve el a?o en que se estrenaba en Augusta Jon Rahm, el siguiente se?alado. Justo a tiempo de que el legado no se saltara su generaci¨®n. Llen¨® esa laguna y tambi¨¦n, de alg¨²n modo, el vac¨ªo dejado por los golfistas en las dos d¨¦cadas prodigiosas del deporte espa?ol.
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