Eliud Kipchoge corre el marat¨®n m¨¢s r¨¢pido de la historia
Con 2h 25s, el campe¨®n ol¨ªmpico se queda a solo 26 segundos del objetivo de bajar de dos horas en los 42,195 kil¨®metros
Esta madrugada, al alba, en el circuito de f¨®rmula 1 de Monza, una veintena de fisi¨®logos, inventores, cient¨ªficos, nutricionistas, biomec¨¢nicos, entrenadores, dietistas, meteor¨®logos, f¨ªsicos nucleares y ejecutivos de empresa y decenas de millones de d¨®lares de inversi¨®n intentaron derribar una de las barreras que parecen imposibles para el ser humano, correr una marat¨®n (42.195 metros) en menos de dos horas. Deb¨ªa ser el ¨¦xito de la tecnolog¨ªa, la ciencia y la planificaci¨®n, pero de entre todos ellos surgi¨® la figura del atleta, la celebraci¨®n del potencial del ser humano, Eliud Kipchoge. El campe¨®n ol¨ªmpico no logr¨® descender de las dos horas, el objetivo se?alado, pero sus 2h y 25s le han convertido en la persona que m¨¢s r¨¢pido ha corrido la distancia. La marca, que ser¨ªa r¨¦cord del mundo por 2m y 32s, no podr¨¢ ser homologada ni aceptada oficialmente, dadas las circunstancias que rodearon al intento, que cont¨® con control antidopaje para los protagonistas y con jueces federativos para certificar el cronometraje y la distancia. La federaci¨®n internacional de atletismo (IAAF) proh¨ªbe que entren liebres de refresco para ayudar a los atletas y un coche ofreciendo rebufo a menos de 15 metros.
Kipchoge, de 32 a?os, pudo m¨¢s que la ciencia, la tecnolog¨ªa, las zapatillas at¨®micas que Nike le ha elaborado, las 24 liebres que se relevaron a su alrededor y los dos atletas que le acompa?aron en el intento, el eritreo Zersenay Tadese y el et¨ªope Lelisa Desisa, quienes no aguantaron el ritmo exigido antes de la media marat¨®n.
El marat¨®n m¨¢s r¨¢pido de la historia no fue una carrera abierta, sino una contrarreloj controlada en un circuito de 2,4 kil¨®metros. Las 24 liebres de que dispusieron los atletas se relevaron con precisi¨®n de tal manera que en todo momento hab¨ªa seis atletas frescos en formaci¨®n de flecha (uno, dos tres, escalonados) abriendo el paso a los protagonistas. Por delante de ellos, a cinco metros, ofrec¨ªa rebufo un Tesla con una enorme pantalla en la baca que serv¨ªa tanto para se?alar el tiempo como para frenar el viento. A las 5.45, hora del comienzo, la temperatura era de 10 grados, el viento pr¨¢cticamente nulo, el cielo estaba cubierto. Las condiciones eran ideales. Comenzaron a correr y era noche cerrada. Sobre el asfalto fino y regular del circuito, la luz de un l¨¢ser que avanzaba les guiaba y les marcaba el ritmo de marcha, una velocidad nunca vista en un marat¨®n: cada kil¨®metro lo deb¨ªan recorrer en 2m 51s, los 5km en 14m 14s, cada 400m en 68s, cada milla, en 4m 34s... Velocidad media superior a los 21 kil¨®metros por hora. Cada cierto tiempo, un ayudante les serv¨ªa bebidas especiales desde la cuneta, mientras dos entrenadores les persegu¨ªan sobre bicicletas el¨¦ctricas, grit¨¢ndoles consignas a las liebres.
Hasta el kil¨®metro 35 la prueba era el ¨¦xito de la precisi¨®n y la planificaci¨®n del proyecto. De la raz¨®n. Hab¨ªan pasado la media marat¨®n en 59m 57s, cinco segundos m¨¢s r¨¢pido de lo planificado. Corr¨ªan las liebres y Kipchoge como metr¨®nomos, sin cambios de ritmo, regulares, sin contorsiones ni gestos feos. La belleza de la plenitud atl¨¦tica.
Ni siquiera cuando sufre cambia Kipchoge la zancada. Puede que la cara s¨ª, puede que los gestos de su rostro, traicionen la fatiga que le invade o el dolor de las piernas, de los m¨²sculos a los que ya no llega alimento, de las articulaciones machacadas por 40.000 zancadas repetidas sobre asfalto, pese a la protecci¨®n de las zapatillas, la espuma de las suelas, la placa de carbono el¨¢stica como un muelle en la entresuela. Kipchoge, su coraz¨®n, su voluntad, fue m¨¢s fuerte que las zapatillas. Por el kil¨®metro 30 pas¨® en 1h 25m 20s, solo 1s por encima de lo previsto. A partir del kil¨®metro 35 (+5s, +18s en el 40) y hasta el final, hasta la ¨²ltima recta, en la que las liebres, comandadas por el gran Bernard Lagat, se apartaron para dejarle solo, la soledad del campe¨®n, Kipchoge sufri¨®, pero no se descompuso. Corri¨® m¨¢s lento pero no se hundi¨®. Se descolgaba y recuperaba y volv¨ªa a soltarse. Sab¨ªa que las dos horas ser¨ªan imposibles, pero continu¨® intent¨¢ndolo hasta la ¨²ltima zancada. El hombre pudo con la m¨¢quina y mostr¨® su grandeza. Fue la exaltaci¨®n del esfuerzo en solitario. Nadie hab¨ªa corrido antes a ese ritmo. Nadie pensaba que ser¨ªa posible mantener tanto tiempo ritmos de paso de 14m 14s cada cinco kil¨®metros. Ese fue su triunfo. Y tambi¨¦n la demostraci¨®n de que la barrera de las dos horas resistir¨¢ mucho tiempo antes de ser derribada en una carrera regular. La mejor marca de Kipchoge, hasta el momento, era de 2h 3m 5s.
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