El Madrid de todos menos t¨²
Ser entrenador del Real en la victoria es el trabajo con menos responsabilidad del mundo
De Zinedine Zidane se ha dicho lo mejor que se puede decir de un entrenador del Madrid: que no sabe entrenar. No saber entrenar en el Madrid no s¨®lo es garant¨ªa de triunfos sino de buen juego, que de este modo s¨®lo se puede atribuir a los jugadores. Lo que ocurre es que el Madrid juega bien oficialmente tan poco que esta temporada est¨¢ pasando inadvertido, con autogesti¨®n o sin ella. Y la verdad es que, en contra de la leyenda, el Real no ha llegado hasta aqu¨ª por la pegada, por una serie de misteriosos azares o por la inercia del presupuesto. El Madrid ha jugado partidazos esta temporada, muchos de ellos decisivos, como el de este mi¨¦rcoles.
Lo ha hecho a partir del control del partido, algo inesperado en un conjunto repleto de historias individuales y machadas ¨¦picas. Lo ha hecho, por primera vez desde que Ronaldo est¨¢ en el club, sostenido a golpe de ca?onazos por su m¨¢xima estrella, normalmente fagocitada en primavera. Y lo ha hecho porque al final su entrenador va a saber un poco de f¨²tbol, un poco de jugadores, un poco de competiciones y un poco tambi¨¦n de la vida.
Jug¨® de la forma m¨¢s exuberante tras el 2-0 del Calder¨®n, cuando quedarse con el bal¨®n ante un batall¨®n suicida era quedarse con una bomba. Y lo volvi¨® a hacer ayer en un estadio humeante ante un rival que se qued¨® a una pierna de mandar al Manchester de Mourinho a la lona: non un calquera, non un ningu¨¦n. Desde el principio y hasta el final, con la sombra de un ¨¢rbitro rid¨ªculo que con 0-2 expuls¨® a un celtista por dos amarillas inventadas que al menos conseguir¨¢, para el Madrid, disfrazar otro partidazo: siempre hay una batalla sobrevolando otra.
El carro de Isco, el carro de Ronaldo, el carro de Benzema: tres carros semivac¨ªos a mitad de temporada. Carros observados con desconfianza como los camellos averiados de las atracciones de feria, a los que no les entra una bola de casualidad. Y ahora est¨¢n los tres desbordados de conversos y en fiesta perpetua, sobre todo el del malague?o, que ha necesitado cambiar de look como lo intent¨® Ra¨²l para frenar su decadencia. El Madrid de final de temporada es un concesionario de carros y una concentraci¨®n urgente de peluqueros y tatuadores: de ellos tambi¨¦n ser¨¢ la Liga, si llega. Ser entrenador del Madrid en la victoria es el trabajo con menos responsabilidad del mundo.
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