El coloso Kittel, m¨¢s fuerte que el miedo y el agua
El sprinter alem¨¢n se impone en Lieja, adonde Froome llega sofocado pero indemne tras haberse visto envuelto en una montonera
Camino de Lieja, bajo el chaparr¨®n y entre charcos que ocultan las irregularidades del asfalto, un peque?o rayo de esperanza alegra el d¨ªa de quienes temen la tiran¨ªa de Chris Froome y la cuadrilla del Sky los 20 d¨ªas de Tour. Hollenstein, un ciclista suizo del Katusha patina en cabeza en un cruce de carreteras y en su ca¨ªda arrastra a una veintena de ciclistas. Entre ellos, medio Sky de blanco. Entre ellos, Froome. Nadie desea que se rompa nada, ni que pierda el Tour como Valverde, por una ca¨ªda desgraciada. La esperanza la regala la tradici¨®n, que dice que un ganador de Tour tiene que ser un ciclista en estado de gracia, uno que no pincha ni se equivoca ni se cae. Es una esperanza falsa. Froome ha sufrido tres ca¨ªdas se?aladas en sus Tours, y solo una, la del d¨ªa del pav¨¦s en 2014, le hizo da?o de verdad. La ocurrida a 30 kil¨®metros de la meta tampoco le hace ni un rasgu?o, ni a su piel ni a su ropa tan fina. El pelot¨®n gentilmente espera. La ca¨ªda se queda en un momento de p¨¢nico y un sofoc¨®n de pulsaciones.
Todos lo saben, pero se alimentan de la mentira igual. Quiz¨¢s sea porque la ca¨ªda, en cierta manera, les ha liberado. Los ciclistas leen los peri¨®dicos por la ma?ana que anuncian lluvias, vientos, tormentas y tormentos y en ellos crece r¨¢pido el convencimiento de que habr¨¢ una montonera y que en ella se romper¨¢n la testa. Salen con miedo. Cuando la ca¨ªda masiva llega y comprueban que no les ha pasado nada, todos respiran aliviados. ¡°Ya es una alegr¨ªa cruzar la meta sin una ca¨ªda estos d¨ªas, un ¨¦xito¡±, dice Alberto Contador, que en los ¨²ltimos a?os no hab¨ªa evitado ninguna. Y sonr¨ªe. La alegr¨ªa derrota al temor y la esperanza inflama a los dos fugados, que creen m¨¢s en sus posibilidades, hasta que sucumben.
En Lieja hay sprint y gana Marcel Kittel, el alem¨¢n poderoso, un coleccionista de victorias. Es un golpe de realidad. La victoria del c¨¢lculo sobre la aventura. Ocurre lo esperado en el sitio esperado de la manera esperada. Da la raz¨®n a los que, como el escritor y ciclista Tim Krabb¨¦, holand¨¦s, por supuesto, creen y afirman que es m¨¢s f¨¢cil ganar cinco Tours seguidos, una prueba de regularidad en el fondo, que imponerse en tres carreras de un d¨ªa, que tres etapas de un mismo Tour despu¨¦s de una fuga. O que incluso una. Alejandro Valverde, que no lleg¨® a su Lieja, es de los pocos que gana tres cl¨¢sicas seguidas y tambi¨¦n carreras por etapas por su regularidad. Es ¨²nico por eso, brillante, arriesgado, audaz y seguro. Solo una curva peligrosa y una patinada sobre un charco le impidieron sonre¨ªr en la ciudad que m¨¢s le ha dado, cuatro monumentos.
Taylor Phinney est¨¢ en la fuga de cuatro, luego reducida a dos, y solo su presencia alegre y decidida alegra a los aficionados que se acuerdan de su padre, el exsprinter norteamericano Davis Phinney, que gan¨® dos etapas del Tour, y de su madre, la exciclista Connie Carpenter, campeona ol¨ªmpica en Los ?ngeles. El hijo fue un ni?o prodigio sobre la bicicleta que se rompi¨® en una ca¨ªda hace tres a?os que le destroz¨® las piernas. Las luce llenas de cicatrices y lucha. Tiene ya 27 a?os y ha conseguido volver a ser ciclista y hasta debutar en el Tour. Su alegr¨ªa alegra porque corre como un profesional de verdad, es decir, como un amateur que se deja llevar por la pasi¨®n y la memoria. Cuenta que de ni?o su padre, ya retirado, le llevaba al Tour con una acreditaci¨®n de prensa, y que se enamor¨® all¨ª de la carrera y dej¨® que su cabeza se llenara de ilusiones. Demostr¨® su gozo fug¨¢ndose en el banderazo de salida. Puntu¨® en las dos cotas de cuarta por lo que el lunes saldr¨¢ con los lunares de la monta?a en su corpach¨®n de 1,90 metros. Y hasta el tri¨¢ngulo rojo del ¨²ltimo kil¨®metro, 202 kil¨®metros despu¨¦s de comenzar, march¨® el primero.
Kittel disfrut¨® de su d¨¦cima victoria en un Tour como si fuera la primera. Se sent¨® en el suelo nada m¨¢s pasar la meta y llor¨® emocionado. Despu¨¦s cont¨® razones para pensar que su victoria no fue la de un monstruo llamado pelot¨®n sobre dos peque?os fugados, sino la de un sprinter en una llegada en la que una docena de r¨¢pidos pelearon limpiamente, codo contra codo, sin la ayuda de los trenes que desvirt¨²an los ¨²ltimos metros y eliminan a la oposici¨®n. Gan¨® pese a que esprint¨® solo porque su equipo no pudo organizarse. ¡°As¨ª es ahora, sprints sin control porque hay tantos sprinters que es imposible¡±, dice. Y luego celebra y vende sus frenos de discos: el primer ganador de etapa del Tour con ellos en la bici. Y m¨¢s fuerte que la lluvia y el miedo. Como la alegr¨ªa. Como la esperanza, aunque sea falsa.
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