Un rescate milagroso en el Gasherbrum II
I?urrategi, Vallejo y Zabalza salvan a 7.100 metros a un alpinista italiano que llevaba cuatro d¨ªas abandonado a su suerte
En su despedida de las monta?as m¨¢s elevadas del planeta, Alberto I?urrategi, Juan Vallejo y Mikel Zabalza deseaban hacer algo grande: enlazar las cumbres del Gasherbrum I (8.080 m) y Gasherbrum II (8.035 m) sin pasar por el campo base y escalando dos rutas que a¨²n esperan su primera repetici¨®n. El domingo supieron que nunca cumplir¨ªan con dicho sue?o, pero entre el lunes y este martes firmaron algo mucho m¨¢s importante, un gesto de un valor inmenso: rescataron con vida a un alpinista italiano varado a 7.100 metros.
El lunes, mientras rumiaban su decepci¨®n, la cordada de la expedici¨®n WOP asisti¨® al desfile de un grupo de alpinistas que bajaba desde los campos de altura tras lograr la cima del Gasherbrum II por su ruta normal. Eran miembros de una expedici¨®n comercial (varios alpinistas que la mayor¨ªa de las veces no se conocen entre s¨ª, se unen para pagar el permiso de cima y los servicios de cocina y porteadores, y, a veces, el precio incluye el trabajo de varios gu¨ªas) que hab¨ªan dejado atr¨¢s a uno de sus componentes, el italiano Valerio Annovazzi, de 59 a?os.
Interpelados, apenas acertaron a confirmar que le hab¨ªan visto con vida en el campo 3, a unos 7.100 metros de altitud, pero con dificultades para hablar: se manifestaba con t¨¦rminos inconexos (t¨ªpico cuadro previo al edema cerebral). Gracias al teleobjetivo del fot¨®grafo de la expedici¨®n WOP, Arkaitz Saiz, I?urrategi Vallejo y Zabalza pudieron comprobar que la tienda del monta?ero italiano segu¨ªa montada y decidieron salir en su b¨²squeda en la medianoche del lunes, permiti¨¦ndose un breve descanso para recuperarse de un descenso de la ruta Kukuzcka-Kurtyka m¨¢s que delicado.
El tr¨ªo se plant¨® en la tienda de Annovazzi tras 12 horas de esfuerzo, aliment¨®, hidrat¨® y suministr¨® medicamentos al italiano y lo traslad¨® de inmediato al campo 2, a 6.500 metros, donde todos pasaron la noche. Annovazzi, que hab¨ªa logrado la cima, llevaba cuatro d¨ªas sin comer ni beber, sufr¨ªa congelaciones en sus extremidades y no se atrev¨ªa a salir del campo 3. Esperaba la muerte o un milagro. Fue lo segundo. La descripci¨®n telef¨®nica de Mikel Zabalza es sobrecogedora:
¡°Nos encontramos a Valerio como un pajarito. No creo que hubiese pasado un d¨ªa m¨¢s con vida. Un m¨¦dico desde el campo base nos explic¨® c¨®mo administrarle dexametasona y con este medicamento y tres litros de bebida el hombre reaccion¨®. Hab¨ªa tratado de bajar por su cuenta, pero se sent¨ªa sin fuerzas y la salida del campo 3 observa una fuerte pendiente y carec¨ªa de cuerda fija: temi¨® despe?arse, as¨ª que hasta tres veces hizo el intento para regresar una y otra vez, impotente, hasta su tienda¡±. Como no pod¨ªa caminar, lo bajaron descolg¨¢ndole con sus cuerdas, horas de esfuerzo y trabajo con mucho compromiso.
Este martes, Annovazzi pudo ponerse en pie y caminar: los tres alpinistas, gu¨ªas de alta monta?a, recurrieron a t¨¦cnicas de encordamiento propias de su profesi¨®n para garantizar la seguridad del grupo y, lentamente, empezaron a perder altura hasta alcanzar el campo base. Pero desde el campo 1 hasta el base hay 9 kil¨®metros de glaciar, un terreno de escasa pendiente pero plagado de grietas. ¡°Aunque Valerio caminaba, lo hac¨ªa muy despacio y ten¨ªamos que detenernos constantemente¡±, explica Zabalza.
¡°Ning¨²n helic¨®ptero en estas condiciones climatol¨®gicas pod¨ªa llegar hasta aqu¨ª¡±, reconoce Juan Vallejo. ¡°Para nosotros esto es el ejemplo m¨¢ximo del alpinismo en el que creemos. Estamos felices porque ¨¦sta es la mejor de las cimas. La vida es la cumbre m¨¢s importante. Despu¨¦s del bajonazo de la expedici¨®n estamos tremendamente satisfechos¡±, resume Mikel Zabalza. Seguro, Alberto I?urrategi tuvo un pensamiento para su hermano F¨¦lix, desaparecido en esta misma monta?a en el a?o 2000. Seguro, sonr¨ªo al verse inmerso en esta iron¨ªa del destino.
El alpinismo en el que el tr¨ªo cree es aqu¨¦l que explora caminos alternativos, aunque ¡°ello suponga que en cuanto te sales de la ruta normal y escoges otra, tus posibilidades de cima se reduzcan en un 70%¡±. El alpinismo en el que cree defiende los valores de la cordada: todos suben y todos bajan juntos, se trabaja en equipo y todo se lleva a consenso: la monta?a no es un campo de batalla que admita desbandadas, y tres de la mano son m¨¢s fuertes que tres dando tumbos por separado. De momento, todos prefieren pasar de puntillas por un hecho tan inconcebible como, por desgracia, frecuente en las monta?as de m¨¢s de 8.000 metros: los descensos son una huida en la que se abandona a su suerte a los m¨¢s d¨¦biles.
¡°S¨ª, es una historia que se repite. Nosotros entendemos la monta?a desde su lado noble, y jam¨¢s nos acostumbraremos a este tipo de actuaciones. Conoc¨ªamos a Valerio de verle en el campo base, as¨ª que cuando supimos que pod¨ªa estar vivo, ni lo dudamos. ?C¨®mo ¨ªbamos a abandonarlo?¡±, se pregunta Zabalza, quien reconoce haberse sentido ¡°muy dolido por la actitud de muchos alpinistas que ni siquiera se quedaron en el campo 1 a echarnos una mano en el descenso¡±. La historia del himalayismo rebosa bellas historias de solidaridad confrontadas a lamentables ejemplos de ego¨ªsmo. Valerio Annovazzi puede dar fe de ambos extremos.
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