Vestimentas y chapuzas
La forma de descalificar a Kovalyov por presentarse en bermudas reafirma la p¨¦sima imagen de la FIDE
No se debe permitir que un ajedrecista juegue un torneo vestido de cualquier manera; sobre todo, en competiciones profesionales u oficiales, como la Copa del Mundo que se disputa estos d¨ªas en Tiflis (Georgia), donde el canadiense Ant¨®n Kovalyov ha sido descalificado tras incumplir el c¨®digo de vestimenta. La Federaci¨®n Internacional (FIDE) acierta al exigir un m¨ªnimo decoro que cuide la buena imagen del ajedrez. Pero lo hace chapuceramente, empeorando a¨²n m¨¢s la p¨¦sima imagen de ese organismo en los ¨²ltimos 33 a?os.
Todo el que haya jugado numerosos torneos abiertos internacionales en Espa?a (el pa¨ªs que m¨¢s organiza) durante el ¨²ltimo medio siglo habr¨¢ visto -y olido- jugadores muy mal vestidos, desarrapados y sucios. Ese comportamiento es rechazado de forma casi un¨¢nime. M¨¢s a¨²n, es inaceptable que alguien se presente en una sala de juego como si fuera a la playa. Y quienes tengan dudas sobre ello s¨®lo deben ponerse en la piel de los patrocinadores y organizadores, plenamente legitimados para exigir cierta urbanidad a cambio de su dinero y esfuerzo.
De hecho, casi el 100% de los jugadores de ¨¦lite comprenden y acatan ese principio. Sobre todo, porque casi nunca se les ha obligado a algo tan estricto como jugar cada d¨ªa con traje y corbata, que pueden ser molestos en determinadas circunstancias, como los climas muy c¨¢lidos. Lo que les piden los organizadores suele estar dentro del sentido com¨²n. Esa actitud positiva incluye a las mujeres, pero dejo para otro d¨ªa su casu¨ªstica particular, que complicar¨ªa innecesariamente el objetivo y la claridad de este art¨ªculo.
Hasta ah¨ª, todo bien, y con muy pocos problemas. El asunto se estropea cuando las normas se aplican mal, en contra del sentido com¨²n, como ocurri¨® ayer en Tiflis. El art¨ªculo 8.1 del reglamento de la FIDE, en el cap¨ªtulo de las recomendaciones para los torneos de alto nivel, subraya ¡°la necesidad de que todos los ajedrecistas mejoren el cuidado de su apariencia personal¡±. Y argumenta: ¡°La imagen del jugador debe ser dignificada, y vestirse apropiadamente no s¨®lo es una muestra de respeto por el juego, sino tambi¨¦n por los patrocinadores, incluidos los potenciales, para que les compense invertir su dinero¡±. Y lo deja m¨¢s claro, precisando: ¡°Por ejemplo, algunas federaciones han prohibido las chancletas, y las camisetas y vestidos sin mangas. Quienes lleven el pelo desali?ado y grasiento deben ser amonestados tambi¨¦n, como quienes vistan vaqueros viejos o rasgados, o luzcan ropa estropeada en general¡±.
El punto 3.13.4 del reglamento de la Copa del Mundo, que los jugadores firmaron al inicio, remite a ese art¨ªculo 8.1 del p¨¢rrafo anterior. Pero no hubiera sido superfluo copiarlo textualmente, para que los jugadores tuvieran bien claro lo que estaban firmando. Adem¨¢s, ese art¨ªculo no proh¨ªbe espec¨ªficamente las bermudas. Y, lo que es a¨²n m¨¢s importante, Kovalyov jug¨® en bermudas sus cuatro primeras partidas en Tiflis, incluyendo las dos que le sirvieron para eliminar (1,5-0,5) al pentacampe¨®n Viswanathan Anand, creando una noticia que dio la vuelta al mundo. ?l asegura, y nadie le ha desmentido, que ning¨²n ¨¢rbitro le amonest¨® ni advirti¨® esos cuatro d¨ªas. Por si todo ello fuera poco, Kovalyov recuerda que jug¨® en bermudas la anterior edici¨®n de la Copa del Mundo, hace dos a?os en Tr?mso (Noruega), tras ser autorizado expresamente a ello por la organizaci¨®n.
En ese contexto, es injustificable que el ¨¢rbitro principal en Tiflis, Tomasz Delega, impida jugar ayer a Kovalyov por presentarse en bermudas; lo correcto hubiera sido advertirle de que era el ¨²ltimo d¨ªa que se le permit¨ªa esa vestimenta. Lo es tambi¨¦n que el director de la organizaci¨®n, Zurab Azmaiparashvili, irrumpa en la discusi¨®n entre ambos con malos modos, insistiendo en impedir que Kovalyov juegue. Y ser¨ªa ya bochornoso (adem¨¢s de racista) si es cierto que le llam¨® despectivamente ¡°gitano¡± dos veces, como asegura el canadiense; el georgiano no lo ha desmentido ni confirmado. Para colmo, Azmaiparashvili preside tambi¨¦n (adem¨¢s de la Federaci¨®n Europea de Ajedrez) el Comit¨¦ de Apelaci¨®n, cargo que suele generar muy poco trabajo (salvo casos excepcionales) y por el que la FIDE paga 10.000 d¨®lares, adem¨¢s de los gastos; es decir, si Kovalyov hubiese apelado al Comit¨¦ de Apelaci¨®n, Azmaiparashvili decidir¨ªa sobre una reclamaci¨®n contra una decisi¨®n suya, junto al mexicano (de origen cubano) Jorge Vega, presidente de FIDE Am¨¦rica, y el indio Sundar. Muy democr¨¢tico.
Esa serie de chapuzas le han costado a Kovalyov unos 15.000 d¨®lares, aproximadamente: 12.800 netos de un premio que no cobrar¨¢ por haber perdido por incomparecencia, m¨¢s unos 2.200 de gastos, por el viaje de ida y vuelta desde Canad¨¢ y una semana de estancia en Tiflis. Para el ajedrez es una mancha m¨¢s en la maloliente vestimenta de la FIDE, salpicada por numerosos signos de corrupci¨®n y la evidente ineficacia de algunos de sus principales dirigentes (no de todos).
Por contar s¨®lo una de las variadas perlas que adornan su larga trayectoria, Azmaiparashvili agredi¨® con un cabezazo a un guardia civil en la ceremonia de clausura de la Olimpiada de Ajedrez de Calvi¨¢ (Mallorca) en 2004, cuando intentaba subir al escenario sin autorizaci¨®n de los organizadores. Mientras la FIDE, que aglutina a m¨¢s de 180 pa¨ªses, est¨¦ dominada por mentalidades como la suya, las esperanzas de progreso del ajedrez estar¨¢n en los organizadores privados, en los millones de aficionados de todo el mundo y, sobre todo, en su promoci¨®n como herramienta educativa en los colegios. La FIDE est¨¢ podrida, y no se ven perspectivas de limpieza a fondo a corto o medio plazo.
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