Mart¨ªnez
La Federaci¨®n no tuvo en cuenta a los hombres en el caso de Le¨®n, ni a las mujeres en el de Conchita
Es dif¨ªcil olvidar las circunstancias en las que Conchita Mart¨ªnez lleg¨® a la capitan¨ªa de la Davis. Dif¨ªcil porque sustituy¨® a Gala Le¨®n, primera capitana del equipo masculino, recibida como extranjera en un vestuario al que no fue consultada la decisi¨®n ni, por tanto, el sexo (Toni Nadal se pregunt¨® c¨®mo pasar¨ªa tanto tiempo en el vestuario entre jugadores con tan poca ropa: ¡°S¨®lo tengo que llamar a la puerta¡±, respondi¨® Le¨®n; Verdasco dijo que lo normal es que el seleccionador fuese siempre hombre: se supone que al igual que ocurr¨ªa en el equipo femenino, que tambi¨¦n sol¨ªa ser un hombre).
Hay un denominador com¨²n entre las dos, Conchita Mart¨ªnez y Gala Le¨®n, m¨¢s all¨¢ de la conquista del vestuario sin que el g¨¦nero intoxique en las costumbres m¨¢s antiguas, esos famosos c¨®digos que pueblan vestuarios masculinos en el mundo del f¨²tbol seg¨²n los cuales lo que pasa ah¨ª se queda ah¨ª, en plan pacto de sangre: cualquier d¨ªa aparecen las taquillas llenas de cad¨¢veres y un arrepentido Portabales cuenta ¡°que no pod¨ªamos hablar¡±. Ese denominador com¨²n es lo que llev¨® a Le¨®n a la capitan¨ªa y el que sac¨® a Conchita Mart¨ªnez, que se queda sin el equipo femenino y masculino: el obviar la consulta a jugadores y jugadoras.
Ni la Federaci¨®n tuvo en cuenta a los hombres en el caso de Le¨®n, incluido el n¨²mero uno del mundo Rafa Nadal, ni a las mujeres en el caso de Mart¨ªnez, incluida la n¨²mero uno del mundo Garbi?e Muguruza (por cierto, es pesado decirlo, pero cu¨¢nta m¨¢s patria se hace pagando los impuestos en Espa?a que con orgullosas declaraciones de amor al pa¨ªs: al final aqu¨ª van a acabar pagando s¨®lo los ap¨¢tridas). Que estas decisiones se tomen de espaldas a los jugadores en clubes que los cuentan por decenas es normal, salvo que uno sea Messi. Que en equipos casi familiares, con circunstancias tan particulares como las de tenis, donde hay dos Messis y apenas se re¨²nen para competir un par de veces al a?o, una decisi¨®n as¨ª levanta siempre sospecha.
Mart¨ªnez puede dejar de ser seleccionadora en el momento en que sus jefes quieran, pero no hacerlo como si fuese una aterrizada a la que le cay¨® el cargo del cielo. Ni con el vac¨ªo de los ¨²ltimos meses, ni con la poquita memoria de quienes recurrieron a ella para frenar una tormenta y en cuanto las aguas empezaron a estar en calma buscaron a otra persona como si a estas alturas el tenis espa?ol pudiese usar a una campeona de Wimbledon como un parche de equipo ascensor.
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