El en¨¦simo funeral del Real Madrid
Renacer del desastre forma parte de su religi¨®n y cada tropiezo en Liga y Copa deber¨ªa ser celebrado con cierta cautela, como el infarto de un t¨ªo lejano y adinerado
Se est¨¢ empe?ando el Real Madrid en aniquilar las esperanzas de quienes nunca dejamos de confiar en ¨¦l, principalmente sus rivales y enemigos. Lo hemos visto resucitar tantas veces que ya no nos tranquiliza leer su nombre en las esquelas y, ante la perspectiva del en¨¦simo funeral en el Bernab¨¦u, nos hemos acostumbrado a reaccionar como Sarah Connor en Terminator: preparando una mochila con lo b¨¢sico para afrontar, con ciertas garant¨ªas, una eventual evacuaci¨®n de emergencia. Tanto luto y tanto lirio no pueden ser verdad, de ah¨ª que no parezca descabellado contemplar la posibilidad de una treta, de una pantomima bien orquestada para que respiremos aliviados y poder sorprendernos, por la espalda, en el momento cumbre de la temporada.
Lo de ayer quedar¨¢ grabado en nuestras retinas de rat¨®n como la cadera quebrada de Alkorta o el ¡°?ad¨®nde carallo iba Buyo?¡± de mi amigo Manuel en Tenerife. Ayer, la mayor¨ªa enchufamos la televisi¨®n cuando el cuarto ¨¢rbitro levantaba el cartel¨®n del descuento y en nuestros tel¨¦fonos apareci¨® el s¨ªmbolo del Sinsajo, que es como los enemigos del Madrid acostumbramos a comunicar sus quebrantos. Fueron tres minutos gloriosos, llenos de emoci¨®n y con un final tan apote¨®sico que uno se cuestiona la necesidad de alargar noventa minutos un desenlace que se podr¨ªa resumir en dos. Una vez m¨¢s, por cierto, se demuestra que golazos como el de Eraso palidecen en la inmediatez del directo y solo el reposo que ofrece la moviola, con el partido acabado y el Real Madrid eliminado, permite paladear la sublimaci¨®n del golpeo de empeine y el silencio apabullante de un estadio desolado.
Pablo Sobrado, que es uno de esos tuiteros de referencia para cualquier aficionado de bien, resum¨ªa las contradicciones de su Madrid de la siguiente manera: ¡°jugamos a colgar balones pero sacamos los c¨®rneres en corto. Nunca hab¨ªa visto nada igual¡±. Es esta especie de bipolaridad futbol¨ªstica la que se recordar¨¢ cuando Zidane ya no est¨¦, una anomal¨ªa maravillosa que parece confirmarse como la mejor definici¨®n posible para su equipo: parecen jugar a una cosa pero ganan o pierden haciendo la contraria, lo que quiz¨¢s no hable demasiado bien de la labor del t¨¦cnico franc¨¦s pero ofrece grandes posibilidades a quienes viven del cine o la literatura.
Tiene mala pinta este Madrid, raz¨®n de m¨¢s para andarse con pies de plomo y estar prevenidos ante futuros milagros. Renacer del desastre forma parte de su religi¨®n y cada tropiezo en Liga y Copa deber¨ªa ser celebrado con cierta cautela, como el infarto de un t¨ªo lejano y adinerado. No me gustar¨ªa estar en la piel de esos aficionados del PSG que advierten la lividez en el rostro del pr¨®ximo rival y empiezan a sospechar que ya solo pueden perder. Bailar con la muerte nunca resulta un buen negocio y, sea cual sea el resultado final de la eliminatoria, se adivinan sombras en el horizonte de Par¨ªs: si caen, habr¨¢n desperdiciado una oportunidad ¨²nica de enterrar al Rey de la Noche pero, si ganan, se arriesgan a perder un drag¨®n.
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