Choque de m¨¦todos en el K2 invernal
La expedici¨®n polaca desiste de subir el ¨²nico ochomil no hollado en esta estaci¨®n tras un conflicto entre Urubko y Wielicki
En 2003, un joven Denis Urubko alcanz¨® el campo base del Nanga Parbat calzado con unas deportivas que le iban peque?as. Realiz¨® la larga aproximaci¨®n hasta el pie de la monta?a con unas modestas zapatillas que dejaban ver sus talones. Entonces, ganaba 50 d¨®lares al mes como soldado kazajo y los gastos de la expedici¨®n a la que pertenec¨ªa quedaron sufragados por el ej¨¦rcito. Un general entrado en a?os acompa?aba a Urubko y a sus compa?eros, les indicaba d¨®nde montar los campos observando la ruta desde el campo base con unos prism¨¢ticos y les prohib¨ªa ver pel¨ªculas por la noche. Los alpinistas kazajos, por muy militares que fuesen, montaban los campos donde siempre se hab¨ªan montado y ve¨ªan dvds a hurtadillas en la tienda comedor de la expedici¨®n vecina. Todos eran muy fuertes.
Urubko se convirti¨® en una estrella enseguida, dej¨® el uniforme, abraz¨® varios patrocinadores de la mano de Simone Moro y ese mismo invierno form¨® parte de una expedici¨®n invernal al K2 dirigida, como la de este invierno, por Krzysztof Wielicki, l¨ªder aquel a?o de un equipo mixto de alpinistas polacos y de la extinta Uni¨®n Sovi¨¦tica. Aquel intento acab¨® en sainete, con los exsovi¨¦ticos dejando antes de tiempo el campo base y acusando a Wielicki de no ser el l¨ªder que necesitaban. Urubko permaneci¨® del lado de Wielicki: respetaba su figura, la del hombre que se apunt¨® la primera invernal al Everest pero tambi¨¦n las del Kangchenjunga y el Lhotse.
Este parec¨ªa el a?o indicado para conquistar en invierno el K2, el ¨²ltimo de los 14 ochomiles que no ha conocido ascensi¨®n en esta estaci¨®n. Urubko, nacionalizado polaco, y el joven Adam Bielecki se presentaban como una cordada s¨®lida y experimentada, capaz de tumbar un reto so?ado. De hecho, antes de entrar en materia ambos deslumbraron al mundillo alpin¨ªstico al rescatar en el Nanga Parbat a la francesa Elisabeth R¨¦vol. Sobrados, anunciaron que su objetivo, pese al estr¨¦s de su reciente experiencia, segu¨ªa siendo elK 2. Pero todas las noticias que han llegado desde entonces han causado perplejidad. La expedici¨®n polaca ha acabado como el camarote de los hermanos Marx: todos juntos en un mismo lugar aunque incapaces de encontrarse.
La historia del alpinismo rebosa ejemplos similares donde los alpinistas cuestionan a los l¨ªderes de sus expediciones, donde chocan egos, se suceden las traiciones y el ego¨ªsmo campa a sus anchas y no pasa nada, o casi nada, siempre que se obtenga la cima. Porque no hay que olvidar que el alpinismo, en ¨²ltima instancia, siempre ha mirado con buenos ojos a los locos geniales y transgresores, a todos aquellos que se saltaron las normas para alcanzar una cima. Pero en este caso, nadie, ni siquiera Urubko, ha llegado a oler la cima del K2. Para empezar, ni siquiera se han puesto de acuerdo en definir las fechas del invierno: si Urubko se rige por el calendario local, el invierno finaliza el 28 de febrero. Un mes despu¨¦s para el resto de sus compa?eros polacos, que siguen nuestro calendario. Quiz¨¢ esto explique que Urubko se escapase del campo base a la francesa, sin mediar palabra, sin radio ni compa?¨ªa y decidido a intentar su K2 invernal antes del 28 de febrero. Alcanz¨® los 7.600 metros y renunci¨® espantado por el mal tiempo. El resto lo ha ido desgranando en su blog, se?alando la que a su juicio se ha revelado como una estrategia err¨®nea dirigida por Wielicki y el mal ambiente que ha reinado en una expedici¨®n en la que, dice, se ha sentido marginado.
Por su parte, Wielicki no ha dicho gran cosa, aunque en su manera de actuar siempre ha prevalecido un deseo: que nadie muriese intentando escalar el K2 en invierno. Ayer decidi¨® cancelar la expedici¨®n para ¡°garantizar la seguridad de sus integrantes¡±. Hace justo cinco a?os, el himalayismo invernal polaco vivi¨®, el mismo d¨ªa, un hito hist¨®rico y una tragedia que todos se niegan a olvidar. Adam Bielecki, Artur Malek, Maciej Berbeka y Tomasz Kowalski lograron la primera ascensi¨®n invernal del Broad Peak. Los dos ¨²ltimos desaparecieron durante el descenso y la p¨¦rdida fue muy criticada en Polonia, tanto que el Club Alpino obliga desde entonces a los integrantes de las expediciones que subvenciona a firmar un documento por el que se comprometen a obedecer al l¨ªder.
En 2013, en el Broad Peak, Bielecki alcanz¨® la cima mucho antes que sus compa?eros y, asegura, pidi¨® a sus amigos rezagados que renunciasen y bajasen con ¨¦l. No le hicieron caso. Antes, el ¨¦xito de un integrante era el ¨¦xito de una expedici¨®n y, al menos los polacos, evacuaban la monta?a para evitar desgracias cuando se cumpl¨ªan los objetivos. Se escalaba en nombre del pa¨ªs, y esto sol¨ªa bastar (a veces) para sepultar egos. Dos d¨ªas despu¨¦s de regresar al campo base, Urubko hizo las maletas. Ni le quer¨ªan ah¨ª ni deseaba respirar el ambiente empobrecido al pie de la monta?a.
Los tiempos han cambiado, y puede que la figura de un l¨ªder resulte anacr¨®nica y que la prudencia, o el deseo de controlar todas las variables del peligro choque con la idea de un K2 invernal. Puede que este reto exija solistas iluminados sin el cors¨¦ de una disciplina y un m¨¦todo concreto, pero el caso es que el desaf¨ªo sigue sin resolverse y hoy se r¨ªe de la imagen de sus ¨²ltimos aspirantes, incapaces de ponerse de acuerdo.
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