Qu¨¦ m¨¢s te quieren, Benzema
Molesta de Karim lo que tantas veces ha molestado en otros genios: que no comprendemos lo que hace ni tampoco c¨®mo lo hace
Fue Mourinho el encargado de poner un cascabel a Benzema, all¨¢ por el Siglo XIX. La guerra con Jorge Valdano se hab¨ªa recrudecido, su reclamaci¨®n de completar la terna de delanteros con un tercer ca?¨®n cay¨® en saco roto y una inoportuna lesi¨®n de Gonzalo Higua¨ªn lo dej¨® con el futbolista franc¨¦s como eje ¨²nico de su cuerpo de asalto. ¡°Si no tienes perro para ir cazar y tienes un gato vas con el gato, solo no vas a ir¡±, se lamentaba el portugu¨¦s en rueda de prensa. La ocurrencia hizo fortuna entre el sector m¨¢s nost¨¢lgico de la afici¨®n que, desde entonces, no duda en aplicar la vieja ley franquista de vagos y maleantes al bueno de Karim, como si su f¨²tbol pl¨¢stico y eficiente tuviese algo de antisocial. Tal es la aprensi¨®n que provoca Benzema entre los amantes de la furia y el v¨¦rtigo que algunos padres llegan a tapar los ojos de sus hijos cuando el franc¨¦s controla la pelota y levanta la cabeza, como si al pasear por la plaza del pueblo descubriesen a una pareja de adolescentes meti¨¦ndose mano en un portal.
Sucede, sin embargo, que con el gato como titular indiscutible ha cazado el Real Madrid tres de las ¨²ltimas cuatro Ligas de Campeones y un buen pu?ado de trofeos m¨¢s. Semejante palmar¨¦s, tan brillante y aparatoso como el famoso cascabel, se integra con naturalidad en ese gusto suyo por los excesos y la ostentaci¨®n. Benzema juega como viste, siempre a la vanguardia de la moda urbana y con los outfits propios de una estrella del hip hop. Tambi¨¦n como pilota, propietario de una coqueta flota de b¨®lidos con los que pasea su risue?a figura por las calles de Madrid, alguna que otra vez sin el preceptivo carnet.
Molesta de Karim lo que tantas veces ha molestado en otros genios: que no comprendemos lo que hace ni tampoco c¨®mo lo hace. Somos esclavos de nuestras propias limitaciones y los futbolistas indefinibles, como ¨¦l, suponen un ataque frontal hacia la puntillosa vanidad del hincha resabiado. La historia se encargar¨¢ de hacer justicia con un deportista a quien la actualidad, tan obtusa como confusa, se afana en despreciar mientras encumbra a diferentes sue?os h¨²medos de aficionados y periodistas al ritmo, nada desde?able, de dos o tres blufs por temporada. Sus compa?eros, que como los ni?os de un patio de un colegio reconocen a los buenos futbolistas con solo olisquearlos, disfrutan de su compa?¨ªa y capacidad asociativa mientras el mundo, a su alrededor, parece desmoronarse.
En Par¨ªs volvi¨® a dejar impresa la huella de sus garras sobre el tapete, siempre la batuta al servicio del ritmo y la melod¨ªa. Los amantes de la caza mayor se limitar¨¢n a recordar su falta de mordiente y las ocasiones falladas, empe?ados en que la felicidad es hija del gol y la barbarie e incapaces de reconocer en el nueve al constructor de barcos que utiliza el ronroneo y la distracci¨®n como arma de destrucci¨®n masiva.
Hace poco le¨ª un anuncio de Difusi¨®n Felina, un grupo de Pontevedra que se encarga de rescatar gatos abandonados y proporcionarles un hogar, en el que se enumeraban algunas de las principales virtudes de los mininos. ¡°Somos listos, cari?osos, limpios, suaves y calentitos¡±, dec¨ªa. ?Qu¨¦ m¨¢s te quieren, Benzema? Ladran, luego sigues cazando.
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