Todo ha terminado para el City de Guardiola
Te sientes plet¨®rico, rebosante de confianza al ver la alineaci¨®n propuesta pero al instante est¨¢s en el suelo, con el rival celebrando el primero de los goles
No fue la de ayer una buena jornada para los creyentes, en especial para quienes adoramos a Pep Guardiola por encima de todas las cosas pero tambi¨¦n para los m¨¢s firmes devotos de Cristina Cifuentes. Y es que la vida, en ocasiones, es capaz de reunir en un mismo barco a los m¨¢s insospechados compa?eros de viaje, qu¨¦ s¨¦ yo.
Son mazazos que te alcanzan de repente, no los ves venir. Te sientes plet¨®rico, rebosante de confianza al ver la alineaci¨®n propuesta (o unos papeles con distintivos oficiales) pero al instante est¨¢s en el suelo, con el rival celebrando el primero de los goles o la oposici¨®n subi¨¦ndose por las paredes. Los cimientos de tu vida han sido arrasados en apenas segundos y empiezas a notar el calor que se acumula en las sienes, las punzadas de dolor en el est¨®mago y hasta un repentino ataque de ira que parece injustificado para quienes no han convertido el f¨²tbol o la pol¨ªtica en el eje principal de sus vidas.
¡°Es solo un partido, no te lo puede tomar as¨ª¡±, dice una voz que deambula por la habitaci¨®n sin que puedas concretar a qui¨¦n demonios pertenece. Est¨¢s casado, no tienes hijos y tampoco vives con tus padres, as¨ª que intuyes que debe tratarse de ella pero tampoco te detienes a pensarlo. En ese momento est¨¢s centrado en un delantero egipcio de pelo ensortijado que acaba de aprovechar un error grosero de Kyle Walker para arruinarte la existencia, poco importar¨ªa que la voz perteneciera a un butronero que acaba de estampar un Ford Escort contra la puerta de tu casa. Tu fijaci¨®n es el empate y no tienes tiempo para pensar en el patrimonio personal o en las buenas intenciones de una pareja que, para el caso, te parecen la misma cosa: tan solo una molesta distracci¨®n.
El segundo gol no duele menos que el primero y tus gatos, hasta entonces fieles compa?eros de ceremonia, parecen intuir el peligro que se cierne sobre ellos porque los ves desfilar hacia la cocina casi de puntillas, que es como aparece Man¨¦ a la espalda de Kompany para marcar el tercero. No te lo puedes creer, no te lo quieres creer, y entonces suena el tel¨¦fono y es tu jefe que se interesa por el tema de la columna de ma?ana.
¡°Algo sobre el Masters de Augusta¡±, improvisas. Lo importante es no dar la cara por ese entrenador al que llevas a?os alabando, tu orgullo y fanatismo no se lo pueden permitir, pero no es tu d¨ªa de suerte -a esas alturas ya deber¨ªas saberlo- y la voz al otro lado del tel¨¦fono sugiere que te ocupes del maldito Liverpool-Manchester City. ¡°Lo estar¨¢s viendo y del Masters ya se ocupa Morenilla¡±, contragolpea sin miramientos.
T¨² empieza a odiar a Morenilla, a tu jefe, a tus gatos, a tu mujer, a Sadio Man¨¦, a ese amigo que te pregunta por WhatsApp c¨®mo va el Galatasaray solo por hacer da?o, al mundo entero¡ ¡°Os odio a todos¡±, piensas para tus adentros, pero est¨¢s tan alterado que has verbalizado la expresi¨®n y recibes como respuesta un carraspeo amonestador. Reculas, piensas r¨¢pido e improvisas que ese podr¨ªa ser, precisamente, el t¨ªtulo de la columna. No cuela.
Cuelgas el tel¨¦fono y te derrumbas en el sof¨¢, vapuleado. La misma voz de antes pregunta desde el pasillo si ya se ha acabado el partido y aunque falta la segunda parte por jugarse, m¨¢s un partido de vuelta, en ese mismo momento descubres que s¨ª, que todo ha terminado.
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