La campeona de todo ignorada por todos
La pelotari navarra Maite Ruiz de Larramendi se retira de la selección a los 44 a?os tras una carrera de éxitos sin ningún eco social ni mediático
La pelotari Maite Ruiz de Larramendi empieza a enumerar su palmarés y pierde rápido la cuenta. "Tengo siete medallas en los siete Mundiales absolutos que he disputado. En Copas del Mundo, cuatro oros y dos o tres platas, algo así. Campeonatos de Europa, no sé cuántos habré conseguido. Y Open de Espa?a… muchísimos también". Una colección de éxitos que no ha servido para sacar a esta navarra del anonimato ni del deporte amateur. Después de 25 a?os levantando trofeos, la beca más importante que ha recibido ha sido 2.000 euros para cuatro a?os. “?Y con eso qué hago?”, se queja. Hace unas semanas, renunció al Mundial de Pelota Vasca que se disputará en octubre en Barcelona y anunció su retirada de la selección -de la que ha formado parte el último cuarto de siglo-, aunque no de los torneos individuales.?
Será difícil encontrar a una mujer en activo en Espa?a que haya ganado tanto y con tan escaso eco. Su caso es especial, además, por su longevidad (44 a?os) y por dedicarse a una disciplina monopolizada en la cancha y en las gradas por los hombres. "No me importa que no sepan quién soy, pero sí que no conozcan la pelota femenina. Es un deporte bonito y no lo hacemos mal", se lamenta sin perder su aire risue?o. "Que no nos llamen marichicos por jugar. Ni marichicos ni marinada, cada uno somos como somos".
Los títulos han ido cayendo en cascada en su carrera, pero en ningún momento ha podido plantearse siquiera la profesionalización. El sueldo se lo gana como técnico especialista en radiodiagnóstico en el Hospital Virgen del Camino de Pamplona. Si logra un torneo, solo se lleva la copa y la txapela, "y esta no es ni bordada, sino que lleva una pegatina que se borra rápido", apostilla. "En un partido de exhibición, con 100 euros me veo contenta mientras un hombre ya retirado puede cobrar hasta 1.000". Y para acudir a la mayoría de los torneos, todavía debe seguir haciéndose cargo del kilometraje. "Hace unos cinco a?os, la Federación nos dio 9 euros a todas las que llegamos a las semifinales y final del Campeonato de Espa?a. Esa fue toda la ayuda para ir de jueves a domingo a Valencia. ?Qué pago yo con eso, el hotel?".
"Hace cinco a?os la Federación nos dio 9 euros a todas las que llegamos a las semifinales del Campeonato de Espa?a. ?Qué pago yo con eso, el hotel?"
Esta situación contrasta con la de hace un siglo, nada menos. Entonces, las raquetistas llenaban los frontones de Madrid y América al calor del gran negocio de las apuestas, y se convirtieron en las primeras deportistas profesionales en Espa?a. "Las que continúan vivas alucinan y no entienden que ahora estemos así. Nos dijeron en su momento que Karlos Argui?ano tenía algo de interés, pero que no había suficientes mujeres. Lo que necesitamos son patrocinadores y alguien que de verdad trabaje por esto", comenta. "Una vez, una jugadora de balonmano del Bera-Bera [uno de los principales equipos de la Liga] me decía que nos faltaba ganar algo. ?Pero qué me falta conseguir a mí si ya lo tengo todo?".
Maite Ruiz de Larramendi nació en Eulate, un peque?o pueblo navarro al pie de la Sierra de Urbasa, muy cerca de la frontera con ?lava. En lugares como este, los ni?os conocen antes un frontón que un campo de fútbol o unos columpios. "Desde que aprendí a andar, siempre estaba con mi pelota dándole a las paredes, en la cocina o en el pasillo de casa, y a los ocho a?os empecé a competir a mano", explica. "Jugábamos todos contra todos, sin importar si éramos chicas o chicos. Fui campeona de Euskadi, subcampeona de Navarra y en unas semifinales de parejas le ganamos a Rubén Beloki [que luego se convertiría en uno de los pelotaris más laureados]".
De los 14 a los 18 a?os dejaron de apuntarla a los torneos. "Le empezaron a decir a mi padre que era una mujer y que se me iban a estropear las manos"
Pero su trayectoria se paró en seco a los 14. "Le empezaron a decir a mi padre que era una mujer y que se me iban a estropear las manos, que me dedicara a otra cosa, que tocara el acordeón, por ejemplo. Y dejaron de apuntarme a los torneos". Así hasta los 18, cuando Adon Larrion, su gran mentor, se acordó de que había una chica en Eulate que jugaba a pelota y la llamó a casa. "Mi madre me apuntó a la prueba sin preguntarme. Mis padres vieron que había bajado mi rendimiento en los estudios. Me faltaba algo, estaba más triste", reconoce. Su regreso a la competición, eso sí, ya no fue en la modalidad de mano, sino con la pala. Maite, Susana Muneta (otra pelotari de referencia), Adon y su mujer empezaron a entrenar, también con chicos ("nos venía bien porque nos daban más ca?a"), y a buscar campeonatos. Los triunfos tardaron poco en llegar. Con 19 a?os acudió a su primer Mundial sub-22 y se colgó el bronce.
Los torneos oficiales los disputa con mujeres, pero en los amistosos no rehúye el enfrentamiento con hombres. En el campeonato de trinquete de su club, el Oberena (Pamplona), forma la única pareja femenina con una exalumna suya, Uxue, a la que dobla la edad. "Maite es mi madre en la pelota", afirma la joven. A media tarde, las dos juegan un partido de la liguilla a paleta argentina contra dos hombres. El frontón de esta modalidad, con su particular dise?o, hace que la pelota dibuje direcciones y rebotes imposibles,?una locura muy divertida y muy desconocida. El encuentro empieza bien para ellas, aunque luego se dejan ir más de la cuenta y terminan perdiendo. Una semana después, sin embargo, logró el pleno de títulos navarros del a?o al vencer en la final de mano (volvió a practicarla hace pocos a?os) a su sobrina Olatz, de solo 15 a?os. "No le iba a dejar ganar, eso estaba claro", advierte.
Preseleccionada para el Mundial de este 2018 en Barcelona, esta zaguera de 1,80 decidió recientemente?plantarse y renunciar a la cita barcelonesa por discrepancias con la lista de la Federación. “Otra vez no se había incluido a todas las que se lo merecían”, denuncia. ?Y es esto un primer paso para su retirada de la competición? La respuesta a sus 44 a?os es tajante: “No”.
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