Ir al infierno
El descenso carece de romanticismo, y precipitarse a ¨¦l equivale a un exilio del que se puede tardar a?os en volver
Los puestos de descenso son un territorio salvaje y des¨¦rtico, en el que casi todo est¨¢ cerrado. Es imposible divertirse. En un ambiente asfixiante, en el que reinase el caos social y hubiese escasez de agua despu¨¦s de una guerra nuclear, al estilo de Mad Max, se lucha por no ir al infierno, donde los equipos tendr¨¢n que quedarse una larga temporada. Quedarse es muy distinto a ir de visita. Mira t¨². Qui¨¦n no quiere ir de paseo, quiz¨¢ para ver a unos conocidos, y regresar en el d¨ªa, a tiempo de cenar croquetas caseras. Ese infierno, al que desciendes y que abandonas pasadas unas horas, es el de los goles cantados, y que fallas, o el de los partidos ganados y que, en los ¨²ltimos minutos, se escapan. Pasan los meses, lo cuentas y te r¨ªes: ja. Quedan asimiladas a una m¨¢s de las tantas frustraciones diarias a las que cualquiera hace frente, como extraviar las llaves de casa, llamar a atenci¨®n al cliente y que no te cojan, o quedarte sin leche para el desayuno sin darte cuenta.
El infierno del descenso carece de romanticismo, y precipitarse a ¨¦l equivale a un exilio del que se puede tardar a?os en volver. Es dif¨ªcil mantener la sangre fr¨ªa mientras lo bordeas. S¨ª, existieron equipos que, con todo en contra, evitaron el miedo y al final mantuvieron la categor¨ªa. A lo mejor porque mientras en las cabezas de los otros candidatos bull¨ªa la posibilidad del descenso, en la suya ard¨ªa una convicci¨®n muy distinta: ¡°?Y si nos mantenemos?¡±. Me pregunto si el Deportivo, protagonista en el pasado de gestas inolvidables, ser¨¢ capaz ahora, enfrentado a la probabilidad de una bancarrota, de mantener la calma. Supongo que para eso se necesitan jugadores que, a las puertas del infierno, piensan en otra cosa, que ni siquiera es un padrenuestro, y que no se angustian ante nada porque les robaron los nervios cuando eran peque?itos.
En su desesperaci¨®n, los equipos involucrados en el descenso se aferran a las matem¨¢ticas. Es admirable. Hacen sus cuentas, como si solo estuviesen intentando comprar un robot aspirador sin poner en peligro su presupuesto, y si los n¨²meros permiten una ¨ªnfima esperanza en mantener la categor¨ªa, se agarran a ellos. Esa es la ¨²nica buena noticia: el triunfo de la ciencia sobre la fe. Hemos visto tantos casos de desahuciados que a ¨²ltima hora prefirieron creer en tontos milagros, y pedir a dios por su alma, que da gusto cuando un moribundo se retira moment¨¢neamente la mascarilla del ox¨ªgeno y pregunta: ¡°?Qu¨¦ dicen las matem¨¢ticas? ?Tenemos posibilidades?¡±. No todos los equipos nacen para ser siempre j¨®venes y felices. A veces, en el negocio del f¨²tbol, hay que conformarse con no ser el muerto. Antes o despu¨¦s todos aprendemos a rebajar nuestras expectativas. Cuando lo haces, est¨¢s en mejores condiciones de salir vivo a la proximidad del infierno, tarea enojosa que en cambio se volver¨¢ una heroicidad, a semejanza de los tiempos en los que te hac¨ªan re¨ªr much¨ªsimo, y no sab¨ªas por qu¨¦, los chistes de Pedro Reyes.
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