El peso de la camiseta
En los tiempos heroicos del f¨²tbol, las camisetas no ten¨ªan anuncios y la sudadera del portero era lavada y remendada por su madre. Hoy los jugadores son anuncios ambulantes
En los tiempos heroicos del f¨²tbol, las camisetas no ten¨ªan anuncios y la sudadera del portero era lavada y remendada por su madre. Hoy los jugadores son anuncios ambulantes, como los hombres-s¨¢ndwich que caminaban por las ciudades promoviendo alguna pomada contra el pie de atleta.
Aun as¨ª, los colores de un equipo suelen tener valor trascendental. Despu¨¦s de la derrota contra Uruguay en 1950, Brasil no quiso regresar al campo con su habitual camiseta blanca. Cualquier alusi¨®n al ¡°Maracanazo¡± traer¨ªa mala suerte. La Confederaci¨®n Brasile?a de Deportes y el peri¨®dico Correio de Manha organizaron un concurso en busca de un nuevo uniforme que fue ganado por Aldyr Garc¨ªa Schlee. As¨ª surgi¨® la canarinha. Lo peculiar es que Aldyr era devoto de la selecci¨®n uruguaya. Como en cierto ritos, el cambio de piel necesitaba del favor de un enemigo.
El Mundial genera la ilusi¨®n de que los protagonistas disputan en nombre de un pa¨ªs y no de una aerol¨ªnea de Singapur. Ciertas camisetas ostentan una condecoraci¨®n sobre la tetilla izquierda: una estrella por cada Copa del Mundo. Se habla del ¡°peso de la camiseta¡± para aludir a la investidura, casi sagrada, de quienes parecen triunfar con solo pisar el c¨¦sped. La Alemania de las cuatro estrellas pertenece a esa legi¨®n, pero por una vez no estuvo a la altura de su uniforme.
A veces el peso de la camiseta es literal. Para su partido crucial contra Inglaterra en M¨¦xico 86, Argentina deb¨ªa usar su segundo uniforme: camisetas azul marino, de tela gruesa. A diferencia de las albicelestes, confeccionadas con min¨²sculos agujeros que permit¨ªan la circulaci¨®n del aire, las camisetas suplentes absorb¨ªan el sudor y la lluvia, convirti¨¦ndose en una coraza insoportable. Bilardo, entrenador argentino, pesaba la ropa con el cuidado con que pesaba beb¨¦s en sus tiempos de ginec¨®logo. Decidi¨® que los suyos no pod¨ªan jugar con el equipamiento B. Un d¨ªa antes del juego busc¨® uniformes sustitutos. Por suerte se encontraba en M¨¦xico, basti¨®n de la econom¨ªa informal. En doce horas le confeccionaron ropa pirata. Los n¨²meros fueron arrancados de camisetas de f¨²tbol americano. El emblema de Coq Sportif no parec¨ªa un gallo sino un pollo. Vestidos con esa picard¨ªa de barrio, s¨®lo pod¨ªan ganar.
La habilidad mexicana para improvisar vestuarios no ha disminuido. En todas partes hay puestos de venta de camisetas que var¨ªan de precio con los altibajos de la selecci¨®n, inestable bolsa de valores.
Osorio, entrenador del Tri, ejerce un popular g¨¦nero literario: los lemas de camisetas. En los entrenamientos, sus jugadores llevan en el pecho lo que deben sentir en el alma: ¡°amar el triunfo¡± en vez de ¡°temer la derrota¡±. Cuando jugaron contra Suecia, esas prendas estaban en la lavander¨ªa.
Una an¨¦cdota de Rusia 2018 habla de la camiseta como c¨¦dula de identidad. Cuando Shin Tae-yong, t¨¦cnico de Corea del Sur, supo que su entrenamiento era vigilado por esp¨ªas suecos, pidi¨® a los suyos que intercambiaran camisetas. Para la limitada mirada occidental, los n¨²meros son m¨¢s elocuentes que las caras asi¨¢ticas.
Si Corea perdi¨® el partido fue porque Suecia marca por zona.
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