Dios y Dios
Los latinoamericanos preferimos que gane Argentina porque compartimos continente. Los espa?oles aprecian a ese pa¨ªs porque sus habitantes tienen mucha labia
Si Maradona es Dios, el Alt¨ªsimo debe de tener la forma de un extoxic¨®mano narcisista que agrede a las mujeres, insulta a sus rivales y dispara a periodistas, para luego sufrir desmayos. Su encarnaci¨®n del partido con Nigeria, mientras sus ac¨®litos lo sosten¨ªan como al anda de una procesi¨®n, recordaba al anciano barbudo del viejo testamento, una divinidad arbitraria y cargada de mala leche. Sin duda, nadie puede negarle poderes sobrenaturales: su altar, el palco VIP, era el ¨²nico punto del estadio ruso iluminado por el sol.
Leo Messi est¨¢ m¨¢s en la onda del Nuevo Testamento, barbita jesucr¨ªstica incluida. En vez de lanzar rayos desde las alturas, ¨¦l se hace carne e interact¨²a con los doce disc¨ªpulos de la cancha, incluido el ap¨®stol Sampaoli, que es su seguidor m¨¢s devoto. A todos ellos los gu¨ªa mediante par¨¢bolas, los llena de fe en los momentos dif¨ªciles, y sobre todo, les hace milagros. Eso s¨ª, cuando las cosas se ponen dif¨ªciles, le toca crucifixi¨®n. Messi acepta el tormento en carne viva y aguanta a todo un pa¨ªs que lo acusa de traidor, le pone coronas de espinas y le perfora las extremidades.
Cada segundo de Argentina en Rusia ha sido agotador. Hemos cre¨ªdo que los jugadores se hab¨ªan sublevado contra el t¨¦cnico. Hemos sufrido pensando que la familia de Messi se negaba a acompa?arlo. Hemos lamentado que Mascherano le diese ¨®rdenes a Sampaoli (porque al parecer, hasta el aguatero le da ¨®rdenes a Sampaoli). Hemos sentido a la hinchada autoflagelarse, segura de la eliminaci¨®n, y al minuto siguiente saltar de euforia convencida de que llegar¨¢ a la cima, en una monta?a rusa de sentimientos desbocados.
Al final, no tenemos m¨¢s remedio que quererlos. Los latinoamericanos preferimos que gane Argentina porque compartimos continente (bueno, excepto los brasile?os). Los espa?oles aprecian a ese pa¨ªs, creo entender, porque sus habitantes tienen mucha labia. Hasta los soberanistas catalanes quieren ver campeona a Argentina, por Messi (en vez de a Espa?a, aunque ah¨ª jueguen Jordi Alba, Piqu¨¦ y Busquets). Todo el mundo los adora. As¨ª y todo, a veces deseamos en secreto que la eliminen de una vez. Por salud, m¨¢s que nada. Porque no sabemos si nuestros corazones podr¨¢n soportar tantas emociones.
En el fondo, este subibaja de pasiones es la versi¨®n futbolera de Furia de titanes. El choque entre dos divinidades, que encarnan dos eras, como Zeus y J¨²piter. Maradona representa el pasado, ese tiempo donde los genios resolv¨ªan los partidos, se iluminaban y dejaban en el suelo a medio equipo contrario. O met¨ªan goles con la mano de Dios. Messi encarna otro tiempo: un presente en que Corea le puede ganar a Alemania, o Croacia a la propia Argentina, porque cada equipo es m¨¢s fuerte que sus individuos. Todos los rivales tienen un entrenamiento f¨ªsico y t¨¦cnico importante, y la divinidad verdadera es la que saca lo mejor de su equipo, la que se mezcla con su pueblo.
Este s¨¢bado, simplemente, gan¨® el Dios m¨¢s fuerte. Acaso el verdadero.
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