El pelot¨®n del Tour de Francia sobrevive feliz en la batalla del pav¨¦s
Porte, que se rompi¨® la clav¨ªcula sobre el asfalto, ¨²nica baja de entre los favoritos un d¨ªa de polvo, coraje y sudor que termin¨® con victoria de Degenkolb
El ciclismo antiguo, salvaje, celebr¨® su d¨ªa en los pav¨¦s polvorientos de los viejos caminos rurales del norte de Francia, donde por un d¨ªa no mandaron los tractores con dep¨®sitos de purines goteantes. La cr¨®nica, como la de una batalla, no puede ser sino una relaci¨®n de bajas, heridos, ca¨ªdos; y, tambi¨¦n, de la victoria de todos los supervivientes, ciclistas de todas las edades, pesos, tama?os, estilos y nacionalidades, que pudieron sentirse un d¨ªa no gotas de un r¨ªo, engranajes de un mecanismo llamado pelot¨®n, sino due?os de su voluntad, y orgullosos de su valor. Felices de ser capaces de sobreponerse y dominar al estr¨¦s y al miedo.
En Roubaix, a la sombra del vel¨®dromo de cemento y su tribuna cl¨¢sica que recibe en abril todos los a?os a los supervivientes del infierno del Norte, el ramo de flores como ganador de la etapa la recibi¨® un alem¨¢n, John Degenkolb, un especialista que ya gan¨® la cl¨¢sica y se llev¨® a casa el adoqu¨ªn de 25 kilos en 2015; sigue l¨ªder Greg van Avermaet, que lucir¨¢ el amarillo desde el martes en los Alpes, a donde saltar¨¢ el Tour volando en tremendo brinco desde el valle del Somme; all¨ª no pelear¨¢ por la victoria final uno de los de la la larga lista de pretendientes, el australiano Richie Porte, que se rompi¨® la clav¨ªcula antes incluso del primero de los 15 tramos adoquinados; tambi¨¦n se retir¨® Jos¨¦ Joaqu¨ªn Rojas, v¨ªctima de la misma ca¨ªda que le cost¨® al australiano su segunda retirada roto consecutiva; se cayeron, pero aguantaron, Chris Froome, que no perdi¨® tiempo, Mikel Landa (7s) y Rigo Ur¨¢n (1m 28s); Romain Bardet, el franc¨¦s, pinch¨® tres veces, cambi¨® cuatro de bici y se pas¨® el d¨ªa persiguiendo, pero gracias al tren de Landa perdi¨® tambi¨¦n solo 7s; y las primarias del Movistar acabaron empatadas y con buena cara: la p¨¦rdida de Landa por la ca¨ªda fue el ¨²nico detalle que separ¨® a los tres, pues Nairo y Valverde, bulliciosos y casi disfrutando, acabaron con los mejores de la general. La fuerza de choque del bloque Movistar ser¨¢ el mayor temor de los Sky, devotos solo de Froome; las posibles dudas y desacuerdos de las relaciones entre los tres, ser¨¢n el mayor riesgo que corran los del Movistar.
Todos, tan felices, se fueron al avi¨®n de los Alpes con un subid¨®n que les ayudar¨¢, tanta endorfina, a superar sonrientes los dolores, la resaca en el cuerpo de un d¨ªa muy duro.
Ver la etapa fue como o¨ªr a Billie Holiday sus blues tan tristes y tan hermosos, su Loverman: la profundidad del sudor empapado de polvo, hecho barro, sobre los rostros de los ciclistas esforzados, sus muecas, sus gestos de dolor, llegan al aficionado, y lo trascienden, y su ebriedad tras el esfuerzo bien recompensado, y tambi¨¦n los lamentos de los directores, tan sensatos.
El ciclismo antiguo cuentan que era as¨ª. Eran tan malas las carreteras que el ir a rueda de otro no ahorraba pr¨¢cticamente todo el esfuerzo como ocurre en el ciclismo de c¨¢lculo y carreteras de asfalto fin¨ªsimo, y tubulares hinchados a la perfecci¨®n y llantas de carbono, y bolas de cer¨¢mica en los rodamientos, en los que la p¨¦rdida de energ¨ªa por rozamiento es ya casi ¨ªnfima. Para ir a rueda hab¨ªa que esforzarse antes y ahora, en 2018, en las carreteras de adoquines donde la bici salta, y cada pedalada es un sprint con el 54x13 para no perder el paso, y donde las ruedas siguen pinch¨¢ndose y rompi¨¦ndose, y las bicis enteras, como hace un siglo, y los brazos temblequean y minan la voluntad, y aceleran el deseo de los ciclistas de gritar: ya no aguanto m¨¢s. Pero siguen, se superan, y se sienten poderosos por ello. Y felices. Forman parte de la ¨¦pica, la palabra que tanto les gusta, tanto como m¨ªtico.
Los equipos, el Bora de Sagan, sobre todo, y el Sky de Froome, se organizan en los tramos de enlace en asfalto para entrar enfilados en el pav¨¦s, por delante, donde, salt¨¢ndose las reglas, 40 ayudantes del Sky con camisetas amarillo fosforito est¨¢n pendientes de sus chicos con dos ruedas de repuesto cada uno. Fue ciclismo salvaje pero practicado por chicos civilizados. Otros a?os del siglo, de lluvia, de otros h¨¢bitos, los equipos poderosos entraban al pav¨¦s atacando, buscando hacer da?o, sangre, como una compa?¨ªa de acorazados llamados Ekimov, Hincapi¨¦ o Armstrong. Ahora los fuertes son finos. Nadie busc¨® eliminar a nadie, solo sobrevivir.
All¨ª, sobre los pedruscos con enormes huecos entre ellos, la t¨¢ctica deja paso a la suerte y a la habilidad. Y al coraje de alguno, como Nairo, peque?o pero feroz para defender su posici¨®n y darle fuerte a los pedales. Fue una sensaci¨®n casi surrealista. A pocos kil¨®metros de Roubaix, el d¨ªa m¨¢s alejado de su educaci¨®n y su cultura ciclista, Nairo sali¨® a frenar un ataque de Froome a la salida de un pav¨¦s, como si aquello fueran sus Pirineos o las piedras grandes de Villa de Leyva, el ¨²nico pav¨¦s cercano a Tunja. Fue la transformaci¨®n de un gran corredor. Y ¨¦l y todos se sintieron gigantes.
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