Mezcla de culturas y propuesta de matrimonio
Lo m¨¢s ins¨®lito se ve en las Olimpiadas de ajedrez: un indio se declara en p¨²blico a una colombiana
Los partidarios de las teor¨ªas de Samuel Huntington sobre el choque de culturas deber¨ªan pasear unas horas por los pasillos de una Olimpiada de Ajedrez, como la que se celebra estos d¨ªas en Batumi (Georgia) con unas 3.000 personas de m¨¢s de 180 pa¨ªses. Ver¨ªan abundantes hechos que sustentan la creencia contraria. Por ejemplo, el periodista indio Niklesh Jain pidi¨® ayer matrimonio a la jugadora colombiana ?ngela Franco en el pasillo de la sala principal, pocos minutos antes de la segunda ronda.
Niklesh lo ten¨ªa todo planeado: como sab¨ªa que ?ngela no jugaba ayer, se meti¨® el anillo de compromiso en el bolsillo para ofrec¨¦rselo a su amada justo unos minutos antes del comienzo de las partidas, cuando los pasillos son un hervidero de hombres y mujeres de todas las razas y religiones, que buscan ansiosamente su mesa de juego. En medio de ese marem¨¢gnum, el indio hinc¨® su rodilla en tierra y ofreci¨® el anillo mientras la colombiana lo aceptaba y ambos se part¨ªan de risa.
Seguidamente, el periodista, que tambi¨¦n es jugador, se puso por una vez en el lado contrario al que ocupa habitualmente y dijo ante las c¨¢maras: ¡°Conoc¨ª a ?ngela hace a?o y medio en Barcelona, durante un torneo del Circuito Catal¨¢n. Yo jugu¨¦ una partida brillante ese d¨ªa, empezamos a hablar, vi que era una buena persona, que se preocupaba mucho por los dem¨¢s, y que nos un¨ªa la pasi¨®n por el ajedrez¡±.
Los 17.000 kil¨®metros de distancia entre sus pa¨ªses no han sido un gran obst¨¢culo: ¡°Ella vino a la India, conoci¨® el pa¨ªs y tambi¨¦n a mis padres. Luego fui yo a Medell¨ªn, e hice lo mismo. A pesar de que al principio el idioma era un problema, comprobamos que nuestra conexi¨®n era muy buena. Y los chats por Internet tambi¨¦n nos permiten mantener la relaci¨®n constante¡±. M¨¢s all¨¢ de los aspectos puramente rom¨¢nticos, Niklesh subraya el fondo del asunto: ¡°Creo que nuestro caso es un bonito ejemplo de que es posible luchar por un mundo donde prevalezca la paz, el amor y el buen entendimiento entre diferentes culturas¡±.
Pasear entre las mesas de la Olimpiada, especialmente en el pabell¨®n n¨²mero dos, donde juegan los equipos que no aspiran a las medallas, sirve para comprobar que el periodista indio tiene raz¨®n. Hoy, por ejemplo, en la Olimpiada femenina se han disputado encuentros como Guyana-Togo, Seychelles-Antillas Holandesas, K¨®sovo-Kenia, Lesotho-Santo Tom¨¦ y Pr¨ªncipe, o Bahamas-Palestina. Y en la absoluta, Guernsey-Yibuti, Somalia-San Marino, Aruba-Sierra Leona o Timor Este-Eritrea. Esos jugadores suelen analizar juntos la partida cuando la terminan, y si est¨¢n en el mismo hotel es muy probable que la conversaci¨®n siga por la noche.
Por supuesto, no todo es de color de rosa. Tradicionalmente, algunos pa¨ªses musulmanes se niegan a jugar con Israel (pero no al contrario). En teor¨ªa, seg¨²n dicen los ¨¢rbitros, los emparejamientos de cada ronda no est¨¢n condicionados, de modo que podr¨ªan darse encuentros como Israel-Palestina o Israel-Ir¨¢n. Pero el hecho de que no ocurran nunca nos hace pensar que, en realidad, los encargados de esa delicada parte de la Olimpiada s¨ª han metido instrucciones concretas en el programa de emparejamientos para ese tipo de choques no rompan la armon¨ªa id¨ªlica que reina en esta competici¨®n. En todo caso, es bien sabido que la excepci¨®n confirma la regla.
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