Una estafa
Hace tiempo que el f¨²tbol argentino dej¨® de ser disfrutable, nos han ido empujando hacia otros lugares
El traslado de la final de la Libertadores a Madrid es un delirio. Se agotaron las palabras. Salimos del estado de estupor que ten¨ªamos. Lo vivimos como una estafa. Como algo que se nos fue escapando lentamente de las manos. Si uno piensa en este presente y mira el futuro a corto-medio plazo el panorama es preocupante. No hay rumbo. Seguimos pateando la pelota para adelante. Poniendo parches. Asistimos a la derrota de las instituciones que no tomaron medidas por falta de coraje. Porque est¨¢n atados a un sistema perverso.
Hace tiempo que el f¨²tbol argentino dej¨® de ser disfrutable. Nos han ido empujando hacia otros lugares. En esta atm¨®sfera no tomamos dimensi¨®n de lo que ha sido y de lo que es nuestro. Fuimos perdiendo cosas que para nosotros ten¨ªan mucho valor. Primero, de adentro hacia afuera. Cada a?o se van los jugadores m¨¢s destacados y el juego se va empobreciendo. River y Boca pueden ser la excepci¨®n pero no escapan al clima hist¨¦rico que hay fuera de la cancha. Prevalecen los factores externos. Desde fuera llevamos a?os asistiendo a la irresponsabilidad y la indiferencia con que los responsables asisten a la destrucci¨®n sistem¨¢tica del f¨²tbol argentino prohibiendo a las hinchadas visitantes, o soportando a barras bravas que hacen negocios, no disimulados sino a la vista de todo el mundo.
Hay algo que me da un poco de esperanza. M¨¢s all¨¢ de los ¨²ltimos episodios bochornosos, en las ¨²ltimas semanas los hinchas genuinos de clubes como River empezaron a repudiar a los barras bravas. Con silbidos, con c¨¢nticos, se?alando a ese sector tan bien definido, tan bien visible, que ocupan los llamados Borrachos del Tabl¨®n.
Est¨¢n identificados. Todos saben qui¨¦nes son los cabecillas y c¨®mo manejan las entradas. Todos saben que extorsionan a los dirigentes. Tienen tomadas las inmediaciones de los estadios. Funcionan como una gran organizaci¨®n delincuencial conocida incluso por fiscales y polic¨ªas. Eso genera todav¨ªa m¨¢s impotencia. No son an¨®nimos. No funcionan ¨²nicamente en los partidos. Pertenecen a un entramado muy complejo vinculado tambi¨¦n con lo social, con la pol¨ªtica. Son fuerzas de choque. Hay un grave compromiso de conexi¨®n que no solo pertenece al ¨¢mbito del f¨²tbol. A veces los dirigentes utilizan a los barras para incitar a los jugadores a ganar partidos. Amenazan a tu familia, van al colegio de tus hijos. Hasta les abren la puerta de los vestuarios. Son funcionales al poder de turno y es un bumer¨¢n. Son incontrolables. Son la expresi¨®n de una Argentina que en los ¨²ltimos 40 a?os est¨¢ en decadencia total.
Observas en los estadios que mucha gente com¨²n adopta ciertos comportamientos de barra brava. Las agresiones verbales son continuas. Ha cambiado el lenguaje. Se habla de qui¨¦n tiene m¨¢s huevos, qui¨¦n se borra, qui¨¦n es pecho fr¨ªo. El f¨²tbol argentino antes era m¨¢s purista. Se hablaba m¨¢s del juego. Ahora en los medios de comunicaci¨®n se descalifica permanentemente. No se sabe perder y tampoco ganar. Estamos m¨¢s preocupados con disfrutar del fracaso ajeno.
Se ha formado una conciencia del atropello donde a unos les permiten todo y a otros nada. Al hincha pac¨ªfico lo cachean para entrar a la cancha y le piden documentos y otros entran con todo tipo de artefactos, cuchillos y bengalas.
Los jugadores son los que verdaderamente tienen el poder para cambiar las cosas. Pero cada uno tira para su lado. Es otra de las consecuencias de esta larga crisis. Cada uno aprovecha para ver si los organismos toman decisiones a su favor. Somos un pa¨ªs ventajista. No hay una uni¨®n verdadera. Sobre todo en la exposici¨®n m¨¢xima de un Boca-River, en el que nadie quiere quedar como un inocente. Nadie quiere demostrar generosidad por temor a que se interprete como debilidad. ?Por qu¨¦ no se unen los jugadores para que este tipo de cosas no sucedan m¨¢s? La gente est¨¢ igualmente entregada: mucho m¨¢s pendiente de la rivalidad que de proteger la salud del p¨²blico. No piensan por encima del objetivo puntual de una final. No piensan en el destino del f¨²tbol argentino.
Diego Latorre form¨® una dupla atacante m¨ªtica con Gabriel Batistuta en Boca entre 1987 y 1992.
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