Mourinho y los geranios
La ¨²nica duda sobre el futuro del portugu¨¦s podr¨ªa residir en saber si todav¨ªa acumula el apetito necesario para fagocitar un nuevo club
Todo adquiere un tinte dram¨¢tico en manos de Mourinho. Incluso los triunfos, que con el paso del tiempo tienden a enquistarse m¨¢s que a celebrarse o simplemente recordarse. Quiz¨¢s sea la naturaleza propia de los grandes entrenadores cuyo legado no puede medirse con simples datos estad¨ªsticos y nos obliga a introducir variables de car¨¢cter afectivo, monopolistas de lealtades y rencores que permanecen inalterables mucho tiempo despu¨¦s de su partida. Se va Mourinho ¨Co mejor dicho, lo echan- del Manchester United dejando tras de s¨ª un escenario id¨¦ntico al de anteriores aventuras, al menos desde un punto de vista social: hordas de partidarios enfrentados a legiones de detractores, sin apenas margen para la neutralidad o la indiferencia.
Lo explic¨® ¨¦l mismo en una ocasi¨®n, preguntado por sus afectos: ¡°yo soy mourinhista, ni interista ni madridista¡±. Es por eso que, all¨¢ donde aterriza, su primer empe?o consiste en trazar una l¨ªnea por la cual es buen aficionado el que comulga con sus ideas y algo muy distinto el discrepante, ese que por intereses oscuros e inconfesables se sit¨²a al otro lado del rengl¨®n. Lo consigue, entre otras argucias, apelando a sentimientos tan primitivos como el de supervivencia ¨Cnosotros o ellos, vencer o morir- de ah¨ª que su ascendencia sea tan acusada entre los sectores m¨¢s viscerales de la prensa, la grada o el vestuario. En muchos sentidos tiene algo de madre gallega, un tanto castrante, de las que anuncian terribles enfermedades por merendar fuera de casa y hasta un perro gu¨ªa les parece susceptible de convertirse en mala compa?¨ªa. ¡°?Te lo dije o no te lo dije?¡±, ese podr¨ªa ser un buen resumen de la filosof¨ªa Mourinho.
De esa polarizaci¨®n extrema y maternal ¨C¨¦l es el ¨²nico que se preocupa por la casa, los dem¨¢s viven all¨ª casi de prestado- no se libran ni algunos grandes mitos de aquellos clubes en los que acampa. Lo vivimos de cerca en su paso por Madrid e incluso antes, en Barcelona, donde se aline¨® con el recientemente fallecido Josep Llu¨ªs N¨²?ez en su particular cruzada contra Cruyff. Tampoco dud¨® en poner frente al pelot¨®n de fusilamiento a Iker Casillas o a Vicente Del Bosque, a los que no pocos madridistas se atreven hoy a afearles la conducta y hasta el sentimiento. Y algo similar ha ocurrido en Manchester, donde monumentos vivientes como Ryan Giggs o Paul Scholes fueron pasados por su particular laminadora de voluntades, esa maquinita virtual que determina qui¨¦n est¨¢ con ¨¦l y qui¨¦n contra el club.
Se preguntaba el propio Casillas, esta misma semana y en clara alusi¨®n a su antiguo t¨¦cnico, cu¨¢ndo se sabe que un entrenador ya no est¨¢ capacitado para dirigir los designios de un equipo. No parece que la carrera de Mourinho se encuentre en ese punto, ni mucho menos. Cierto es que acumula dos despidos ¨Csu salida del Madrid sigue siendo inescrutable- en sus dos ¨²ltimos empleos pero no deber¨ªan escasear las ofertas atractivas para un t¨¦cnico de su categor¨ªa y palmar¨¦s. En primer lugar, porque forma parte de una estructura mercantil dominante en el f¨²tbol actual pero tambi¨¦n, y a veces se nos olvida, porque es uno de los mejores. La ¨²nica duda sobre su futuro podr¨ªa residir en la propia ambici¨®n, en saber si todav¨ªa acumula el apetito necesario para fagocitar un nuevo club o si, por el contrario, preferir¨¢ quedarse en casa a regar el mourinhismo como mi madre riega sus geranios.
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